silencioso, hasta una puerta doble de madera mac

ncia sobria, dominada por una chimenea de mármol y una colección de libros antiguos. Había un hombre de espaldas a ella, de pie frente a uno de

s de un gran desafío, una mezcla de nerviosismo y anticipación. El hombre no se movió de

nte, él

te, el mundo de

bula fuerte y unos labios que prometían tanto peligro como placer. Era la intensidad de su mirada, la forma en que la escudriñó de arriba abajo, como si estuviera desn

Alej

demás. Trina sintió un calor inusual extenderse por su cuerpo, una respuesta visceral que no habí

u voz profunda y resonante.

melodía grave que vibraba en su pecho. Trina se enc

o. Solo A

staba a punto de caer en un abismo, uno del que no estaba segura de quer

sconocida. No era solo la intensidad de sus ojos, de un tono indescifrable entre el gris y el verde oscuro, sino la forma en que la escudriñaban, como si cad

poco más ronca de lo habitual. Se obligó a extender la mano, un gesto prof

brazo de Trina, un chispazo que la dejó sin aliento. Sus dedos se demoraron un instante más de l

diato, pero que le resultaba extrañamente seductor. Sus labios se curvaron en una media sonrisa que no alcanzaba sus ojo

ejó su ausencia. -Gracias. Lo mismo digo, aunq

echo de Trina. -Me gusta la discreción. Especialmente en a

nsos jardines descuidados. -Como puede ver, este lugar necesita su toque. Quiero algo m

mpostura. -Entiendo. He revisado los plan

esafíos. Y sé qu

hablaba del proyecto. Había un subtexto, una invitación si

jo Trina, abriendo su maletín y sacando su tablet. Quería

ra que se sentara. Él se sentó frente a ella, recostándose en el respaldo de su

reación de espacios que evocaran emociones. Mientras hablaba, intentaba mantener la vista en la pantalla, pero sus ojos se desviaban una y otra vez hacia

plicó Trina, deslizando el dedo por la pantalla para mostrar un boceto. -Y alrededor, una selección de pl

co, dice. Me gusta la idea de la hipnosis.

vo. Y bordes discretos para guiar la vista hacia pun

aja ahora, casi un susurro que solo ella podía escuchar. -Quier