Las deudas de Valeria se acumulaban y la hipoteca de la casa que había heredado estaba a punto de vencer. Desesperada, Valeria sabía que tenía que tomar una decisión drástica para salvar su hogar. Una tarde, mientras revisaba sus opciones, encontró un anuncio en internet sobre la venta de óvulos. La suma de dinero que ofrecían era considerable y podría resolver sus problemas financieros. Sin embargo, la idea de vender una parte de sí misma le resultaba perturbadora. Pasó días pensando en la propuesta, luchando con sus sentimientos y la necesidad de sobrevivir. Finalmente, la presión de las deudas y el miedo a perder la casa la llevaron a tomar la decisión. Valeria se dirigió a la clínica de fertilidad con el corazón pesado, pero decidida a seguir adelante. El proceso fue rápido y profesional. Los médicos le explicaron todo con detalle y le aseguraron que sus óvulos serían utilizados para ayudar a parejas que no podían tener hijos. Después de completar el procedimiento, Valeria recibió el dinero y pudo pagar la hipoteca y algunas deudas. Aunque se sentía aliviada, una parte de ella no podía dejar de pensar en los óvulos que había vendido. ¿Qué pasaría con ellos? ¿Quiénes serían los padres de esos posibles hijos? Pero después se enteró de una trágica noticia que la hizo tomar la decisión de buscar al hijo procreado de su óvulo.
Valeria se encontraba sumida en una profunda tristeza y soledad en la pequeña sala de su casa, rodeada de recuerdos de sus padres.
Las fotos en las paredes y los muebles antiguos le recordaban constantemente la vida que había perdido en un abrir y cerrar de ojos. Desde la trágica muerte de sus padres en un accidente automovilístico, su situación económica se había vuelto insostenible. Los gastos médicos fueron exorbitantes y, a pesar de los esfuerzos de los médicos por salvarlos, resultaron en vano. Esto llevó a Valeria a endeudarse no solo con la clínica, sino también con los preparativos funerarios, agravando aún más su desesperada situación.
Ellos le habían dejado la casa como herencia, pero no habían dejado muchos bienes. Las deudas se acumulaban y la hipoteca de la casa estaba a punto de vencer. Valeria se sentía atrapada, sin recursos y sin un empleo estable. La desesperación la consumía; cada día que pasaba sin trabajo era un paso más hacia la pérdida de su hogar.
Una tarde, mientras revisaba sus opciones, encontró un anuncio en internet sobre la venta de óvulos. La suma de dinero que ofrecían era considerable y podría resolver sus problemas financieros. Sin embargo, la idea de vender una parte de sí misma le resultaba perturbadora.
Pasó días pensando en la propuesta, luchando con sus sentimientos y la necesidad de sobrevivir. La presión de las deudas y el miedo a perder la casa la llevaron a tomar la decisión drástica de acudir a la clínica de fertilidad. Una amiga que trabajaba en la clínica de fertilización, le había recomendado esta opción, asegurándole que muchas mujeres lo hacían para mejorar su situación económica.
-Es una gran oportunidad Valeria, no tienes nada que perder con intentarlo, además, eso no te va a afectar cuando en el futuro decidas tener hijos. Yo te puedo acompañar para que no te sientas sola.
-Rebeca, es que todo esto me parece muy invasivo, pero al mismo tiempo tengo mucho miedo de perder esta casa, es lo único que me queda de mis padres, y además, no tengo a donde ir.
-Tranquila, todo va a salir bien, te lo prometo. Y además, yo voy a estar allí para darte todo mi apoyo.
Valeria al encontrarse a punto de perderlo todo, hizo caso a los consejos de su amiga y aceptó ir con ella a la clínica para comenzar con el procedimiento.
El proceso fue rápido y profesional. Los médicos le explicaron todo con detalle y le aseguraron que sus óvulos serían utilizados para ayudar a parejas que no podían tener hijos. Valeria, aunque con el corazón pesado, se sintió aliviada al recibir el dinero.
Con esa cantidad, podía al menos saldar la deuda de la hipoteca y guardar un dinerito extra para poder sobrevivir por unos meses.
Sin embargo, no podía dejar de pensar en la idea de que, en algún lugar del mundo, una mujer podría tener un hijo gracias a sus óvulos. Ese niño sería biológicamente suyo. ¿Qué pasaría con ellos? ¿Quiénes serían los padres de esos posibles hijos? Estas preguntas la atormentaban, pero Valeria intentó seguir adelante con su vida, a pesar de la angustia que la consumía.
(...)
Tiempo después...
Durante un chequeo médico rutinario, Valeria se sentó nerviosa en la sala de espera. El doctor finalmente la llamó y la invitó a pasar a su consultorio.
-Valeria, tengo los resultados de tus pruebas. Lamentablemente, no son las noticias que esperábamos.
-¿Qué sucede, doctor? -preguntó Valeria con el corazón acelerado.
-Hemos encontrado una condición que afecta tu sistema reproductivo. Esta enfermedad ha causado que tus ovarios dejen de funcionar correctamente, lo que significa que no podrás tener hijos.
-¿No hay ninguna posibilidad? ¿Ningún tratamiento? -dijo Valeria con la voz temblorosa.
-Lo siento mucho, Valeria. Hemos explorado todas las opciones, pero la condición es irreversible.
-No puedo creerlo... Siempre soñé con ser madre. ¿Cómo voy a seguir adelante? -Valeria tenía lágrimas en los ojos.
-Entiendo que esto es devastador para ti. Es importante que te tomes el tiempo para procesar esta noticia y busques apoyo emocional. Hay muchas formas de construir una familia y encontrar felicidad, aunque ahora parezca imposible.
-Siento que he perdido una parte de mí misma. No sé cómo voy a superar esto -dijo Valeria, llorando.
-Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites. No estás sola en esto, y hay recursos y personas que pueden apoyarte.
Para Valeria fue devastador enterarse de esa noticia justo después de haber vendido sus óvulos, sentía impotencia y dolor de pensar que en vez de haberlos vendidos, pudo haberlos congelados, y en un futuro mantener la esperanza de poder procrear un hijo.
Se sentía sola, sin sus padres, sin un empleo y ya no le quedaba casi nada del dinero que le habían dado por la venta de sus óvulos.
Con el tiempo, la obsesión por querer tener un hijo iba aumentando, el solo hecho de imaginar que jamás iba a poder saber lo que era ser madre, la atormentaba cada vez más.
El encierro y la soledad, la hicieron mantener la idea fija por saber qué había pasado con sus óvulos. Así que sin pensarlo más, fue a buscar a su amiga Rebeca a la clínica de fertilidad, ella quería a como diera lugar, saber a quien se los habían dado.
Tenía la obsesión por encontrar a los hijos que podrían haber nacido de sus óvulos.
-Por favor Rebeca, yo necesito saber a quién le dieron mis óvulos.
-Valeria ¡Por Dios! Eso es imposible, la clínica no puede revelar la identidad de las mujeres a las que han hecho el proceso de fertilización. No insistas más.
-Tú me animaste a que hiciera el proceso, y ahora no quieres ayudarme. Yo, no voy a hacer nada malo, solo quiero saber qué pasó con ellos, si lograron procrear un hijo.
Después de horas de insistencia por parte de Valeria, a Rebeca, no le quedó otra alternativa que ayudar a su amiga. En el fondo sentía mucha pena de su situación. Le dio el nombre de la familia que había comprado sus óvulos, pero con la promesa de que Valeria, no iba a hacer nada que perjudicara a la familia y mucho menos a ella.
-Recuerda que está en juego mi trabajo, así que no hagas nada que me perjudique y ya olvídate de eso Valeria. -le encargó Rebeca muy preocupada.
-Tranquila, no pienso hacer nada que te perjudique. -le dijo mientras se marchaba.
Al llegar a casa, comenzó a buscar en la internet todo lo relacionado con la familia Martinez, siendo un apellido muy común, se le hizo dificil dar con la familia indicada. Pero su perseverancia la hizo dar con su paradero.
Pudo descubrir que esa familia había procreado una hermosa niña con sus óvulos. Por un lado, estaba emocionada de saber que una parte de ella vivía en esa niña. Por otro lado, la desesperación y el deseo de reclamar a su hija la consumían.
(...)
Días después...
Los días pasaban y Valeria mantenía la idea fija de poder algún dia conocer a su hija. Sin embargo, habían regresado los problemas económicos y las deudas se iban acumulando en vista de que no encontraba un buen empleo. Estaba desesperada, a pesar de que ya no debía la hipoteca de la casa, no tenía dinero, las facturas comenzaron a acumularse, y la desesperación la invadía.
Una tarde estando en un café, sus ojos se detuvieron en un anuncio que captó su atención de inmediato:
"Se busca niñera para cuidar a una niña de 4 años. Buen salario. Interesadas llamar al 555-1234. Familia Martínez."
El corazón de Valeria comenzó a latir con fuerza. La familia Martínez... su hija. No podía creer la coincidencia. La madre de su hija había fallecido recientemente en un trágico accidente automovilístico, y ahora buscaban a alguien que cuidara de la pequeña.
Esta era su oportunidad de acercarse a su hija, de poder conocerla y darle todo su amor y afecto.Decidida, Valeria anotó el número y salió de la cafetería. Caminó por las calles del barrio, observando los árboles que bordeaban las aceras y las casas con jardines bien cuidados. El sol de la tarde iluminaba todo con una luz dorada, creando un ambiente casi idílico
Al llegar a su apartamento, Valeria marcó el número del anuncio. Después de unos tonos, una voz masculina respondió.-Hola, ¿familia Martínez? -dijo Valeria, tratando de mantener la calma.
-Sí, soy Guillermo Martínez. ¿En qué puedo ayudarla? -respondió la voz al otro lado de la línea.
-Llamo por el empleo de niñera. Estoy interesada en el puesto -dijo Valeria, sintiendo un nudo en el estómago.
-Perfecto. ¿Podría venir mañana a las 10 de la mañana para una entrevista? -preguntó Guillermo.-Claro, estaré allí. Gracias -respondió Valeria antes de colgar.
-Muy bien, traiga sus recomendaciones, y todos sus documentos en regla.
-Muy bien, así lo haré. -colgo-Esa noche, Valeria apenas pudo dormir. La ansiedad y la emoción la mantenían despierta y no pudo esperar para llamar a su amiga Rebeca, y darle la gran noticia.
-¿Pero o acaso te has vuelto loca Valeria? Tú no puedes aceptar ese empleo.
-Tranquila Rebeca, no va a pasar nada. Solo es una entrevista, además no me han dado el empleo aún. Yo solo me conformo con ver a mi hija aunque sea una sola vez.
-Valeria, ella no es tu hija, entiéndelo. Esa niña pertenece a esa familia.
-Pero fue procreada con mis óvulos, bilogicamente hablando, esa niña lleva mis genes. Además, la mujer que la tuvo gracias a mi, acaba de fallecer en un accidente automobilistico, mi hija me necesita.
-¡Dios mio! Pobre familia. Pero aún así, eso no te da derecho de irte a meter en esa casa, además me prometiste que no ibas a hacer nada para buscar a los Martínez. ¿Te das cuenta de que puedo perder mi empleo por tu culpa? Violé el protocolo descubriendo la identidad de esa familia.
-Rebeca, amiga..por favor, no voy a hacer nada que te perjudique, te lo prometo.
-Entonces no vayas a esa entrevista. -dijo con firmeza.
-Solo voy a ir a la entrevista, quiero ver a mi hija aunque sea una sola vez en mi vida.
(...)
Al día siguiente, se levantó temprano, se vistió con esmero y se dirigió a la dirección que Guillermo le había dado, estaba muy nerviosa, solo se peguntaba qué iba a ser cuando tuviera frente a ella a la pequeña.
La casa de los Martínez era una mansión impresionante, rodeada de jardines exuberantes y con una fachada elegante.
Valeria, estaba asombrada con lo imponente de la mansión, al estar a punto de tocar el timbre, respiró homdo y llamó. Una sirvienta abrió la puerta y la condujo a una sala de estar donde Guillermo la esperaba.
Guillermo era un hombre alto y atractivo, con el cabello oscuro y los ojos azules. A pesar de su apariencia imponente, había una tristeza palpable en su mirada.
-Hola, soy Valeria Lombardo. Vengo por la entrevista para el puesto de niñera, lo llamé ayer -dijo ella, tratando de sonar segura.
Guillermo se quedó observándola sorprendido; por un momento pensó: "Se parece mucho a Isabel". Sus pensamientos lo hicieron quedarse en silencio, no podía creer el gran parecido que tenía Valeria con su difunta esposa.
-¿Le pasa algo, señor? -preguntó extrañada Valeria. Mientras él, tratando de disimular su impresión, enseguida sonrió y le contestó:
-Hola, Valeria, no, no pasa nada, solo que... pasa, por favor -respondió Guillermo, haciéndose a un lado para dejarla entrar.
El interior de la casa era aún más impresionante, con muebles elegantes y una decoración sofisticada. Guillermo la condujo a una sala de estar y le ofreció un asiento.
-Gracias por venir y ser tan puntual, eso habla muy bien de ti. Como sabes, estoy buscando a alguien que cuide de mi única hija, Laura. Ha sido un tiempo difícil para nosotros desde la trágica muerte de mi esposa -dijo Guillermo, con la voz cargada de tristeza.
-Siento mucho su pérdida, es muy lamentable lo ocurrido -respondió Valeria, sinceramente conmovida.
-Gracias, Valeria. -hizo una pausa tratando de reponerse para continuar. - Laura es una niña maravillosa, pero necesita mucha atención y cariño, especialmente con la pérdida de su madre. La pobre ha estado un poco confundida y necesita de mucho afecto. ¿Tienes experiencia cuidando niños? -preguntó Guillermo.
-Sí, he trabajado como niñera antes y también he cuidado de mis hermanos menores -respondió Valeria, tratando de sonar convincente.
-Bien, me agrada que tengas experiencia con los niños. Guardaré tus datos y te estaré llamando para darte una respuesta. ¿Te parece bien?
Valeria, se frotaba las manos, estaba muy nerviosa, ella en el fondo lo único que quería era poder ver a la niña.
-¿Y la niña dónde está?
-Se encuentra en su habitación, pero ya habrá tiempo para que la puedas conocer.
-¿Y no puede ser ahora? -dijo ansiosa, temía que no la eligiera para el empleo y quedarse sin poder ver a su hija. Guillermo la notó muy ansiosa, sin embargo, lo atribuyó a que tal vez estaba nerviosa por la entrevista.
En ese momento, Laura entró en la sala de forma inesperada, lo que hizo que el corazón de Valeria, diera un brinco en su pecho.
Era una niña adorable, con el cabello castaño claro y los ojos azules, igual que su padre. Valeria sintió una punzada en el corazón al ver a la pequeña; no podía creer que por primera vez estaba frente a su hija.
-Laura, cariñpo, ella es Valeria, tal vez podría ser tu nueva niñera si a ti te parece -dijo Guillermo, sonriendo a su hija.
-Hola, Valeria, mi nombre es Laura -dijo con una sonrisa tímida.
-Hola, Laura, es un placer conocerte, eres una niña muy hermosa -respondió Valeria, sonriendo.
Guillermo observó la interacción entre Valeria y Laura, y pareció satisfecho; la conexión entre ambas no se hizo esperar, y al parecer, la pequeña se sentía cómoda y tranquila.
-Creo que podrías ser la persona adecuada para este trabajo, sin embargo, tengo otras candidatas que también se postularon para el puesto, así que apenas tome una decisión, te llamaré.
Valeria se fue esperanzada de ser ella la elegida, ella solo quería poder estar cerca de su hija, aunque esta no supiera que ella era su madre biológica.
(...)
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