El agarre en su cuello estaba tornándose insoportable, Ariana apenas si podía respirar y empezaba a ver su vida pasar ante sus ojos. Luchó con todas sus fuerzas hasta que finalmente pudo zafarse de él.
Consternada, se alejó hasta la pared y se lo quedó mirando con miedo.
Theodore, por su parte, estaba tan tranquilo como si nada hubiera sucedido. Su mirada entonces descendió hasta su vientre y se tornó fría, su expresión era cruel.
"Será mejor que reces para que no haya un bebé en tu vientre, o voy a tener que deshacerme de él de la forma más cruel".
Asustada, Ariana se agarró el vientre con las manos y apartó la mirada. Todavía le dolía el cuello y empezó a toser.
Fue entonces que cayó en cuenta de que Jasper no había mentido al respecto... ¡Theodore era despiadado!
Ella sentía que lo mejor sería explicarle las cosas cuanto antes, pero no tenía el valor para hacerlo.
Por más sincera que fueran sus intenciones, su esposo jamás le creería que había roto con Jasper y había cambiado de opinión sobre su plan.
La mirada de Theodore se quedó fija sobre ella hasta que eventualmente perdió la paciencia. "Lárgate de aquí, ¡y no vuelvas a aparecer ante mí!".
Al escucharlo, Ariana enseguida se puso en marcha y salió. En el pasillo se topó con un hombre trajeado con una sonrisa cálida, pero no le prestó mucha atención.
Como no quería quedarse allí ni un segundo más, desvió la mirada, se disculpó y luego se fue corriendo.
Horace Silence entró en la habitación y encontró a Theodore con la mirada perdida en dirección a la mujer. Sin hacer preguntas, el recién llegado comprendió enseguida que la chica con la que se acababa de topar en el pasillo debía ser la nueva esposa de su jefe.
Si bien estaba intrigado al respecto, no se le ocurrió preguntarle nada a Theodore, pues sabía que estaba molesto. Con un saludo profesional, se acercó a él y procedió a entregarle un documento.
"El doctor ha dicho que está muy bien, señor... Parece que podrá estar en plena forma luego de unas sesiones de terapia". Horace se rascó la nuca y agregó vacilante: "Tal como ordenó, el médico le ha dado a su familia un mal pronóstico... Supongo que ahora aprovecharan la oportunidad para hacerle daño, señor. ¿Cómo le gustaría manejar este asunto?".
Los labios de Theodore se curvaron en una sonrisa mientras miraba a su asistente. "No hay que preocuparse demasiado... Quiero ver cómo todos caen en mi trampa".
Horace acomodó los lentes y agregó: "¿La señorita Edwards también es uno de sus objetivos?".
"Haces demasiadas preguntas, Horace; será mejor que te encargues de tus propios asuntos", lo regañó Theodore.
El asistente se puso tenso en el acto y bajó la cabeza.
"De todas formas quiero que investigues a Ariana, ¡quiero saber todo sobre ella!", le ordenó con frialdad.
Horace asintió. "Como ordene, señor".
*
Luego de salir de la habitación del enfermo, Ariana fue a hablar con la ama de llaves, Judy Kelly, y le pidió que le preparara una habitación para quedarse.
Judy era una mujer de mediana edad, gordita y de buen corazón. Consciente de lo alterada que estaba la chica, se acercó a ella, le agarró las manos y le dijo con calma: "Entiendo que tendrá dificultades para adaptarse a su nueva posición como la esposa del señor Theodore Anderson... Pero no pierda la esperanza con él, apenas acaba de recuperar su conciencia, solo dele algo de tiempo. Estoy segura de que pronto le agarrará cariño".
Aunque Ariana no creía que Theodore pudiera guardar buenos sentimientos por ella, asintió educadamente, pero insistió en dormir en su propia habitación.
Una vez que el cuarto estuvo listo, ella se acostó en la cama para descansar. Por desgracia, no pudo pegar un ojo, pues las preocupaciones acerca de su futuro la atormentaban.
Al principio el plan era estar casada solo en el papel, pues se suponía que Theodore estaba en sus últimos días.
Nunca se le pasó por la cabeza que él despertaría repentinamente e insistiría en divorciarse de ella.
La idea de ser echada de nuevo a la calle la deprimió y, como no quería pensar en eso, decidió entrar a internet para entretenerse. Por desgracia, la primera noticia que encontró solo la alteró más. Era un aviso de la última subasta en Ivebridge. Uno de los objetos llamó su atención, ¡era un collar que había pertenecido a su difunta madre!