Un aliento de amor es la última pieza que una persona necesita para sentirse vivo. Es la última pieza faltante en el rompecabezas del corazón, y nadie podría estar completo sin él. Es aquello que te ayuda a respirar y es capaz de encender las luces del alma. ¿Pero y si ese aliento de amor llega en el momento menos indicado? ¿Huirías de él o harías todo por mantenerlo a tu lado? Alexandre Clarck es el jefe del Hotel Clarck, el cual le pertenece a su familia y por el que ha trabajado durante años. Heaven Duch es una talentosa organizadora de bodas, además de ser asistente corporativa y personal. Es una mujer respetable, elegante y tiene una cálida sonrisa. Cuando ella debe dirigirse a Nueva York para cumplir con un nuevo trabajo, su vida y la de Alexandre se unirá a través de una noche mágica llena de estrellas en la que se conocen y quedan fascinados con el otro desde el primer instante. Pero, solo hay un solo problema; él tiene un compromiso previo gracias a sus padres, aunque no siente nada por su prometida. Por alguna razón, él decide ocultárselo a Heaven y permitir que la unión entre ambos continúe avanzando, sin embargo, cuando ella se entere de la verdad ¿Será capaz de perdonarle el engaño y recuperar el aliento de amor que ha habido entre ellos?

Capítulo 1 Prólogo.

Al escuchar que una dulce voz me saludó, volteé a ver inmediatamente. En ese momento juro que mi corazón dejó de latir cuando observé a la preciosa mujer que tenía a mi lado.

Su cabello castaño llegaba hasta sus hombros, su cuello era esbelto y delgado, sus labios gruesos y una sonrisa de lado, una figura espectacular y una expresión divina. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fueron sus ojos: prominentes y pestañas alargadas.

Tragué saliva, evidentemente nervioso, pero me atreví a responderle:

—Buenas noches, señorita —le sonreí levemente y sonrió aún más. Dios mío, qué hermosa sonrisa.

—La noche es hermosa y está llena de estrellas —comentó y me fijé en lo que había a nuestro alrededor: el cielo estaba lleno de estrellas curiosamente y había una linda medialuna. Al estar en la terraza del hotel, teníamos la vista de todo Nueva York y sin duda alguna era magnífica.

—Tiene razón, es una noche muy bonita —quería preguntarle su nombre, pero los nervios me ganaron.

—A pesar que no me gusten tanto las ciudades ruidosas y concurridas, Nueva York es la excepción —dijo y me atreví a observar su delicado cuerpo una vez más. Además de tener un atractivo físico, su voz era como una suave melodía.

— ¿Ya ha venido a Nueva York en ocasiones anteriores? —cuestioné enarcando una ceja, tomando un poco de valentía hice mi rostro estuviese en su dirección.

—Ésta es la séptima vez que vengo —Rió—Pero todo ha sido por mi trabajo, en realidad no es que me encante el turismo.

— ¿A qué se dedica? Lo pregunto porque al parecer viaja regularmente.

—Honestamente paso la mayor parte del tiempo fuera de casa...Y respondiendo a su pregunta, soy Técnica Superior en Asesoría de imagen personal y corporativa.

—Entonces debe haber trabajado en varios diferentes lugares ya, y eso explica sus viajes.

—Por supuesto, aunque entre todas las opciones de trabajo que se me presentan...Tengo dos favoritas.

— ¿Me contaría cuáles son? —muy bien, la conversación ha comenzado a tornarse interesante. Parece que ella es una mujer sencilla y honesta y su tono de voz es tan delicado y sencillo.

—Me fascina organizar bodas y trabajar como asistente corporativo o personal —sus ojos tuvieron un brillo especial en ese momento— Es que las bodas son maravillosas, sin embargo, mi parte favorita es cuando los novios dan el sí.

—Entonces... ¿Eres una persona romántica o nada más te encanta ver a los demás serlo?

—No he tenido oportunidad de comprobar aquello...No es que no he tenido parejas en el pasado, pero, no he amado fuertemente.

—Qué te diré yo que no he tenido suerte en el amor.

— ¿Así? ¿Por qué lo dices?

—Ser uno de los magnates más grandes de la ciudad, las mujeres están detrás mío por la fortuna que poseo.

— Con qué eres un magnate, ¿eh? —me molestó, causando que ambos riéramos fuertemente — ¿A qué te dedicas?

—En realidad soy el dueño de este hotel.

— ¡Oh, debes ser el hijo mayor de los dueños del hotel! —respondió y asentí levemente.

—Exactamente —le di la razón— Soy Alexandre Clarck, encantado de conocerte.

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