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Historia

Capítulo 2 Pecados del pasado

Palabras:1622    |    Actualizado en: 28/01/2022

pero no fue necesario porque el sonido del cierra puertas se hizo presente y

risa simpática que irradiaba alegrí

mí en forma de saludo y yo gustosa la acepté — Puedes pasar ad

rdida. No sabía cómo ubicarme aquí —pronuncié un

conmigo. —Hizo un ademán con su

el llamado de la doctora y entré sin miedo, necesitaba perderlo. Cuando tenía un

que había una camilla de hospital y unos cuantos equipo

uy confundida — Es decir no pare

o si se estuviera burlando de

aquí no

ra de payaso. Aclaré mi garganta para hacerle

qué es? —pregunté c

te lugar es para hablar con el paciente antes de llevarlo hasta

ted psi

la altura de su pecho y con el

charla con mis pacientes antes de que tomen una decisión tan crucial. ¿No te par

nas que ya desean descansar, ¿para qué hace todo eso? — Estaba muy

al menos intento que tomen la mejor decisión; pero si no

omo si hubiese dicho algo que a ella le molestara. No sabía que responderle, por una parte, estaba muy segura de mi decisión; sin

doctora y mis mechones castaños se movieron con el viento. Un silencio sepulcral

? —Observé toda la habitación, y aparte del escritorio de la doctora el úni

con sus ojos de color avellana, dirigió su mir

bacha, y la dejó tirada en su escritorio —Ahora mismo

logró incomodarme un poco con su actitud, pe

ce? — pregunté, mientras me

tan crucial. — La doctora se cruzó de brazos, mientras con su mirada buscaba

ristalizaron y como mi cuerpo tragaba l

o general. Entiendo que no te sientas cómoda ahora mismo, tus razones tendr

resión en mi pecho, ni un calor queriendo liberarse de él y aquel gran número de palabras que querían salir de mi boca

rar mi depresión... — Por un momento, pensé en contarle mi mayor problema, uno de los causant

uaves, creo que trataba de que nadie escuchara nuestra conversación de las puertas para fuera y mis s

a ventana el exterior del hospital. Era un día muy nublado y hacía mucho frío. E

sabe lo que estoy haciendo en este momento. — Una imagen de las vacaciones que tuve en Bra

amos seguramente tienes algo por lo que luchar, si lo tienes aférrate a ello y no lo sueltes, si no tienes algo por lo que vivir, pues

de la Fundación Deseo. En los últimos días ellos, habían sido mi motor

ravillosos; pero aún no sé si sea suficiente. — Mis labios comenzaron a tem

unas palmaditas reconfortantes en la espalda. —¿Tienes algún sueño?, ¿quieres casarte? — La doctora Ayala extendió su mano y me regaló un pequeño dulce,

a sido ayudar a los demás. Desde hace algunos años he luchado por eso. —Pude ca

ujer con una muy buena salud! Créeme he conocido casos de personas que luchan con en

lena de sentimentalismo; simplemente me había encerrado en un fuerte caparazón y aquell

cuenta de todo lo que yo escondía su opinión cambiaria. Me quedé muda pen

untó muy preocupada por

camilla y sin darme cuenta derramé una taza de café caliente sobre mi mano. La doctora Ayala abrió sus

oblema: el no sentir

ayudarme, mientras yo me mantenía como un cuerpo inerte... Mi piel se quemaba, y las ampollas: aque

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