img Bajo su secuestro  /  Capítulo 2 La cita | 14.29%
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Historia

Capítulo 2 La cita

Palabras:1188    |    Actualizado en: 22/07/2023

las miradas de los demás y quería concentrarme en lo más importante, la salida. Mi alarma de las seis en el

l botón de parada y

alle. Caminé lo más rápido que pude hacia el centro de convenciones. Emmanuel y Alex estaban esperando, e

sastre —agaché un poco mi cabeza por la vergüenza, tenía esa c

cabamos de llegar t

taurante quedaba cerca

n cuidado las luces del semáforo antes de cruza

pa, aunque mi amigo Emm

e me ha dado la oportunidad —dirigí mi mirada a E

oy de

conocieron?

ndaria —res

de diez años ya se lo puede considerar

cen —respon

rante de la esquina de enfrente. E

a mesa para nosotros cerca del mostrador, mie

e sabes lo que tu am

te da esos privilegios —respondió A

el cajero—. No pudo dormir la noche a

cajero nos preguntó si pediríamos juntos en una sola factura, le dije que no. Pedí mi

s gracias —añadió Alex al sentarse a lado de Emm

el país… —Alex me interrumpió en medio de

fue —dijo Emmanuel—. Como te habrás dado cuenta de que

é intentas deci

e, el brillo en sus ojos sigue sien

ex al sentarse a mi lado—. ¿Te importaría pasarme mi p

aci

chó después de tanto tiempo. Salimos del local y nos dirigimos al Malecón del Salado, me hubiese gustado negarme a irme con él, pero no pude resistirme, quería estar a su lado. Hicimos parar el primer taxi que se nos cruzó, él se ofreció en pagar la carrera, pero le in

trabajos pesados para las productoras

a comunicación a través de videollamadas —respondi

regunta te incom

ir del auto. Caminábamos rumbo al malecón cuando las personas que circulaban entre nosotros nos miraban disimuladamente. Una mujer pasó a mi lado empujándome con tanta fuerza que perdí el equilibrio y di un traspié, pero Alex me rodeó co

a! —gritó la mujer ataviada con una camis

en cuenta lo que la mujer había vociferado j

tenido que oírla —alejé

sordos —me ayudó a levantarme

, no tienes de

sonaba igual que un

jillas se ruborizaron y podía se

me primero —me rodeó nue

s del Malecón del Salado y se detuvo por

as sacaba de su maleta una cámara semiprof

ambién fueras f

y un afi

rsonas fijaban sus miradas en nosotros, pero luego observé el mismo brillo en sus

jor —besó mi mejilla. Luego de tomar

etes con sus manos frías, y me propinó un beso en la comisura de mis labios. Por un momento mantuve los ojos abiertos, me sentía conf

ado —suspiré—. N

acarició m

o una voz que conocía perfectamen

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