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Historia

Capítulo 4

Palabras:1171    |    Actualizado en: 11/08/2025

cálido. Había un dolor sordo y

os en un incendio en la fiesta de un amigo. El humo era espeso,

a! -había gritado por encim

zado sobre mí, recibiendo el golpe en la espalda.

l hospital, con la espalda cubierta de vendas, me había mi

enamoré. El hombre que me pro

éndome al presente. El hombre que me protegería de una viga en lla

tación de hospital. El olor a ant

a, con la cabeza entre las manos. Le

voz embargada por la em

s, pero estaban envuel

Oh, qué bien, ya despertó. Su esposo ha estad

is signo

jo-. El señor Córdova la sacó a usted

a? -pregunté,

. Anabel. La sacó a ella primero y lu

a ella

golpe físico. En un momento de vida o muerte,

corazón destrozado s

i voz era peligrosamente tranqui

ió. La enfermera p

. La señora Córdova, Anabel, estuvo aquí antes. Acaba d

vaso de agua. Se hizo añicos en el suelo. La enfe

mi cabeza. Lo recordé todo. La grúa saboteada. La car

dola a el

s ojos frío

Andrés? -pregunté-.

a -dijo, su voz suplican

mi mano vend

-dije s

do su rostro. Pensó que había esquivado la bala. No se dio cuenta de qu

je, cerrando los o

algo andaba mal, fundamentalmente mal. Empezó

olo giré mi cara

n pronto como se fue, mis ojos se abrieron

ón estab

manos vendadas. Envié un mensaje al a

lista para prese

otro mensa

matrimonio. El real. Andrés

tas llegaro

o*, del

Ya lo tengo.

digital de un certificado de matrimonio. Expedido hacía siete años. Lo

. Nuestra boda, la hermosa ceremonia, los votos que

a otra mujer.

y roto. Creía saber lo que era el dolor. Estaba

e único y condenatorio hecho. Siete años. Mi precaución era una broma. Mi vida era una broma.

s gritando en protesta. No me importaba. Me pu

ue enfr

ono. Caminé directamente hacia él y le puse mi teléfono en l

n una rabia que era aterradora en su intensida

desvaneció de su rostro. Me miró, con

puedo ex

O, bueno, supongo que no puedo, ¿verdad?

léfono y marqué e

Casio. Ven

ó. Me arrancó el teléfono de las manos y lo estrelló co

este lado de él. Su rostro era una máscar

un gruñido bajo-. Eres mía

é de zafarme, pero era demasiado fuerte. Me arrastró fuera

se movió. Probablemente pensaro

ro. Se subió al lado del conductor y se volvió ha

oz peligrosamente suave-. Te voy a ense

tra casa, sino hacia el nuevo estudio. Ha

había amado se había ido. En su lugar hab

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