scarme. Estoy en el Parque d
qué quería que fuera a buscarlo? Le m
ué bueno q
e escuchaba
. Fi
cesaria la formalidad
á bor
ligente, Becky. Casi ta
mo q
a. Por suerte –el Sr. Fitz comenzó a reír como
tro lado lo mandaba a callar. E
vuelvo a diver
olg
tuve cerca de diez minutos esperando que pasa
tonta» m
o equivocado podría encontrarme una escena terrible, como que lo hubieran golpeado o algo
Todo va a estar bien. Todo va...
a y me arrojé fuera del vehículo. Casi muerdo el
de adivinar la figura del Sr. Fitz en la oscuridad, pero se me hizo difícil, hasta que lo escuché.
favor, salga de
n conmigo y no grites tan alto
ar un respingo y contar hasta diez antes
char? –pregunté al borde
. Creo que eso es lo qu
. Disimulé una sonrisa c
Quería que lo llevara
ecto era un manojo de rizos y hierba seca. La cara la tenía sucia, como si hubiera comido chocolate sin usar las manos, y t
e y, a pesar del terrible olor a alcohol bar
orriendo y luego cayó de rodillas en el centro del parque, con las manos extendidas al cielo nocturno. –Las estrellas, Becky. ¡Las estrellas! ¿No te das cuenta? ¡Brillas como ellas! ¡Brillas! Luego se puso en pie y regresó corriendo hacia mí y me levantó en peso, para darme una vuelta. Traté de no hacerlo, pero co
oble. Luego el Sr. Fitz le dio la
ecialista en Literatura Latinoamericana. –Ese no soy yo. Ese es él, el otro. El nerd. El aburrid
tas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo t
–Bárbara sucedió. Me quedé en silencio. La sola mención de su ex esposa me puso los pelos de punta. –Tiene que bañarse, Sr. Fitz. Se echó a reír. –No creerás que puedo bañarme solo, ¿o sí, Becky? –Yo no pienso bañarlo, Sr. Fitz. –Basta con eso de «Sr.Fitz» –me dijo mientras se quitaba la camiseta llena de vómito seco–. Dime Frank, como mis amigos. ¿Quieres ser mi amiga, Rebecca? El Sr. Fitz parecía que no solo tomó alcohol. Pude adivinar algunas acciones de sustancias más peligrosas y prohibidas. Quizás la historia de El hombre evanescente sí era verídica. Cuando terminó de quitarse la camiseta, el corazón se me aceleró. Sus pectorales no tenían gran volumen, pero sí estaban bien definidos. Además, sus six packs se ma
a humedad comenzó a inundarme. Fitz se me quedó mirando a los ojos unos segundos, y pareció que la embriaguez se le había pasado, que nunca fue. Lo agarré por la cabeza y lo tiré hacia mis labios. Primero, fue el contacto de nuestras lenguas, que se entrelazaron en el aire hasta abrazarse. Después, jugueteamos un rato dentro de su boca y otro rato en la mía. Nuestras lenguas danzaban a un ritmo suave, como una pareja de enamorados a la luz de la luna.
ue decirte otra palabra me iré. El Sr. Fitz se pus
date, por favor –me suplicó–. Vas a mojarte la ropa. –Voltéate –le ordené y se puso de espaldas a mí. Su trasero se marcaba también perfecto. Me quedé en ropa interior y me acerqué a él por detrás y lo abracé. El agua nos mojaba a los dos y él, como
aí en cuenta. Estaba poseída por él. Se había apoderado de mi cuerpo y de mi mente y tenía que detene
Apártate, por favor Frank. No me hizo caso, así que lo emp
becca? –dijo secamen
a, le c
e lla
ó con la cabeza, con
r. Encima de la mesa de la cocina está mi billetera. Toma
os y me vestí rápidamente. Cuando me volteé, Fitz ya se había secado y se ponía unos shorts. –Sabes que esto no puede ser. Tengo antecedentes con una