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Historia
El pecado de Afrodita (Ceo, amor, pasión, erótico, millonario CEO)

El pecado de Afrodita (Ceo, amor, pasión, erótico, millonario CEO)

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Capítulo 1 Uno

Palabras:2135    |    Actualizado en: 14/04/2021

TULO

hija de la belleza se enamora por eq

mi suerte, sin antes otorgarme un apartamento con un año de renta pago. Luego de eso, debía sobrevivir por mi

n sí de su horrible y asquerosa boca de anciano decrepito. El dueño, llamado Garicia no me agradaba, era un hombre bajito, sin cabello y cascarrabias que se había aprovechado de mi nece

aber que nada mejoraría porque le había puesto esper

cidio y donde me colgaría, sobre unas tuberías re

tentar contra mi vida aquella tarde. Mientras que mi autoestima bajaba, el señor Garicia se encargaba de pisotearla cuando estaba en el suelo, con sus

noche el bar estaba repleto de gente, bebiendo en sus

sería la última en la

dijo aquel señor de cabello rubio despampanante y que no paraba

mientras ponía un pun

inal que quería

, el señor tuvo el descaro de tomarme de la m

da—me dijo, mirándome con una g

nocido? Me zafe de su agarre con cier

de trabajo aplastándome como un carro—me reí con b

ima vez que ingeris

siete de

omer? ¿Es que aquí no te pagan lo suficiente? —se es

añaban escuchaban atentamente la co

echen, señor. —me disculpé, sin

sentir la presencia del señor Garicia, quien se había unido

olestado su servicio? —les preguntó él, con cie

libres? —le preguntó el hombre, quien se había levan

as rodillas y parecía rodar los cuarenta años, se posicionó frente a Garicia,

aba breve miradas fulminantes. Apoyé mi frente sobre mi mano,

e suicidaría así que estaba m

jo es muy sano, así que no se preocupe por el bienestar de nuestros empleados que están en las me

tiro

y había soltado esa palabra de una manera inconsciente. Tragué saliva con fuerza y no sa

un ruido insoportable de gente hablando— ¡No podemos comer, no nos da una hora libre para descansar y si protestamos corres el riesgo de que seas despedido!¡Tampoc

Yo retrocedí unos cuantos pasos hacia atrás, viendo como la mayoría de los clientes se marchaban d

el nudo del mismo que rodeaba mi cintura. Lo lancé al suelo y lo pisoteé, sin dejar

ra y sacando un par de billetes, llevándome la paga de

ecía manejable, pero la cara Garicia seguía merodeándome por la cabeza. Su cara roja, incluso su calva cabeza y sus dientes apretados al

n mente ya hace meses. Aquella noche me suicidaría, y no me cansaba

ejanos, quizás algunos compañeros de la escuela. Creo que

Me senté sobre un pequeño asiento frio, oscuro y miré a ambos lados de la calle,

sentidos, las luces extravagantes, la gente siempre animada, el ruido de

n permitido, no podía adquirir algún sentido

cierta forma me sentía orgullosa de haber organizado ese aspecto d

il. Me senté en el primer asiento que vi y me dije a mí misma que mirara por última vez la ciudad, porque sabía que después de aquella noche, no recorda

no quería una vida por al

del gran centro. Llegué y acaricié a varios gatos que merodeaban por allí. Si fuera por mí los hubiera ado

n tantas ganas de comer que quizás, mordería a

amento que tenía como número un siete dorado y mal gastado p

con la pintura vieja despegándose de la misma. Había un televisor que solo tení

amento, y no tuve la suerte en ningún mome

rir quería que sea con el estómago lleno y el corazón contento. Así que me di el lujo de pe

cho, futur

tradora de mi ex empleo y tenía ganas de comer frente a Garicia para demos

de dejar todo impecable (aunque todo fuese un asco) para que

finalmente me di una ducha. Depilé mis axilas, y toda la

quería que sea depilad

cama. Me puse una ropa bastante cómoda y traje un banquillo a la habitación en el cual subiría para poder atar el cinto sobre u

i resistiría mi peso el día en el que colgar

nco (que rogaba que no se rompiera) y me obligué a mí misma observar el anochecer por última vez. La luz de la lu

ba la corta vida de una

ra todo aquello. Cerré los ojos y con un último suspiro, pateé el banco y al instante me colgué

mis manos sudorosas tratando de sacarme el cinturón, fueron una lucha

en pateó la puerta de la entrada con tal escándalo que abrí los ojos de p

ier

rte misma, un hombre que no pude ni siquiera ver, pero si escuchar. Me levantó en el air

por falta

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