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Tentación y Mafia

Tentación y Mafia

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71 Capítulo
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Camille es una chica que vivía en las afueras de los Ángeles, apenas había obtenido su título de administración de empresas, había decidido dejar el hogar de sus padres, se fue a vivir a un pequeño departamento sola en los Ángeles. Una noche de lluvia, y sin servicio eléctrico en la zona donde vivía, es perseguida por dos hombres que querían atraparla, pues ella posee información muy importante de su jefe. Cuando es atrapada por estos enemigos de Jared Corbit, milagrosamente es rescatada por Edward Bronson, un reconocido fiscal del estado. Ella vivirá momentos de angustia que marcarán sus emociones. Edward se sentirá atraído por ésta chica y terminará enamorado profundamente de Camille. Los sentimientos encontrados de ella, al poseer información confidencial acerca de Jared Corbit,le harán dudar de las verdaderas intenciones de Edward hacia ella, al estar él dentro de la ley y el orden. Poco a poco los dos irán cediendo ante el amor, apartándose del peligro que representa el trabajar para su jefe mafioso.

Capítulo 1 Persecución

Ella corría con todo lo que sus piernas le permitían, sentía que su corazón estaba a punto de estallar por el esfuerzo, en su estómago sentía una presión que la ahogaba, pero no podía dejar de correr, sabía que si paraba su carrera la atraparían, debía esforzarse más.

¡«Oh Dios, ayúdame» pensó, « dame fuerzas para seguir corriendo», suplicaba en su mente que no paraba de pensar; ¿cómo saldría de aquella carrera que había iniciado hacía más de veinte minutos?

Sentía que sus pies pesaban como pedazos de cemento duro, necesitaba seguir corriendo o la atraparía.

Estaba muy incomoda cuando caminaba por la avenida que estaba a oscuras, había llovido y todo parecía una boca de lobo, muy oscuro, caminaba muy rápido apretando su cartera contra su cuerpo, como si ese objeto le diera la protección que necesitaba, no era un lugar muy seguro.

Había tenido que ir a culminar un trabajo en la oficina donde trabajaba y la lluvia torrencial la había mantenido sin salir y cuando por fin dejó de llover, había fallado el servicio eléctrico y para colmo, su jefe justo había llamado diez minutos antes para informarle que no podría llevarla hasta su casa.

¡«Maldita sea»! Había pensado cuando se vió sola en la oficina, la otra chica se había ido bajo la lluvia con su novio en una moto, ella no tuvo más opción que esperar a su jefe, solo para después tener que salir a oscuras en una calle que no prometía nada bueno.

De repente los vió salir de una esquina, eran dos hombres que al verla le habían demostrado cuáles eran sus intenciones,. ella sintió un frío en su estómago que casi la paralizó, pues se dió cuenta que eran enemigos de su jefe.

Se obligó a caminar más rápido y al pasar al lado de estos tipos, casi volaba con sus pequeños pies.

Sintió como ellos empezaron a seguirla, caminaban detrás de ella, la llamaron por su nombre y empezaron a acelerar sus pasos tras ella; no sabía a ciencia cierta porque conocían su nombre, pero sabía que no tenían buenas intenciones con ella.

En un momento, sin darse cuenta empezó a correr, no entendía qué había pasado con todos los taxistas; ¿Acaso se habían derretido bajo la lluvia?

Necesitaba qué apareciera uno urgente, pero ningún carro apareció para ayudarla a llegar hasta su pequeño apartamento, que solo estaba a diez cuadras de su trabajo, pero esa noche como que era más larga la distancia, pues sentía que no avanzaba.

Seguía corriendo y sentía arder su pecho, tenía ganas de vomitar, de llorar, pero solo debía correr, vió un pequeño claro a lo lejos, necesitaba llegar a esa luz.

«Dios, dame fuerzas para llegar a la luz» —pensaba— de repente sus piernas ya no respondieron, sintió como cayó al suelo y rodó con todo el peso de su cuerpo, sintiendo dolor en sus rodillas y codos por las laceraciones.

Los vió llegar sobre ella profiriendo maldiciones.

— ¿Qué pensabas maldita perra, que ibas a escaparte?— gritaron los hombres.

Uno la tomó por sus brazos inmovilizando por completo sus movimientos, sintió como la alzaban entre los dos para cargar con ella como si fuera un paquete.

— ¡Sabemos quien eres y que tienes la información que necesitamos!— dijo uno de ellos.

— ¡No se de que hablas!—se defendió ella.

— ¡Claro que lo sabes!— gritó uno de ellos— eres Camille Eubank, secretaria de Jared Corbit, y tú nos dirás todo o te irá muy mal.

De repente se oyó una voz detrás de los dos hombres.

—¡ Suelten a esa chica, malditos!— tronó la voz.

Uno de los hombres se volteo y se encontró con el círculo oscuro de un cañón de una pistola apuntando directamente hacia él.

— Eres tú solo y nosotros somos dos— gritó el maleante— esto no es asunto tuyo,esta chica es muy importante para nosotros— siguió gritando uno de los hombres.

El hombre de la pistola también gritó:

— ¡Ahora es mi problema y necesito a esa chica, porque también es valiosa para mí— gritó el hombre con la pistola alzada, los seguía apuntando— ¡Tengo suficientes balas para los dos malditos y les juro que no dudaré en disparar!— dijo con decisión— ¡suelta a esa chica!— gritó.

El otro se volteo lentamente, bajó a Camille, depositandola en el suelo, a lo lejos se escuchó la sirena de una patrulla, estos dos tipos intentaron moverse y el otro gritó:

— ¡Quietos!— dijo— les juro que voy a disparar.

Uno de los dos, trató de moverse hacia el de la pistola y éste sin dudar lanzó un disparo; se paralizó por completo, inmediatamente llegó el carro con dos policías. Bajaron rápidamente y dijeron:

— Usted fue quien llamó?— preguntó uno de los agentes policiales.

— Si, señor— dijo el de la pistola— estos dos intentaban llevarse a la chica, llevenselos y yo me ocuparé de ella, de llevarla al médico, no se ve bien.

— Necesitan formalizar la denuncia señor— dijo el policía.

—Le prometo que lo haremos— dijo el hombre.

Sacó una tarjeta de su billetera y la entregó a los policías, éstos se quedaron tranquilos al ver el nombre de quién aparecía en el pedazo de papel.

— Está bien, señor— dijo uno de los agentes— nos quedamos tranquilos al dejar a la chica con usted.

El hombre se quitó su chaqueta y cubrió a la chica quien estaba aun en el suelo, empapada sin saber que hacer, la metió en su carro, tomó sus pulsaciones y se dió cuenta que no estaba tan bien, entonces se dirigió a ella y le preguntó.

— ¿Te sientes bien?— preguntó él hombre — soy Edward Bronson, ¿a dónde te llevo?

Ella estaba en shock, así que decidió llevarla hasta una clínica que estaba cerca de allí.

Al llegar, pidió atención inmediata, esperó unos minutos para saber de la chica y como se encontraba. El doctor salió unos quince minutos después informando.

— La chica está en shock, tuve que ponerle un calmante, quizás va a dormir toda la noche— dijo el galeno.

— Doctor, éste es mi número— dijo el hombre, extendiendo una tarjeta— por favor apenas despierte llame.

El médico asintió con su cabeza de manera afirmativa, el hombre salió dirigiéndose a la estación de policía a formalizar la denuncia de los maleantes, luego se dirigió a su residencia.

Tenía el ceño fruncido por el enojo y la preocupación, esa chica lo estaba pasando muy mal, él no tenía idea porque se había desvíado por esa calle que jamás frecuentaba, debía ser cosas de Dios.

Estaba cansado, vió la hora, eran las once; decidió darse una ducha caliente y después llamar al hospital y ver cómo estaba la chica.

Así lo hizo al salir del baño, la chica había reaccionado, le informaron; decidió que iría a verla, pidió que la mantuvieran allí mientras él llegaba.

Unos minutos después estaba en la habitación de la chica, cuando entró ella tenía sus ojos cerrados, la contempló por breves segundos, era muy hermosa, no se veía frágil, parecía una mujer de temple. Ella abrió los ojos lentamente y dijo:

— ¿Terminó de mirar?— preguntó con voz clara.

El se sorprendió ante aquel hermoso color de voz y dijo:

— Pensé que dormía y no quería molestarte.

— ¡Gracias por rescatarme!— exclamó ella— ¡Casi me atrapan, sino es por tu oportuna llegada.

— Me alegra que estés bien— dijo él— Soy Edward Bronson.

— Sí, ya escuché tu nombre— dijo ella— pero estaba como paralizada y no podía hablarte, ya estoy bien, me gustaría irme a casa; ¿puedes llamar un taxi?

— ¡Yo puedo llevarte!— dijo Edward.

— ¡ Oh no quisiera causar molestias!— dijo ella— por cierto soy Camille Eubank.

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