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El psiquiatra de la muerte

El psiquiatra de la muerte

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"Las enfermedades mentales no son lo que parecen" Un misterioso psiquiatra cuyos antecedentes pasados se entrelazan con las más oscuras artes descubre un hecho de corrupción que involucra a los pacientes mentales que son confinados a vivir el resto de sus vidas en manicomios. Las altas esferas, corruptas y sedientas de sangre y poder, ocultarán una horrible realidad que él desentrañará. La magia, los demonios y el ocultismo tendrán más relación con aquellas pobres víctimas de lo que todos se imaginan. Sus métodos poco ortodoxos llevarán a más de uno a la salvación que tanto anhelan.

Capítulo 1 Extraña terapia

La tarde empezaba a caer en aquella ciudad. Se escuchaban los gritos y las quejas de un muchacho que se encontraba en recepción, específicamente emergencias, esperando su turno.

Su madre, una mujer que a simple vista parecía de buenos recursos, se disculpaba apenada con las enfermeras del lugar.

—¡YO NO QUIERO ESTAR EN ESTE MALDITO LUGAR! —Exclamaba aquel chico encolerizado. Su madre intentaba controlarlo pero no lograba hacerlo.

Las enfermeras incluso llegaron a pensar en sedarlo para calmarlo pero el chico no se dejaba ni tocar.

—Que pase el siguiente —La asistente del psiquiatra salió junto con el otro paciente, llamando a quien seguía pero luego se asustó al ver el escenario.

—Ven, hijo, es nuestro turno —La mujer intentó hablarle a su hijo pero éste se quejó y empezó a gritar bastante descontrolado.

—¡YO NO ESTOY LOCO, VIEJA! —Le insultó, sin importarle faltarle el respeto—. ¡NO QUIERO VER A NINGÚN PSIQUIATRA DE MIERDA!

—Hijo..., es por tu... bien —Y en vez de corregirle o algo, sólo se mostró asustada.

Como pudo logró convencerlo y al final lograron encontrarse con aquel psiquiatra.

El chico lo miraba con odio, detestaba la idea de verlo pero su madre así lo había querido.

—Buenas noches —La mujer saludó apenada al médico luego de ver que por la ventana ya se veía oscuro—. Disculpe todo el alboroto, pero tiene explicación...

—Quiero que me deje solo con el chico —El psiquiatra no la dejó terminar de hablar y le pidió que se retirara—. Por favor, si puede esperar afuera...

—Está bien —La mujer no parecía convencida pero igual aceptó.

Ambos se quedaron solos y mirándose fijamente, el chico parecía querer atacarlo pero no lo hizo. El psiquiatra finalmente le sonrió.

—¿Por qué actúas así, jovencito? —Le preguntó, en un tono bastante tranquilo. El chico lo miró con odio.

—¿Y piensas que te lo voy a decir? —El chico lo miraba como si de un depredador cazando a su presa se tratase, pero el hombre no se inmutó, sólo volvió a sonreírle con gentileza.

—Yo no creo que estés loco, Jacob —Y al pronunciar su nombre, el chico lo miró con una sorpresa tal que no se creía.

—¿Cómo sabes mi nombre? —Le preguntó, intentando salir del pequeño shock que le había dejado—. ¿Alguien te lo dijo?

—No soy el típico psiquiatra que te diagnosticará esquizofrenia y te dejará a tu suerte con pastillitas antilocura —Su mirada se tornó seria y el chico llamado Jacob sintió un poco de miedo—. Yo puedo ayudarte, pero si no me dices nada, no sabré qué te pasa.

El silencio se apoderó de la sala, el chico tragó saliva mientras lo miraba, sintiendo el ambiente tenso, podía jurar que al psiquiatra le brillaban los ojos en un verde esmeralda, su semblante era frío y daba miedo.

—Mi tío abusa de mí, le dije a mi madre pero ella no me cree, por eso la odio tanto, no le importa lo que me pase —A Jacob se le cortaba la voz al hablar, estaba temblando y hasta empezó a derramar lágrimas—. ¡Ya no aguanto!, ¡No sé qué hacer!

—¿Ves?, allí está el problema, tú no eres el loco, tu tío y tu madre son los que lo están, pero estás de suerte, has acudido a la persona indicada —El psiquiatra se puso de pie y se acercó a una pequeña pizarra acrílica para empezar a diagramar—. Tú eres un muchacho inteligente, ¿Verdad? —Y Jacob asintió—. Bien —Empezó a hacer unos trazos en la pizarra mientras explicaba su punto—. Tu tío te lastima, tu mamá no hace nada y sólo te trajeron aquí porque creen que las consecuencias de tus traumas son locura, si yo fuera un psiquiatra común te mando unas pastillitas para la depresión y ya, pero no, eso no soluciona tu problema porque el origen de él es tu tío, y él sigue aquí, ¿Entiendes el punto?

—Creo que sí, estás diciendo que mientras mi tío siga aquí, no podré librarme de mi problema, ¿Verdad? —Y el psiquiatra asintió.

—El problema es tu tío, es la razón de tu desgracia, y si no se ataca el problema jamás podrás estar en paz —Aquellas palabras empezaban a darle una pista de lo que debía hacer, pero no estaba seguro.

—¿Y qué me recomienda? —Le preguntó, ansioso por conocer su dictamen.

—Si quieres deshacerte de tu trauma, tienes que cortar la raíz del problema —Su voz resonó en su cabeza como una esperanza a la cual se aferraría sin pensar—. Pero esto es sólo para voluntades fuertes, ¿Estás dispuesto?

—Claro —Soltó sin pensarlo. Una sonrisa se asomó en su rostro, pero era una sonrisa que denotaba malicia.

—Entonces tendrás que matarlo tú mismo —Esa respuesta lo dejó helado, no podía creer que acababa de escuchar al psiquiatra recomendarle eso, era una completa locura.

Pero a pesar de lo descabellada que era la idea, la tentación de hacerlo se alojó en su cabeza.

La mirada de aquel psiquiatra era oscura y llena de malicia, sus ojos tenían un brillo asesino que le daba miedo, mirarlo a los ojos le daba escalofríos, ese sujeto no era cualquier persona.

—¿Estás dispuesto? —Le preguntó—. Si lo haces te daré todo mi apoyo, tendrás la ayuda que necesitas y te librarás de un mal, es la mejor opción.

—Me da miedo —Y la razón se apoderó de Jacob—. Yo nunca he matado a nadie, y mi tío es muy fuerte.

—Yo te ayudo con eso, nadie es más fuerte que yo —Le habló, en un tono oscuro y malicioso, arreglándose lo que parecía ser un guante negro que sólo llevaba en una mano, eso era raro—. Tú me dices cuándo y resolvemos esto.

—¿Puede ser esta noche? —Le preguntó, un tanto nervioso.

—Claro, no hay ningún problema, pero será después de que salga del trabajo, anota mi número y me llamas —El psiquiatra le dictó su número y Jacob lo anotó en su teléfono—. Me llamo Wezen, Wezen White.

—¿Wezen?, qué nombre tan extraño —Habló Jacob para sí mismo, jamás había escuchado aquel nombre pero ello le intrigaba.

Anotó todo en su teléfono y el médico le indicó que podía retirarse.

Todos quedaron atónitos al ver al chico sorprendentemente tranquilo y su madre se lo llevó a su casa.

Ya como a las 9 de la noche, Jacob se escapó y fue a encontrarse con aquel misterioso psiquiatra.

—Le voy diciendo que jamás he hecho algo así, así que necesitaré algo de ayuda —Le habló, abrazándose a sí mismo por los nervios. Wezen lo tomó por el hombro y lo llevó a caminar un rato con él para que se relajara.

—Siempre hay una primera vez, Jacob, nadie nace asesino, pero esto sin duda merece la pena, si no lo haces tú mismo no podrás deshacerte de tu trauma, si lo hiciera otro no sería lo mismo. Sí me entiendes, ¿Verdad?

—Sí, lo entiendo perfectamente —Le habló, casi como un susurro, pero Wezen le entendió tan claro como el agua—. ¿Y cómo lo hago? —Le preguntó.

—Yo puedo sujetarlo para que no se mueva y tú le haces lo que quieras con un cuchillo, la idea es que logres desahogarte un poco —Wezen hablaba como si de la propia experiencia se tratase y eso llegaba a perturbarlo un poco, pero era raro, ¿Cómo un psiquiatra tan conocido y bien recomendado podía incitar a sus pacientes a hacer tal cosa?

Eso se le hacía muy extraño.

Llegaron al apartamento del tío de Jacob y éste sentía que el corazón se le iba a salir del pecho por lo nervioso que estaba, se tensó un poco y Wezen lo notó.

—Tranquilo —Acarició su hombro, intentando tranquilizarlo y éste inconscientemente apoyó su cabeza de su hombro. Wezen era mucho más alto que él—. Si temes por la justicia tengo formas para que esto no parezca un asesinato, y aquello borrará cualquier huella, además, ya no hay cámaras en el lugar.

Cuando dijo eso, Jacob alzó la mirada, muy seguro de que había cámaras pero viendo con terror que éstas se estaban derritiendo y echaban humo, ¿Qué les había pasado?

—Esto es muy perturbador, ¿Cómo es posible? —Jacob no entendía nada pero aquello le asustaba.

—¿Esto te parece perturbador?, se nota que no has visto nada —Wezen sonrió como si fuera a reírse pero no lo hizo, asustando más a Jacob—. No tienes idea de las cosas horribles que pasan en el mundo, yo mismo he hecho algunas que no se comparan a ello, pero son cosas que prefiero dejar en el pasado, no vale la pena recordarlo.

—¿Has matado a alguien antes? —Le preguntó, estaba sorprendido y un poco nervioso.

—Sí —Y aquella respuesta le sorprendió más—. Pero no le digas a nadie, si tú guardas mi secreto, yo guardaré el tuyo, ¿Tenemos un trato?

—Está bien —Asintió, pero no podía negar que estaba muerto del miedo.

A veces notaba que Wezen movía la cabeza de lado a lado mientras hacía una pequeña mueca de incomodidad.

También lo vio llevarse una mano a la nuca de vez en cuando, era raro, pero durante ello, lo más perturbador que notó fue que sus ojos se opacaban y luego volvían a brillar con la misma intensidad.

Ese sujeto tenía algo, algo que le daba muy mala espina.

Pero sentía que si le preguntaba, no obtendría respuestas.

De un momento a otro se encontraban frente a frente con la puerta del apartamento.

Jacob estaba muerto del miedo, observó a Wezen y éste estaba sorprendentemente tranquilo.

Aquel sujeto le generaba escalofríos.

Wezen intentó abrir la puerta pero estaba con llave, así que se sacó el guante que llevaba en su mano izquierda y Jacob pudo ver con terror lo que escondía en la misma, una serie de cicatrices con forma de símbolos o sellos en su palma que no sabía qué significaban.

Pero eso no fue lo peor, uno de los símbolos empezó a brillar como si de brasas ardientes se tratase, haciendo sonar el cerrojo de la puerta para luego terminar abriéndola sin tocarla.

—¡Pero que...!

—No digas nada —Le interrumpió cortantemente, asustando más al chico.

—¡Eso...!, ¡Eso no es normal! —Exclamó, señalando su mano mientras pensaba seriamente en salir corriendo de allí.

—¿Quieres que te deje mudo? —Le preguntó, en un tono amenazante. Jacob negó con la cabeza.

Ambos entraron al lugar y observaron en ese mismo instante al tío de Jacob salir de su habitación para ver qué había sido ese ruido.

—Jacob, ¿Se puede saber qué has venido a buscar aquí?, ¡Y cómo te atreves a entrar sin tocar y forzando la puerta! —Aquel sujeto sonaba intimidante, tanto que Jacob sintió terror. El sólo recordar lo que ese sujeto le hacía en este lugar lo ponía tenso. Wezen se dio cuenta—. Parece que necesitas disciplina, pequeña perra.

—Así que tú eres el maldito bastardo que tanto daño le ha hecho —Wezen tomó la palabra y dio un paso al frente, haciendo brillar su mano con otro símbolo—. Tantas ideas tentadoras se me vienen a la mente para hacerte pero le tengo respeto al muchacho —Wezen le sonrió con malicia mientras ladeaba con la cabeza y el sujeto se dio cuenta de que éste no era humano.

Ni siquiera vio su próximo movimiento hasta que sintió un fuerte golpe en la espalda y cómo algo que juró, era una cadena, le apretaba el cuello con fuerza.

Él no tenía cadenas en su apartamento.

—Jacob, aquí lo tienes —Wezen era el que lo tenía sujeto con una cadena gruesa—. Te lo dejo para que te diviertas —Le sonrió con cinismo y con un movimiento de su mano marcada hizo aparecer un cuchillo de la nada. Se lo entregó.

—¡USTEDES SON UNOS MALDITOS ASESINOS!, ¡SUÉLTENME! —El hombre gritaba y forcejeaba pero en eso empezaron a brotar del suelo varias raíces de cemento que lo atraparon, impidiéndole moverse—. ¡¿QUÉ CLASE DE BRUJERÍA ES ESTA?! ¡¡¡AYUDÉNME!!!

—Aquí te acordarás de cuántas veces Jacob pidió ayuda y nunca la obtuvo —Wezen le habló en un tono frío y lleno de malicia. Su mano volvió a brillar y el sujeto dejó de hacer ruido.

Por más que gritaba, no brotaba sonido alguno de sus cuerdas vocales.

Jacob miraba con terror toda la escena, sujetaba con fuerza aquel cuchillo que le había entregado Wezen y temblaba de miedo por pensar en lo que iba a hacer.

—Vamos Jacob, ¿Quieres curarte?, ¿Quieres ser libre? —Pero lo que más le aterraba era el hecho de que el psiquiatra le tentaba a asesinarlo, sonriéndole con locura—. Recuerda todo el daño que te hizo y hazlo pagar por ello.

Haló al sujeto hacia atrás con violencia mientras hacía un poco de fuerza para mantenerlo inmóvil, Jacob podía apreciar cómo apretaba los dientes incluso, y no era para menos, su tío tenía demasiada fuerza.

—¿Qué hago? —Se preguntaba—. No puedo tenerle piedad, él me lastimó, me hizo sufrir y a nadie le importó, ¡Merece la muerte!

Jacob le lanzó un ataque con fiereza, le hervía la sangre al recordar lo que le pasó, lo que aquel monstruo le hizo.

—¡MUERE, MALDITO!, ¡VETE AL INFIERNO! —Empezó a gritar mientras lo apuñalada sin control, el sujeto sólo soltaba sangre por doquier y agonizaba ante aquellos ataques feroces—. ¡¡¡MUERE!!!

Wezen soltó al sujeto y vio cómo Jacob le cayó encima al cuerpo para terminar de apuñalarlo, empezó a reírse sádicamente mientras sacaba un cigarrillo y se lo llevaba a la boca, encendiéndolo al hacer brillar su mano y observando el espectáculo.

Luego de que el hombre estuvo muerto, Jacob se detuvo mientras respiraba acelerado, estaba cansado, esa había sido demasiada adrenalina, acababa de mancharse las manos de sangre para aliviar sus traumas.

Y aunque por una parte sentía que se había quitado un peso de encima, otra parte dentro de sí le reprochaba por sus acciones.

Había asesinado a sangre fría, acababa de cometer un crimen, ahora se había vuelto un asesino.

—¿Qué hice? —Su cuerpo temblaba, tenía ganas de llorar y la conciencia le quemaba—. ¿Qué acabo de hacer?

—Acabas de eliminar a una plaga que sólo le hacía daño a este mundo, ya no podrá lastimarte, Jacob, eres libre —Wezen le habló con suavidad, acariciando su cabello para tratar de calmarlo.

Jacob se echó a sus brazos, llorando por ello. No sabía qué sentir, no sabía qué expresar.

—Gracias —Le agradeció, ya que sin su ayuda no habría podido deshacerse solo de esa pesadilla.

—No hay de qué, Jacob —Wezen le devolvió el abrazo y dejó que aquel chico se desahogara esa noche.

Jacob se deshizo de la sangre en su cuerpo y Wezen destapó las bombonas para que el gas se regara por el lugar.

Echó un poco de gasolina sobre el cadáver que hizo aparecer con otro sello y terminado de fumar su cigarrillo lo echó sobre el mismo, haciendo que todo arda en llamas.

Ambos salieron del apartamento y cerraron la puerta con llave, de eso se encargó Wezen con sus poderes.

Dejarían que todo se quemara, haciéndolo parecer un accidente.

Cuando ya estuvieron lejos se escuchó una explosión.

Eran las bombonas, acababan de tener contacto con el fuego.

Inmediatamente llegaron los bomberos a apagar las llamas.

Jacob observaba callado la situación, seguía en shock por lo que había hecho.

Por su parte, Wezen estaba tranquilo, como si estuviese acostumbrado a generar el caos.

Se colocó el guante, llevaba cicatrices como de quemaduras donde se habían encendido los sellos. Eso le seguía generando curiosidad.

—¿Cómo los obtuviste? —Le preguntó, señalando los sellos.

No sabía si Wezen le respondería pero aquello sin duda le llamaba la atención.

—Vendiendo mi alma y condenándome al infierno —Le habló, en un tono amargo que indicaba arrepentimiento.

Jacob lo miraba con sorpresa.

—Quisiera mantener el contacto con usted, ¿Puedo? —Wezen asintió.

—Desde ahora perteneces a mi mundo, así que es probable que volvamos a vernos —Wezen lo miró con gentileza, no parecía el sujeto psicópata de hace unos segundos, sus ojos hasta brillaban con pureza, cosa que le perturbaba, eso no era nada normal—. Puede que te necesite para otra ocasión, tienes potencial.

—¿Como qué ocasión? —Le preguntó con miedo. Wezen sólo le sonrió, con un brillo de picardía en sus ojos.

—Ya lo sabrás —Y dicho esto se despidió. Ambos se fueron por caminos distintos.

Jacob jamás olvidaría a aquel psiquiatra que lo ayudó.

Y Wezen sabía muy bien que volvería a verlo pronto, tan pronto como su mente lo pudiera imaginar.

Aquella noche sólo sería el comienzo de su aventura.

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