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Historia

Capítulo 2 El primer amor de Madisson

Palabras:1624    |    Actualizado en: 05/11/2021

s, 6 mes

con un gesto el fren

repartir limonada fresca y bizcocho en honor a la Virgen del R

oradas en una actitud implorante—. Mi prima Valerie estuvo el otro día, ¿y qué cree

… —dudó Madisson, aun cuando en su fuero interno hormigueaba la curiosidad—. Mi padre dice que esta

. Aprehendió la muñeca de Madisson y, sin pedir permiso, le abrió la palma de la mano.

platos. Si la médium sabía aquello sin conocerla de nada, podía saberlo todo sobre ella. Madame Neen comenzó a rodearle la ba

la joven, apurada—. Díga

s párpados e hizo un

e mucho carácter. Vivirás en el campo, percibo el perfil de una

ó Madisson con el ceó frunci

la vidente, haciendo caso omiso a la inconfo

nte, ya que la feria se estaba animando y debía

miró con seriedad a los ojos—. Habrá señales equivocadas y muchas lágrimas. La felicidad e

s de los pies como si le hubiesen entrado brasas ardidas en los zapatos. Neen se ocupó del futuro de Maggy, a quien predijo que se casaría en menos de tres meses, para el júbilo de esta, que no veía la hora

de les esperaban sus amigas. Comenzaron a repartir galletas y limonada

ias o estarían solteros. Cuando el grupo de los soldados formó una fila frente al puesto de limonada de las jóvenes, estas se emocionar

s. Ni una sonrisa tan seductora. Cuando se dirigió a ella, unos labios firmes y bien formados desvelaron una dentadura uniforme y blanca. Ella, presa de un embobamiento re

re de voz profundo y atrayente—.

urría entre los dedos. Sin poder remediarlo, observó que abando

y las lágrimas empañaron su vista, listas

ortaron y le vendaron la pequeña herida que sangraba en su dedo meñique. Como ya no podía servir limonada, abando

l que brillaba desde lo alto del cielo. Madisson aclaró la vi

. Disculpe que haga yo mismo los honores, pero carecemos de amigos en

voluntad de la que disponía, le ofreció su mano y, cuando sus dedos gráciles tomaron conta

lpas aceptadas. —Arqueó sus labios dando la oportunidad a su b

giró sobre sí mismo y agarró

compañía? —pregun

e inmediato, abrumada po

se alojó en su garganta. Cuando él prendió de nuevo su mano

mo un colibrí en su nido. Y

doncella tomó consciencia de la situación y retiró la mano. Estaba cometiendo una locura, la mayor de su existencia hasta la fe

evantó y, mientras le tomaba la muñeca con delicadeza y depo

e ir, el deb

esto —se apresur

ecortada—. El próximo domingo en la plaza, mi d

onrisa satisfecha de él, recordó los buenos modales de

del reloj parecían estancadas. Durante el día, Madisson no tenía paciencia para entretenerse con nada y, por la noche, dormía mal

é apretado. El corpiño tenía un escote redondo y, de las mangas tres cuartos, colgaban sendos lazos plateados de seda. Se peinó a la última moda, enrollando varias trenzas alrededor de su melena suelta. Se pellizcó con fuerza los labios hasta dejarlos del mi

ceros aplausos de los asistentes. En ese estado de euforia general, varias decenas de militares hicieron su aparición. Vestidos con sus m

en un banco apartado, flanqueado por un castaño milenario. Madisson rebuscó unas monedas en su

más larga de su vida, contando los minutos y los segundos, igual que ella. Él tam

on comenzaron su noviazgo en secreto, pero firmemente conve

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