Después de ese acontecimiento, y los que se vendrían después, me di cuenta de varias cosas. La primera era que Brandon era realmente bueno en lo que hacía, realmente bueno. Yo siempre había sabido que era un chico inteligente, por encima de muchos de los hombres que había conocido, pero era realmente sorprendente su habilidad con los negocios. Sabia como hablar a clientes, a otros jefes, a sus equipos, todo.
No era el tipo más cálido o alegre del mundo, pero era objetivo y sinceramente justo. Lamentablemente, tenía que entender por qué todos hablaban de él y generalmente bien.
La realidad es que con todos era serio y tranquilo… pero conmigo era un glaciar. Me repito mentalmente, cada vez que esto sucedía, cada vez que me miraba mal, cada vez que él pasaba y ni me saludaba: yo así lo quise, yo le pedí que me dejara en paz. Él está haciendo exactamente eso.
Y como ya dije que él era realmente bueno en lo que hacía, también tenía que reconocer que usualmente Brandon tenía razón. Dijo que iba a traer más proyectos y negocios y así fue.
Era una empresa de esquí basada en Aspen, propiedad de la familia Wellington. Según Brandon, eran así como extremadamente millonarios y exigentes, tanto así que querían una reunión presencial y varias propuestas de como hacer mejoras en su marca y mucho de su comunicación gráfica.