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La muñeca del rey mafioso

La muñeca del rey mafioso

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Cuando tus atributos físicos te son tu peor maldición, Leonela Davison una chica en sus tiernos 17 años, nunca pensó que alguna vez su belleza la llevaría a sus mayores desgracias. Por otro lado Caín Abel Escobar era el heredero de un gran imperio de la muerte. Todo en él era muerte y sufrimiento, parecía que era el embajador del infierno en la tierra. Su meta era ganar, siempre ganar. ¿Podrá estas dos personas encontrar el verdadero amor entre sí?

Capítulo 1 Liona Davison

Resultaba hipnotizante ver a una joven inocente, hermosa y deslumbrante corretear con los pies descalzos.

Era una rara belleza juvenil con su pureza excitante, mientras ella corría, su cabellera ondulante se mecía cual cortinas jugando con el viento.

Si de algo estaban seguros los padres de Liona Davison, era que su hija mayor poseía una belleza natural que envolvía al mas recto de espíritu.

La joven se preguntaba sí era algo bueno para ella ser así tan llamativa, pues ya había tenido algunas experiencias desagradables con mas de un bribón o viejo rabo verde.

Hombres de todas las edades, parecían sentirse atraídos a la belleza impactante de una chica de 17 años cumplidos.

Cada vuelta por donde Liona Davison diera, ella llamaría la atención de todos. Incluyendo mujeres.

De cierto modo le incomodaba está situación, Liona era una chica centrada y muy aplicada en sus estudios.

Su meta era estudiar derecho, quería ayudar a las personas que no pudieran tener un abogado si lo necesitaba, en su vida ella vió a personas aclamar justicia y no tenerlo.

Sus padres, sus hermanos y ella vivían en una granja donde tenían ganados y sembraban legumbres, sin embargo para Liona Davison esa vida con su familia era completa, se sentía feliz con eso.

No esperaba irse nunca de allí, su mayor satisfacción era que tenía el amor y el apoyo de sus padres.

Su padre quien trabajara en bienes raíces como una segunda opción de ingreso, le había enseñado a su hija a valorar la vida y sus detalles mínimos, le decía.

"Hija, las pequeñas cosas dan lugar a las grandes cosas en la vida, jamás subestimes a nadie ni te subestimes a ti misma. Eres y serás siempre la mejor, eso está en ti, en tu interior"

A Liona Davison siempre le gustaba las palabras de su Padre, para ella eran baterías que la recargaban, así mismo ella admiraba y amaba a su Padre.

La vitalidad de un ser humano es su familia, sus cimientos vienen de ella, ¿la persona que olvida sus raíces, pierde su identidad. Le decía su papá.

Su relación con él era la de un par de amigos, aunque por ai dicen que los padres jamás deben tratar de ser un amigo para sus hijos, cada quien se conpenetra a cómo mejor aprende a hacerlo.

Los seres humanos somos todos distintos y nuestra manera de ver las cosas también varían.

Nadie sabe que le depara el destino, muchos dicen que somos como un libro en blanco, depende de nosotros que líneas escribir sobre dichas hojas.

Al salir de la escuela, La madre de Liona pidió a su hija ir a dejar el almuerzo de su padre, éste se encontraba en su día de trabajo mostrando un apartamento ubicada en una zona exclusiva.

Con lo que no contara el padre ni la propia Liona, era que ir hoy al encuentro de su padre le cambiaría su vida 360 grados.

Los ojos lascivos del hombre que estuviera con el padre de Liona Davison, cayeron en el rostro y cuerpo de la chica, de inmediato su intensión de llevarla y aprovechar su inocencia invadieron su cabeza.

Un hombre con escasos escrúpulos, alguien que vivía de hacerle daño a sus semejantes, la joven había tenido la desdicha de cruzar en su camino.

—Que jovencita más sabrosa. —dijo el pervertido hombre sin tener una pizca de respeto al estar cerca de otro hombre, en este caso el padre de la chica.

El padre de Liona carraspeó y dijo.

—Es mi hija, por favor respétala —El señor Davison pensó que al saber que él era el padre, el hombre la respetaría, pero no ocurrió así.

—Oh, jojojojo, mi suegro, tú serás mi suegro. —El señor Davison ya estaba perdiendo la paciencia y aclaró aún con respeto y serenidad.

—Ella es menor de edad. Incluso tú eres mayor que yo —No sabía el señor Davison que estaba delante de un psicópata altanero. Alguien que creía que era el dueño del mundo.

—Me importa un carajo si ella tiene tres o cinco o veinte, igual la quiero follar.

—Para que sepas, tengo edad mental de quince añitos, tú, se vé que eres un vejete que no sabe apreciar la vida que tiene y se pasa de aburrido.

El señor Davison miró al hombre, no habló mas, era de la mentalidad de que no se debe perder el tiempo hablando con un necio.

Pero no contaba con que este hombre estaba hablando tan seriamente como para querer llevarse a su hija de su lado de inmediato.

—Vamos suegrito, ¿no te gustaría que emparentáramos? Soy tu yerno, dijo el psicópata por nombre Emilio Casillas.

—Mi hija no se va a ningún lado. Ella es una niña —Gritó el padre de la Chica.

Justo en el momento, Liona Davison vió como aquel hombre sacaba un revólver automático, le apuntó en las rodillas del padre de Liona y sin un poco de empatía o respeto disparó dejando que el hombre cayera al suelo.

Liona Davison corrió a socorrer a su Padre, este sollozaba con dolor en el suelo, como si no fuera suficiente, le volvió a apuntar, esta vez en la sien del padre de Liona.

Liona Davison gritó fuerte y sus gritos eran de desesperación y amargura.

—No le hagas daño a mi papá, por favor mal hombre.

—Jajaja —Se río Emilio Casillas para tan solo decir a la joven asustada.

—¡Que bueno que sepas que soy un mal hombre! por que si no te vienes conmigo, soy capaz de hacerle un colador al cuerpo de este viejo.

—¿Viejo? viejo eres tú, sucio. —respondió Liona.

—Si, mírame, por que soy con el que vas a casarte. —Se rió de la muchacha indefensa, le hizo gestos a sus hombres, estos a su vez llamaron a alguien y en cuestión de minutos apareció un abogado, quien ya llevaba documentos impresos y obligó bajo amenazas para que la joven se casara con el viejo delincuente Emilio Casillas.

Liona Davison la joven inocente hasta hacia unas horas atrás, sucumbió ante el pedido de casamiento con Emiliano Casillas, él estaba dispuesto a sacrificar al Padre, tenía armas apuntando por si la joven se negaba a aceptar sus condiciones.

Después de dicha situación, tomó a Liona del hombro y la obligó a irse con él, pero la joven se quejó por su padre que desangraba, le exigió llevarlo al doctor y dejarle dinero.

Emilio Casillas lo hizo, total dinero era lo que tenía a manos llenas.

Al llevarlo a un apartamento ubicado cerca de allí, Emilio Casillas tomó a la joven y sin reparo abusó de ella, sin duda un día oscuro para una mujer en sus inicios a la vida adulta.

Bien dice que lo que no te mata, te fortalece, Liona soportó toda alas atrocidades que el cometiera con ella.

Cuando ya llorar no soluciona nada, Liona se revistió de una actitud indiferente dejando que el viejo poseyera su cuerpo, más no dejó que ablandara su espíritu.

Pasados unos meses, Liona Davison había sido trasladada a Nueva York, en dicha ciudad, Emiliano Casillas tenía una Villa, allí estaba viviendo con su hijo Humberto Casillas, quién era aún más loco y desquiciado que el propio padre

Este al enterarse que su padre se había casado le tomó odio a la joven, tal como si ella lo hubiera seducido.

Al conocerla también se encaprichó con ella, llegando al punto de chantajear a su padre a separarse de la organización de la que formaba parte.

Una organización delictiva. Tanto Emiliano como su hijo Humberto eran jefes de pandillas nefastas que utilizaba conductos fantasmas para trabajar por debajo de la capa de la ley.

También el chantaje que hiciera Humberto era decirle a su padre que le demostrara que su nueva esposa no era más importante que su propia madre y que lo dejara para el también.

Emiliano Casillas terminó por aceptar sus peticiones, después de todo, él en vez de corazón, tenia un pedazo de piedra o roca.

Humberto siempre era más abusivo que el propio Padre, hacia un sin fin de atrocidades en contra de la chica, usaba herramientas para infringirle dolor, torturas, incluso la violaba analmente.

El destino de Liona Davison estaba descrito ya. Ella terminaría quizás en algún burdel de mala muerte o quizás con una bala entre ceja y ceja.

Para la Chica, cualquier cosa sería mejor que estar bajo el yugo de estos dos déspotas y faltos de misericordia.

Si, ella era una gran víctima de esta situación tan desgarrante, sin embargo aquí estaba viendo a los dos hombres ensañarse con ella.

A pesar de todo ello, aún conservaba el corazón puro y las ganas de volver a ver a su familia no se habían desaparecido.

El espíritu de lucha que Liona alimentaba en su interior era tan grande como la fé que tenía en que se liberaría en algún momento.

Así fue como un día después de ya estar bajo el yugo de los Casillas, como a toda lepra le llega su momento de huir, los Casillas salieron huyendo por que tenían rencillas con otro grupo delincuencial, Liona quedara sola en la Villa de éstos tipejos.

Por la noche, la joven fue despertada por ruidos extenuantes y recurrentes, se asustó tanto que corrió a meterse bajo la cama, no pudo así que quiso entrar al baño, pero entonces escuchó la voz de algunos hombres al cruzar el umbral de la puerta.

—Mira a quien tenemos por acá, una putilla de ese mequetrefe. —Un segundo hombre dijo.

—Al menos no nos iremos con la mano vacía, nos llevaremos a su perra.

Las palabras de los hombres hicieron sentir tanta ansiedad que la chica se desplomó al suelo.

—Tenia la intención de golpearla —Dijo un tercero.

—No, no puedes. Mira que al patrón le molesta el maltrato a mujeres inocentes.

—Ya lo dijiste, inocentes, esta interesada no es nada inocente, mírala bien, anda con un corrupto de lo peor por interesada.

—Es la muñeca de esa copia barata de mafioso.

—Si, nada de palabra de ley que tenga ese idiota —Dice otro.

De entre ellos sobresale uno, le ordena a todos.

—Vamos, hablen menos y trabajen más, nos vamos de aquí.

—¿Que pasará con su perra exclusiva, la matamos? —Liona sintió una punzada grande en el pecho, aunque por otro lado si quería morir.

Pero aún así tenía miedo. Miedo a dejar a su familia después de su partida. Hasta que escuchó la voz del otro hombre, este tenía la cara con una cicatriz cortada, se veía muy rudo y cara de pocos amigos.

—Tráela.

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