l sol de la Toscana entrando por la ventana. La voz de
, es C
zón se
ente. Está en el
lia, todo. En veinticuatro horas estaba de vuelta en la Ciudad de
lclore, mi mejor amiga desde que nos conocimos en el internado católico, reducida a un cuerpo que apena
d. Sabía quién estaba
egar a ella era a través de Mate
siete de la tarde. El aire apestaba a sudor y prisa. Cuando Mateo
, con la cantida
plejo de héroe que era, reaccionó al instante. C
e preguntó, con
jos llenos de lágrim
verdad, graci
a humilde becaria de un museo que apenas llegaba a fin de mes. Mateo
itación a su mundo.
ó frente a mí, me miró de arriba abajo y sonrió con desprecio. Se pegaba a Ma
con la vozarrón de quien se esfuer
novia de
iendo mi expre
Sofía. Mu
tó una c
a? Parece una muñequita de porcelana.
stómago. Era ella. La misma víbor
tímida, mientras por dentro mi
nte la basura que recor