cuando Gael entró a la parte tra
a después. Con suerte se emborracharía con
levantó con rapidez para apagar la luz y cerrar la ventana par
s le quitó toda su documentación y la secuestró. Llevaba más de cuatro años sufriendo un marti
tratos eran cada vez peores. Se mantenía en pie a fuerza de voluntad y amor por su p
cuando los gritos y las risas f
amantes en la casa, ni mostrarlas frente a ella,
e había agotado y solo deseaba sob
ar sus alas y volar en libertad. Casi no podía r
en que los hombres empezaran a hacer disparos al aire. A la primera detonación su
retumbó en la noche y solo provocó
Aunque la paz duró muy poco. Escuchó la maldición de G
la hizo abrazarse con más fuerza a su hijo—. ¡Calla
na, si ella no lo hacía él lo to
zo y cerró los ojos. Le dolía la humillación, s
vitarle ver la depravación, mientras
ntes—. Vamos, bebé, deja de llorar, por favor. Te lo ruego, mi vida, no llores —susurró
graron que el pequeño Mateo cesara de gritar. El bebé pod
olvió a gritar Gael y corrió al i
e esconderse, aunque sabía que no ten
golpes de la última vez, no quería
eño en la esquina. Se sentó frente a él para cubrirlo con
ió y golpeó la pared—. Deja a Mateo, es un bebé, por f
los gritos y los disparos provocaban esa
has veces a Gael, pero en todas el
y, aunque casi no hablaba, ella sabía que
su frente y deseó que jalara del gatél guardo el arma en su funda
Ya sabes que solo puedes cantar para mí —dijo y sin darle tiempo a
cto, pero de ella solo escapó un gemi
o más cruel y mientras se desquitara c
e había llevado todo lo que ella era. Respi
entre lágrimas—. Prefie
impotencia y de la depresión
rostro, en esa ocasión fue un bofetón qu
hó por mantene
ese chamaco gritón sí voy a matarlo, no serás de otro hombre, ni siquiera de tu p
de defender a su pequeño—. Si lo dañas, me mataré y se te acabará tu jugu
llo hasta levantarla del suelo. Eve intentaba so
s hombres y este no ta
, pat
haces no te dejaré ver a tu hijo —bajó el tono de voz a un susurro y le dijo junto al oído—: Yo no
sus palabras. Hasta que vio como su empleado se llevaba a
rvió para que Gael escuchara sus súplicas. Hasta que Martín entró en la ha
lla para que lo sostuviera, después le colocó un suéter
e dañen a una mujer y a su hijo. Hay un coche fuera esperándote, lo manejarás s
ño con cuidado y lo c
Si sabe que fuiste
ó con dolor y
de salvarla. No dejaré que te ocurra a ti lo mismo, sé qu
ltaba el aire y las fuerzas. Había logrado que no la e
sto. Por más que había priorizado a su hijo a la hora de beber y alimentarse,
abían agrietado y solo el miedo a que Gael los
n vida le parecía todo un milagro. Había recorrido más de 1000km para
oltera que tuvo que darla en adopción por falta de medios para criarla. Estuvo a cargo del estado h
hiciera llamativa, pero tenía una gran voz. Antes de que todo en su vida se hundiera, la habían bautizado co
a. Se enamoró de él, de sus detalles, del cariño y el falso amor que le prometió
ó que si no era para él no sería para nadie. Eve no sería para nadie por
r a esa vida pre
ro su hijo… Evelyn no podía permitir que nada malo le sucedi
un suspiro y caer de rodillas al suelo
lamar por ayuda. Intentó pedir protección al consulado de
comprarla y Gael era un hombre poderoso. En eso no le mintió, l
vocecita de su hij
los ojos llorosos y el rostr
ado, sucio y
más podría sopor
sonreírle para infundirle calma—. Vuelve a dormir,
que continuaría, sería un llanto desesperado casi imposible
desesperación. Allí ya no encontraría nada, pero soñaba con un milagro y que, p
quedaban unas cuantas gotas y la colo
le susurró con cariño y con las l
sus manitas y la sostuvo
le hacía honor a su nombr
í misma para darse ánimos. Sabí
uella en su cuerpo. Se quitó el suéter que llevaba y lo colocó alrededor de su pecho para atar a
urado, apartó el mi
—pidió y, casi sin ver por dónd
se en pie. Caminó unos pasos, pero las piedras d
o el agua los cubrió y volvió a emerger
rror que escapaban de sus pulmones
agua no les daba tregua y el miedo a morir ahogados era cada
ublada. Su cuerpo le pedía rendirse y dejarse arrastrar,
llanto de su hijo se mezclaba con el suy
otar y que el cuerpo del pequ
lso de gritar—. ¡Ayuda! —el alarido resonó en el
a aguan
erca, pero sus fuerzas
agua. Los ojos se le comenzaban a cerrar cuand
an en
que pensó antes de desvanecerse y pedir