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Negada para el amor

Negada para el amor

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Amanda Vértiz es una hermosa mujer que a sus 25 años no ha conocido el amor. Se ha llevado varias decepciones y eso la mantiene a la defensiva en el terreno amoroso por lo que la han catalogado como fría e insensible. Ella tiene una gran pasión, los eventos hípicos, participa en varios destacando por su disciplina, su entrega y su coraje. Ha quedado huérfana y heredera de una gran fortuna, aunque también heredó de su padre, la responsabilidad de cuidar y ayudar a su prima hermana, Elena, que es completamente opuesta a Amanda, libertina, rebelde, resentida y con un odio profundo hacia su prima que además es su albacea, por lo que tiene que someterse. Otro de los problemas que enfrenta Amanda, son los rumores que corren en torno a ella, la mayoría la cree lesbiana y eso no sólo le provoca coraje y desesperación, sino que además atrae la presencia de Andrés de la Ronda, un hombre de 34 años, plenamente vividos. Cuando Andrés y Amanda se encuentran, un sentimiento inexplicable surge en sus pechos, pero hay tantas cosas que los separan que constantemente están peleando lanzándose puyas, frases con doble sentido y mucha ironía. Más en medio de todo eso, el sentimiento que lo embarga es más fuerte cada vez y ninguno de los dos se atreve a dar el paso definitivo, ese paso que lo acerque y los lleve a la culminación de lo que están deseando hacer con todas sus fuerzas. ¿Será él capaz de derretir el hielo que cobija la sexualidad de Amanda? ¿Conocerá por fin la pasión la gélida amazona? ¿Cambiará Amanda a Elena o caerá la bella heredera en el desenfreno de su prima?

Capítulo 1 Amanda

Arreglada de manera juvenil, con un ligero vestido de minifalda y un discreto escote que resaltaba su hermosura, con la bolsa de piel colgada a su hombro izquierdo, Amanda, después de agradecerle al conductor del taxi, por su servicio, descendió del auto que la había llevado a su cita, dejando tras de sí un delicado y agradable aroma.

El chofer del carro por aplicación, que ella había solicitado, se mantuvo en su lugar por unos minutos y la vio alejarse, caminando con porte, elegancia y categoría, desbordando una sensualidad tan natural que atraía las miradas de aquellos con los que se cruzaba en el camino.

Se veía preciosa, era como una muñequita, luciendo sus agiles y esculturales piernas, sus diseñadas y formadas caderas al vaivén de su cintura y la candencia de sus pasos, dejando que su sedosa melena se agitara libremente con el aire, lo que le daba un toque poético a su caminar.

Desde que la viera abordar en el auto, el conductor se enamoró de aquel rostro hermoso, de grandes ojos color miel, cejas bien arregladas, nariz afilada y respingada, boca pequeña, con los labios carnosos y sensuales y una barbilla partida que la hacía verse más bella.

Ajena a las miradas cargadas de deseo del chofer y de los que se cruzaban por su camino, Amanda llegó con tiempo a la esquina en la que había quedado de verse con Jorge del Real, su novio desde hacía tres meses.

Había pasado una semana desde que se vieran la última vez, debido a una fuerte discusión que provocó que ella le pidiera que, ya no la buscara más.

Ese día por la mañana Jorge le había rogado, suplicado, implorado que lo dejara verla una vez más, que tenía algo muy importante que decirle y que si después de eso ella decidía que debían terminar que así lo harían y ya no la molestaría.

Amanda intentó negarse buscando todas las excusas posibles, la insistencia de del Real fue tanta que terminó por disuadirla y aceptó verlo esa misma noche en la esquina de una concurrida avenida para que ella se sintiera tranquila y segura, por si él se empeñaba en volver a discutir la negativa de ella de volver a ser novios, lo había pensado mucho y decidió que ya no quería nada con él.

Mientras avanzaba por la calle, sentía en su cuerpo de todo, menos esa tranquilidad que la hacía dueña de la situación ya que podía controlar lo que viniera, sólo que en ese momento no sabía por qué se sentía inquieta y nerviosa, como si algo no estuviera bien, tal vez esas emociones que experimentaba, eran por las pocas ganas que tenía de haber aceptado la cita.

Si bien Jorge, se había portado muy amable y atento con ella durante los días que estuvieron saliendo como novios, también era cierto que tenía esos momentos que lo hacían insoportable, y más cuando se mostraba de terco y aferrado con lo que quería.

Controlando los nervios que la recorrían de pies a cabeza, se detuvo en la esquina acordada y echó una mirada a su reloj, era la hora precisa de la cita, exhaló un suspiro y pensó que si en cinco minutos no llegaba se marcharía y así se libraría de cruzar palabra con él.

Al levantar la vista vio que el auto de Jorge se estacionaba justo en frente de ella y desde el interior él la invitaba a subir.

Amanda titubeo un poco antes de abordar el auto, en cuanto cerró la puerta, el lujoso y moderno automóvil se puso en marcha de inmediato.

—¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme? ¿Por qué me pediste que viniera sin mi carro? —preguntó ella de inmediato sin darle un saludo al ver que el comenzaba a conducir por la amplia avenida.

—Te tengo una sorpresa y por eso te pedí que vinieras sin carro… sólo ten un poco de paciencia y ya verás de lo que se trata… te aseguro que ni siquiera lo imaginas y será de tu total agrado.

La hermosa mujer no insistió, decidió esperar y sus nervios aumentaron, en verdad no sabía lo que podía esperar de aquel rico heredero, más trató de serenarse en espera de lo que viniera.

No sabía cómo, interpretar ese desasosiego que experimentaba en su cuerpo, tal vez era su sexto sentido o tal vez estaba presintiendo algo que no le gustaba, de una o de otra forma, no se podía tranquilizar.

El auto llegó hasta la cochera de una elegante casa a las orillas de la ciudad, después de estacionarlo, Jorge le pidió que bajara y lo acompañara.

—Lo que tengas que decirme… hazlo aquí, por favor, y terminemos con esto de una vez… —le dijo ella con un tono tranquilo sin moverse de su lugar.

—Es que necesito que veas algo… por favor… no te niegues… —suplicó del Real y Amanda titubeo un poco— no te quitaré mucho tiempo, te lo prometo.

Por un momento no supo que decir, había tal sinceridad en él que la confundía.

Ella conocía el lugar y sabía que era una de las tantas propiedades de la familia del Real, bajó del auto y caminó al lado de Jorge hasta una pequeña terraza en donde se veía una mesa elegantemente preparada para una cena.

Cubiertos, platos, copas, vasos y unos hermosos candelabros de oro con unas velas encendidas, un hermoso ramo de rosas blancas, sus preferidas y una botella de champaña en una bella hielera.

La visión de aquel escenario romántico emocionó por un momento, se controló y con su acostumbrada seguridad le dijo:

—¿Qué es todo esto…?

—Un poco de lo mucho que tú te mereces… —respondió Jorge sonriendo y luego, poniéndose de rodillas, sacó de su bolsillo un estuche, lo abrió y un hermoso anillo con un diamante solitario relumbró a la luz de las velas— ¿quieres tener brindarme el honor de ser mi esposa?

Amanda nunca imaginó que aquello le pudiera pasar a ella, por un momento contempló todo a su alrededor y supo que no estaba soñando.

Jorge era uno de los solteros más codiciados del ambiente social en el que se desenvolvían, la gran mayoría aseguraban que él nunca se iba a casar ya que las mujeres lo acosaban y estaban dispuestas a todo con tal de pasar una noche entre sus brazos.

Y ahora, lo tenía ahí, de rodillas frente a ella, pidiéndole matrimonio de una manera, que aunque trillada, era romántica, el sueño de cualquier mujer, aquello era como para no creérselo, le parecía tan irreal que por un momento pensó que estaba alucinando y que nada de aquello estaba sucediendo.

—¿Qué me respondes, hermosa? —la voz de Jorge la sacó de sus pensamientos y la volvió a la realidad del momento.

—Que no… no puedo casarme contigo —respondió con firmeza, sin delatar emoción alguna en su hermoso rostro.

—¿¡No…!? ¿Por qué? —preguntó Jorge poniéndose de pie frente a ella y mostrando claramente el coraje por la decepción que sentía.

—Porque tú y yo no nos amamos… porque, aunque eres un buen amigo, también eres egoísta y sobre todo muy cruel cuando no obtienes lo que quieres, porque no hay nada que nos pueda hacer pensar que llegaríamos a amarnos algún día… ¿con esas razones tienes o quieres más?

—No entiendo… la verdad es que no te entiendo… tú misma me dijiste que esperabas que no fueras para mí como las otras mujeres con las que he tenido alguna relación y ahora que te muestro la sinceridad de mis sentimientos y te ofrezco matrimonio, me rechazas.

—Soy sincera, como siempre lo he sido, así que si no tienes algo más que…

—Espera… espera, por favor… —dijo del Real con una humildad que ella no le conocía— ya que no quieres ser mi esposa, seamos los buenos amigos que hemos sido siempre… ¿te parece bien?

—No veo por qué no… me agradada tu compañía y disfruto de tu plática, aunque no te aseguro que nos veamos con mucha frecuencia, bien podemos seguir siendo amigos sin problema alguno.

—Entonces brindemos por nuestra nueva amistad y para que esta perdure por siempre, ya que si en el amor no nos comprendimos en la amistad seremos los mejores camaradas que se pueda encontrar —respondió él caminando hacia la hielera de dónde sacó la botella de champaña.

—N-no… mejor ya llévame a mi casa, tengo… —intentó detenerlo ella cuando él ya servía en las copas.

—Un brindis no te quitará mucho tiempo… dame al menos ese consuelo para no sentirme tan mal ante tu rechazo… sólo un brindis por nuestra amistad.

—Lo siento… pero no quiero beber… mejor ya llevame…

—Ya quedamos que vamos a seguir siendo amigos como siempre… así que no me niegues un brindis, no vas a perder mucho tiempo y…

—De acuerdo… un brindis y nos vamos… prometelo.

—Te lo prometo, sólo un brindis, no te voy a pedir nada más, aunque la cena que te mandé preparar se eche a perder, con brindar contigo me contento.

Amanda, sin muchas ganas, recibió la copa que él le ofrecía

—A tu salud… —dijo él estirando su copa hacia ella

—Salud —y después de darle un pequeño golpe con la de él la llevó a sus labios, bebió un poco y no le gustó el sabor, estaba acostumbrada a los licores buenos y la champaña le sabía rara, así que dejó la copa en la mesa.

—Bueno… ya brindamos… ¿me puedes llevar a mi casa? —le dijo resuelta

—No te has acabado tu copa… bebe hasta el fondo.

—No… no tengo ganas… ya bebí como tú querías… ahora ya me quiero ir, por favor —dijo ella sintiéndose un poco mareada

—¿Me das un beso de despedida? —pidió Jorge al ver que ella parpadeaba

—No… ya estuvo bien… si no me llevas me voy yo sola y…

De pronto sintió que las piernas se le doblaban, estuvo a punto de caer al piso, él la detuvo y la ayudó a caminar hasta el sofá que se encontraba a un lado, Amanda sintió que las manos de del Real recorrían su espalda acariciándosela de manera morbosa, hasta detenerse en sus caderas.

Quiso aventarlo, no tuvo fuerzas, sentía que de un momento a otro iba a perder el conocimiento, así que trató de concentrarse, no podía quedar desvalida frente a Jorge que no tenía buenas intenciones.

Comenzó a aspirar y a expirar con ritmo, tal y como le había enseñado a su padre a controlarse para cualquier evento importante que tuviera, sólo que ahora buscaba reaccionar, sentía las manos de él acariciando sus piernas, por dentro y por fuera, los labios de Jorge besaban sus mejillas, su cuello y en ocasiones lo recorría con la lengua.

Amanda sintió que la mano derecha de Jorge buscaba la forma de despojarla de sus pantaletas, fue entonces cuando pudo reaccionar, aunque no estaba totalmente en sus cabales, si se había repuesto un poco.

Lo empujó con fuerza mientras se acomodaba su ropa íntima:

—¡Déjame…! No quiero que me toques de esa manera… ¡respetame!

—No te pongas difícil… no ganas nada… —dijo él con cinismo— a ti lo que te hace falta es un hombre que te haga sentir mujer… así que no retrases lo inevitable… conmigo vas a aprender todo lo que necesitas del amor.

Haciendo un esfuerzo supremo, Amanda ya se había levantado del sofá sintiéndose aún mareada y no perdió el tiempo respondiendo a las palabras perversas de Jorge, cuando vio que él se acercaba con los ojos inyectados por el deseo, no titubeó un solo instante y le lanzó una potente patada, de frente, que se clavó con fuerza en las partes nobles de del Real.

El impacto fue brutal, por unos momentos, Jorge, quedó paralizado sin alcanzar a comprender lo que le había sucedido, un fuerte y profundo dolor lo recorrió por todo el cuerpo, restándole fuerzas, luego se desplomó cayendo de rodillas mientras que con sus manos trataba de aliviar la parte afectada.

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