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Historia
La Furia de la Esposa, la Dinastía en Cenizas

La Furia de la Esposa, la Dinastía en Cenizas

Autor: Gavin
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Capítulo 1

Palabras:1477    |    Actualizado en: 30/09/2025

o hijo, encontré a mi esposo en nuestra

llamaba "contaminada" por el trauma que mató a nuestro hijo, confesando

ueva dinastía; yo decidí asistir a

ítu

ista de Iv

alles lluviosas de Monterrey, cuando no éramos más que unos chavos con el estómago vacío y los puños llenos de ambición. Así que cuando el teléfono de

amos con nuestro primer millón limpio. Era nuestro santuario, el terreno sagrado y silencioso donde nos permitíamos llorar por el hijo que nunca pudimos abrazar. Encendíamos u

incluso en el silencio sofocante de nuestra pérdida

o de hielo se formó en la boca de mi estómago. Para el mediodía, sin noticias de él, el hielo comenz

e e irregular. Se desplomó sobre mí, su sangre caliente contra mi mejilla, y susurró: "Estoy aquí, Iva. Siempre estoy aquí". Y lo había estado. Durante veinte

plemente..

voz peligrosamente calmada-. Ras

o vaci

dido,

spués. La sangre se me heló. Esta

anqueaban mi coche. Sabían sin necesidad de preguntar. Sabían qué día era y conocían la mirada en mis ojos. Era la misma mirada que poní

erca del porche. Pero había otro coche, un Tsuru viejo y destartalado, estacionado a su lado. Estaba

lido, mordiendo mi piel expuesta. A través del gran ventanal,

pequeña, con el pelo oscuro cayendo en una cascada desordenada por su espalda. Llevaba una de sus camisas, la de cachemira gr

. Era la misma forma en que solía tocarme cuando pensaba que estaba dormida. Un gesto tierno y posesivo que s

ro y aéreo que me taladró los oídos.

eniza. Esto no era una simple traición. Era una profanación. L

os construido junto al agua. Era una simple piedra plana grabada con un solo nombre: León. Nuestro León. A su lado había un pequeño caballito de mad

gris. Luego volví a mirar hacia la ventana, a mi esp

. Se hizo añicos contra el suelo helado, la madera crujiendo con un sonido como el de u

tro una máscara de sorpresa que rápidamente se endureció en algo frío y calculador. La chica, Keyla, se asomó por detrás de él, con los ojos muy a

tas, con las manos en sus armas, formando u

a los pedazos rotos del caballito de madera. Un destello de

on voz uniforme-

voz era algo bajo y peligroso. Señalé con la barbilla a la

tan frágil. Se parecía a como yo era antes, antes de que

rotector que retorció algo dentro de mí, un dolor sordo

tentó, la línea más viej

lloramos a nuestro hijo. Dejaste que usara tu camisa en la casa que

estratega, el que podía ver diez movimientos por delante. Per

-dijo, como si

tra casa. En este día. -Di otro paso, mis ojos fijos en los suyos-. Tien

el último fragmento de mi corazón en mil pedazos. Le susurró al

voz plana-.

e inclinó. Dejó de

to ahora. Frente a mis hombres. F

espalda, al hombre que una vez robó pan para mí porque me moría de hambre, al hombre que me

e helado. Me volví hacia mis hombres. Mi voz era c

ráp

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