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cardo, el magnate del tequila que, según él, había
on devoción, sacrificando mi carrera de dis
la especial, escuché su voz. "Esa pendeja de Ximena se t
an de cómo me había usado, humillado y robado por una ven
en mis pies por caminar sobre brasas, todo fue
la maldad detrás de sus ojos, la crueldad
el odio. Ricardo Santos había subestimado a la mujer que, desde

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