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Historia

Capítulo 3 El talón de Aquiles

Palabras:2235    |    Actualizado en: 23/10/2021

oto del Real

dad. Sigo los pasos del agente de seguridad arrastrando mi evidente cojera, recuerdo de mis años pasados entre rejas. Hace tiempo que cumplí mi condena, nueve años ya, para ser exactos; sin embargo, alguna que otra vez me paso pa

modos, aun cuando la hubiera tenido, el secuestro y el posterior asesinado que cometió no lo ayudarían a ser el santo devoto de nadie. A ojos ajenos, puede pasar por un individuo repugnante, frío y despiadado; pero nadie conoce las razones que lo han llevado a ser quien es. Ambos nos parecemos bastante, somos dos hombres solitarios que, simplemente, han tenido mala suerte en la vida. No creo en la teoría que defiende que los seres humanos

o. Sé de buena tinta que es un hombre parco, de pocas palabras, que procura ir directo al grano

ilares en la franqueza. Nuestra conexión surgió del silencio, de verdades soltadas a la cara sin ninguna medida de pr

rme el motivo de mi visita tras ocho largos meses de ausencia. A modo de respuesta, busco en el interior del bolsillo de mi abrigo y saco una invitación de

o en voz alta al tiempo que me mira desconcertado y me devuelve la invitación—. ¿Quién lec

er, mi mayor desgracia. Es el principio del mal que ha llevado mi vida al abismo. Y cuando mi mente dab

puedo el significado de su nombre. Noto cómo los músculos de mi

e, me toca las manos con timidez y me da un suave apretón. Es la mayor muestra de apoyo que es capaz de ofrecerme y, viniendo de parte de un hom

on sencillez, una vez hemos supe

ino emocional, uno que lo derrumbe, que destroce su reputación y, de paso, que lleve a

n talón de Aquiles en algún lado, busca el de Júnior y cuando lo e

los ánimos recibidos. Mi excompañero de

o y formal. Por ahora no hay nada interesante: es sano, deportista, no se droga, no tiene novia ni mujeres par

nos aparentan más mierda ocultan bajo el brazo. —El guardia de seguridad se acerca, indicando con un gesto que los diez min

cosa, me ha insuflado la energía necesaria para seguir adelante con mi plan. Muchos otros en su lugar me hubieran s

llos a los que se les arrebata los sueños, comprenden de un modo asombroso el deseo de desquite personal.

o por dentro, como si hubiese despertado de un largo sueño. Un coche me adelanta por la derecha y el conductor, un chico joven de unos veinte años,

l insufrible «hijo de papá» tenga su momento de gloria. Me abro paso como puedo, la cojera que arrastro me obliga a avanzar con lentitud. Fantaseo con

o llevo dieciséis años sin verla en persona. Tras convertirse en la esposa de Cros, se volvió del todo i

mi plan. Estoy preparado para luchar. Daré pasos pequeños pero efectivos. Con estos alentadores pensamientos rondándome por la cabeza, saco del interior de

ora, no deber

a. Soy consciente que, en vez de sentir por ella esa mezcla de «a

te, pero ha

ra indiferente. Es como una cruz que llevo sobre mis espaldas sa

n par de arrugas muy marcadas en la frente. No creo que ella fuese capaz de reconocerme si me tuviera delante pero, ante la duda, prefiero tomar medidas de protección. Estoy tenso y el ruido que hacen dos niños sentados e

orado. Me giro y le pongo mala cara al hombre q

to hace su aparición en el medio del campo, subido a un esc

o porque hemos conseguido que un hijo de esta casa vuelva a su hogar. Tengo el enorme placer de presentaros a

hasta que localizan una figura vestida con la eq

ión ocurre hace que

el cielo. Es una locura colectiva, un recibimiento cargado de amor y buenas vibraciones. Los simpa

ético como su padre. Levanta las manos en alto y saluda de buen agrado a la gente. Los monitores instalados en el estadio muestran un primer plano de su cara y me

lla, tiene ese a

s de gloria, sino que se mantiene con los pies en la ti

loquecen cuando la nueva estrella hace su primer

a con la velocidad de un rayo entre los aficionados y, en pocos segun

s solo hayan obtenido ganancias. Me han robado a Minerva. Esa evidencia me obliga a respirar con dificultad y me levanto de mi asiento, ajeno a los protestas de las personas a las que estoy molestando con m

l y la tarea que tengo por delante se me antoja gigantesca. Me preg

en mis oídos el sabio consejo d

mi mente abandono el estadi

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