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Siempre En Mis Ojos

Siempre En Mis Ojos

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Gabriel se vio obligado a casarse con Westley, el famoso de la ciudad. Todo eso se debió a su hermano, quien se escapó con la prometida de Westley. Como resultado, ella se casó con él en su lugar. Sin embargo, cuando encontraron a su prometida, no firmó el acuerdo de divorcio. Ahora que sabía que ella era quien quería, ¿cómo podría dejarla ir?

Capítulo 1 La inesperada novia

"¡¿Ha desaparecido la novia?! ¡Se celebra la boda del siglo según lo planificado!", anunciaban algunos reporteros.

"El principal promotor económico de la ciudad de Antawood ha sido abandonado en el altar", informaban otros.

"¡Han rechazado al grandioso Westley Morris! ¿Acaso son ciertas las habladurías sobre su impotencia sexual?", se preguntaban algunas fuentes.

La nube estaba repleta de noticias sobre el último acontecimiento.

El corazón de Gabriela Jones le dio un vuelco al leer en el móvil los titulares más recientes, después de salir de la ducha.

Los medios de prensa más importantes a nivel mundial estaban demostrando tener las suficientes agallas como para publicar semejantes noticias.

El simple hecho de pensar en la reacción de su esposo le causaba escalofríos, porque sabía que la situación se complicaría si él decidía tomar cartas en el asunto.

La chica actualizó la página del buscador en aras de encontrar más detalles, mientras se secaba el pelo, pero para su sorpresa, los artículos habían desaparecido.

En primera instancia pensó que se debía a algún error de su teléfono, por lo que lo reinició para seguir en la búsqueda. Sin embargo, al encenderlo no encontró nada sobre el casamiento de Westley.

La confusión y la curiosidad se adueñaron de Gabriela, así que intentó encontrar respuestas en otros sitios sin resultado alguno. Fue entonces cuando se percató de lo que había sucedido; aquello debía ser obra de su marido, quien tenía el poder suficiente como para borrar todas las noticias en cuestión de segundos. Ella resopló con resignación, a la vez que sostenía el ya olvidado móvil con su mano.

El poder de ese hombre era incalculable y estaba más allá de lo que cualquiera pudiera imaginar.

Soltó el teléfono y cuando levantó la mirada, se tropezó con la vista del mismísimo Westley.

Fue aterrador que se apareciera en la habitación sin hacer el más mínimo sonido.

De repente la chica recordó que solo estaba cubierta por una toalla y se levantó como un resorte para cubrirse con ropa. Sin embargo, este la agarró y la arrojó sobre la cama, antes de que pudiera llegar al armario. Gabriela se escapó de sus brazos y puso distancia entre ellos, deslizándose hacia la cabecera.

"¿Qué…? ¿Qué…? ¿Qué haces aquí?", tartamudeó ella con miedo, mientras se cubría apurada con la toalla.

"¿Se te olvidó? Esta es nuestra habitación, así que puedo venir cuando desee", recordó Westley, a la vez que la devoraba con la mirada y añadió: "Por cierto, me resultas muy atractiva en esa apariencia. Sabías que vendría y por eso tienes eso puesto. ¿Tanto me deseas?".

"No… en lo absoluto. Pensé que no regresarías", aclaró la chica, mientras se incorporaba de manera nerviosa y apartaba los cabellos húmedos que se le habían pegado en la frente.

La familia de Gabriela la había obligado a casarse con Westley el día anterior, por ende, no había sido una ceremonia agradable. La echaron de la casa de los Jones y la dejaron donde su esposo esa misma noche.

Las últimas 24 horas se resumieron en una larga espera, ya que su marido no aparecía y como no le avisó cuándo llegaría, esta pensó que no lo haría. 'Sabes aparecer en el momento indicado', pensó ella con ironía.

"¿Te decepcionó que no tuviéramos relaciones en la noche de nuestra boda? Comprendo que sea así", manifestó el hombre.

"No es así…", replicó Gabriela.

Sin embargo, él se acercó a ella y la atrapó con rapidez mientras le dedicaba una mirada feroz, aprisionándola con ambas manos a cada lado de su cuerpo, antes que esta pudiera terminar la oración.

"Te haré cumplir tus sueños más lujuriosos ahora y prometo que la espera habrá valido la pena", aseguró Westley, a la vez que la agarraba de la cintura, ocasionando que la chica se estremeciera.

"No, no, no, no sigas, apártate de mí", gritó ella con desespero y se aferró a la toalla que la cubría, antes de apartar la vista en espera de que él le hiciera caso.

"¿Cómo que no? Recuerda que estamos casados o, ¿ya olvidaste ese pequeño detalle?", manifestó el esposo, mientras la sostenía con más fuerza.

Luego tiró un poco de la toalla, emitiendo gruñidos de ansias y provocó que las lágrimas comenzaran a salir de los ojos de la mujer, mientras temblaba sin control.

"¡Deja de mostrarte tan inocente frente a mí!", protestó Westley, porque solo pretendía asustarla, pero esta terminó llorando. Luego se apartó de ella y desde la distancia descifró la furia y repugnancia que brotaban en la mirada de la chica. "Pídele a Bryce que traiga de vuelta a Neille; de lo contrario, me creeré que de verdad eres mi esposa y tendrás que cumplir tus obligaciones dentro de estas cuatro paredes", añadió luego.

"Por favor, no me presione, señor Morris. He llamado muchas veces a mi hermano, pero parece que tiene el móvil apagado y por otra parte, mis padres también han seguido buscándolo. No hemos dejado de intentar dar con él ni un segundo", explicó la chica con rapidez.

Tres días atrás, el señor Westley irrumpió en la casa de los Jones, acompañado de sus hombres para informar que Nellie Collins se había dado a la fuga con Bryce. El famoso CEO irradiaba tanta furia que Gabriela temió por la seguridad de su hogar.

Ante esa gran problemática, el empresario dio dos opciones. La primera era que encontraran a los fugitivos y se los llevaran sin demora y la segunda, la más sacrificada, era que Gabriela se casara con él, hasta que encontraran a los desaparecidos.

Los siguientes días estuvieron llenos de nervios y miedo, a la vez que intentaban encontrar a Bryce y a la prometida de Westley. La chica estaba fuera de sí, esperando que pudieran solucionar la situación. Sin embargo, llegó el tan temido momento en el que la madre le tuvo que rogar que contrajera matrimonio con el empresario, mientras le prometía que no descansarían hasta encontrar a su hermano en el menor tiempo posible. Entonces Gabriela pudo palpar las cenizas de lo que una vez fue su feliz vida. Aun así, se sentía comprometida con la familia y accedió con tal de salvarlos.

Además, creía en la palabra de su madre por encima de todo, ya que a pesar de ser adoptada, le brindó el calor y el amor de un dulce hogar. Eso último sería algo temporal.

"No dejes de llamarlo, porque si no lo hallas, verás con tus propios ojos cómo destruyo a tu familia", espetó Westley, antes de mirarla y caminar hacia el vestidor.

La chica se sintió aliviada al ver cómo se disolvía la silueta del señor en la habitación. Después se dejó caer en la cama e intentó calmar el acelerado galopar de su corazón. Sin embargo, las últimas palabras de su esposo le habían dejado claro que aquello no hacía más que comenzar. El marido no se detendría hasta que encontraran a Bryce.

Westley retornó a ella y comentó sin mirarla: "Será mejor que te vistas, porque la abuela pidió que la fuéramos a ver".

Gabriela se secó los restos de lágrimas que aún nadaban en su rostro, antes de ponerse de pie y sacar la maleta que había puesto en una esquina del cuarto. Abrió la cerradura y escogió un complemento para probarse en el baño.

Westley regresó a la habitación, luego de vestirse. Se encontraba parado, abotonándose la camisa cuando de repente, vio el vestido que había elegido la chica y lo miró con desaprobación, mientras ponía los brazos en jarra.

"¿Acaso piensas ir a hacer algún trabajo duro y sucio? ¿O, no te enseñaron a escoger la vestimenta adecuada para cada ocasión?", inquirió sin rodeos, a la vez que veía como la chica se incomodaba con sus comentarios despectivos.

Esta agachó la cabeza para analizar su ropa, que no era más que una simple camiseta blanca con una falda azul larga. Ese era su estilo y le encantaba.

"Así es como acostumbro a vestirme…", manifestó ella.

"Bueno, recuerda que ya dejaste de ser la hija adoptiva de los Jones y que ahora eres mi esposa, así que no me hagas pasar una pena con semejantes trozos de tela inservible. Ve y escoge uno de los vestidos que hay en el armario, seguro encontrarás alguno que te quede bien", expresó el señor con gesto enojado.

En realidad a la chica no le habían dado una vida lujosa, sino una muy parecida a la de cualquiera de las sirvientas de esa familia.

Gabriela le echó un vistazo al ropero con cierta incomodidad y manifestó: "Pero, no creo…".

"¿No me hice entender? ¿O es que quieres que te vista yo?", la interrumpió Westley con brusquedad, mientras entrecerraba los ojos.

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