dico era frío
chagásica en
os meses
ndo parecía moverse en cámara lenta. Mi teléfono vi
. El titular era enorme: "El heredero de Café Vargas, Mateo
Mi sentencia de muerte
e, lo vi en un
l brazo. No había cambiado nada en cinco años. El mismo cabello oscuro, la
que había am
e que me hab
ndo las miradas curios
ri
re había dejado a su madre por mi tía, convirtiéndonos en una especie de f
ó. Isabella me miró con una
aja y peligrosa. "Tú y yo no somos nada,
eden borrar", respondí,
. Elena, la abuela de Mateo. Sufría de Alzheimer y parecía perdida. Me
ien? ¿Quieres un
ojos vacíos, pe
tras. Era Mateo, su rostro
ate de
nte, alejándome de su abuela. Me arrastró
en mi brazo era doloroso. "Pero mantente lejo
io cruel de mi tiempo limitado. Pero le sostuve la
ablar conti
o llevó a los labios. Sin pensar, mi mano se movió sola, un eco de u
o. Su cuerpo se t
familiaridad del gesto nos golpeó a ambos. Me
e siempre. E
a hacia la salida, hacia el lugar donde to
e humo y música alta.
of
que había patrocinado. Pobre, talentoso y co
ieres, J
esentimiento. Se había metido en problemas,
e demasiado, "puedo ser él por esta noche. Pu
subió por
ia barata", le espeté, m
a. El líquido ámbar goteó por su cabello y su ropa. El bar quedó en
e limpies l
gos, y la expresión de su rostro era de puro asco. Uno de sus amigo
re haciendo un escándalo.
viera. Que viera el desastre en el que me