img La puritana  /  Capítulo 3 La travesía | 10.00%
Instalar App
Historia

Capítulo 3 La travesía

Palabras:1676    |    Actualizado en: 13/10/2022

TULO

LA

iradas lujuriosas. Las maderas de los navíos, humedecidas por las sucias aguas del Támesis, se dejaban acariciar, y navegaban una tras otra, como cisnes que huyen de jaula de hierro. Los capitanes, daban orden de soltar velamen una hora más tarde, y sus velas se hinchaban para insuflar vida renovada a lo

portación, de hecho imprescindible, para poder salir de Inglaterra.-le decía mostrándol

e se están conformando en Masachussets. John Winthrop, viaja en la otra nave y cree que al menos dos galeones del rey, recorren las costas cercanas a la de Nue

que buscan la perdición de los siervos de Dios….-expul

a nuestros enemigos como ordenó nuestro Señor, y acumular brasas

rás la tierra profanada de mis antepasados y huyo a una que nos e

su esposo y lo torturaron hasta matarlo. Les confesó el lugar de encuentro de dos familias y no le culpo. Fue lo suficientemente in

o?-las lágrimas de Sendon resbalaron

pudimos hacer por él. Le encerraron en La Torre. Dicen nuestros espías

y un marinero solicitó permiso para entrar. Una vela en el horizonte l

os de él, pero es tenaz en su inte

illo, hasta situarse junto al farol de popa y allí extendió este, para enmarcar en

tas en los costados y son muchas. Pero no distingo su pab

desprendían de sus ropas húmedas y sucias y se cambiaban casi

ieciséis años. Era hija del difunto Macarthy y en su rostro juvenil, se adivinaban la pena y la esperanza, en una extraña comunión. Junto a ella sentada

arle sin miedo a ser perseguidos. Él tiene a vuestro padre junto a Él y nos protegerá. –Le trató de aliviar el dolor que la con

n el templo, que ahora no poseían. Tendieron una cuerda de lado a lado del camarote y fueron entregando a las más jóvenes, las prendas que deberían enjabonar en barreños, para después colgarlas en la cuerda. Ellas aprendían así, a ser esposas diestras en las labores que deberían desarrollar en su futuro matrimonio, y la obediencia debida a su esposo, por medio de obed

cia de un ave de presa, lucía su pabellón

os perdidos. Hemos de ganar distancia. Contra

rdenó con voz poten

e que se trataba de un barco de guerra y las noventa portas, que guardaban en sus entrañas, otros tantos cañones, ponía sobre aviso a los posibles galeones que recorrían

a alcanzarnos ese galeón. Llevamos con nosotros a los sie

ribuida en dos líneas, una a babor y otra a estribor. De alcanzarles el navío español. De poco les servirían y el capitán era consciente de tal porm

No poseían bandera propia que indicase su neutralidad y solo izaron un banderín rojo y negro, como señal de que no se trataba de un barco de guerra. Esperaban que supiesen interpretar tal señal, dado que no existía código alguno capaz de dar a conocer

Todo el mundo bajo cubierta, solo

a del palo de trinquete, fue zarandeado y una ola que penetró por la proa, se lo llevó como a una hoja seca, caída de un árbol en otoño. Su grito fue ahogado por el estruendo del oleaje, que aún quebró

que tiraban desde las vergas a las barandas de babor y estribor, para asegurar el palo. Por los flechastes descendían los que iban terminando de plegar las velas y a duras penas logr

rición del marinero de veinte años, que como ofrenda forzosa a un dios descon

abía desaparecido de la vista en el horizont

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY