Cuando Gerardo tenía franco, le gustaba salir de casa y aprovechar el día, aunque desde la llegada de la foca no podía hacerlo sin sentir culpa,
al volver a casa, a veces, la encontraba llorando, y apenas lo consola
de la manija, tiraba con fuerza y pasaba corriendo, antes de que la puerta cancel se cerrara del todo. Ya no intenta abrirla, es consciente de la traba; cuando Gerardo va al patio, se apoya sobre e
obre el pasto, ella adentro de una piletita inflable para bebés, junto a él, leyendo y tomando mates. Siempre salía primero Gerardo. Recorría el patio de punta
érgola, de manera que pudieran meterse a jugar, o simplemente estarse ahí, disfrutando del agua y del cielo, un pedacito de cielo, que se recort
na de televisión, ha trepado la columna de hierro que la sostiene, y ya en el punto máximo que puede alcanzar, con emoción de niño, se detiene a escudriñar el vecindari
esplandor del sol, y a la convicción de que Gerardo tiene un perro, ve, efectivamente, un perro adentro del agua. Cuando está por dejar de mirar, porque el intenso calor le sugiere dejar de curiosear, y le recuerda que todavía tiene que extraer la antena de televisión, en ese momento el animal lo descubre, y com