iñón era la única salvación; el único compatib
ior amé ciegamente antes de traicionarla, aquella por la que ahora re
al, pero ella no me vio, simplemente ordenó a sus guar
Marcel Hewitt, sino que me sometió a una tortura sistemática: me humilló, me obligó a domar un caballo
tó los dedos por salvarme se había convertido en un
ett lo envió a prisión, tomé mi decisión: el infierno de
n a Lisboa, ocultando una verdad aterr