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Selena y Ana Parvis, eran hermanas. Una era la más querida por ser amable y encantadora, y la otra solo era la decepción de la familia por ser una estupida buena para nada. Siendo cada día odiada. Así que cuando la familia Heinz, una de las familias más prestigiosas del país, le ordenó a la familia Parvis que entregara a una de sus hijas en matrimonio para casarla con su hijo lisiado. No dudaron en entregar a Ana. Teniendo ella que enfrentar ese repentino matrimonio arreglado.
"¡Ni se te ocurra ofender al maestro Ernest con tus tonterías, Ana!, puede ser un feo lisiado, ¡pero aun así es el primogénito de la familia Heinz!"
El padre de Ana, Alan Parvis, le advirtió con frialdad. Por eso Ana, bajo esa severa advertencia, no pudo evitar colocar una expresión irónica, viéndose en el espejo en donde estaba vestida con un vestido de novia champán. Que no le quedaba para nada bien. Pero que aún así, no se pudo quejar y solo sostuvo el ramo descuidado.
Mirando a su padre ladrar.
"Ayer firmé los papeles oficiales para convertirme en la esposa de Ernest Heinz, y hoy me casare por la iglesia con él. Así que no creo que puedas seguir hablándome de manera tan imprudente como ahora, padre"
Le dijo Ana con seriedad. Sin tardar Alan en reírse con absurdo al ver como se le alzaba de manera tan descarada su patética hija solo porque ahora cuenta con el apellido de la familia Heinz.
Era enserio una impertinente a los ojos de Alan. Que le grito más furioso.
"¡Ya te has vuelto tan arrogante tras firmar un papel, y ni siquiera te has casado todavía por la iglesia!, ¡conoce adecuadamente tu posición Ana!"
"¿Cuál posición?, hasta ahora mi padre no me ha dado el derecho de tener una. Usted es el que actúa tan altanero conmigo todos los días"
"¡Porque eres una mera bastarda!"
Alan gritó y reveló el secreto de la familia. Con sus ojos llenos de ira dándole una mirada asesina a Ana. Haciendo que ella apretara su mandíbula.
Porque durante años, a los ojos de todo el mundo solo era la hija menos querida de la familia Parvis, por no ser sobresaliente en nada y tener una mala personalidad según las palabras de su padre y su madre. Cuando en sí, solo era odiada por ser producto de una infidelidad que tuvo Alan con una empleada de la casa.
Algo que tuvo que tapar, agregándola al registro familiar como una hija nacida de la esposa principal para no ser criticado. Viviendo Ana toda su vida siendo despreciada por esa familia.
Cuando ella no tuvo la culpa de nada.
"¿Cómo crees que reaccionará la familia Heiz si se enteran que enviaste a tu mera hija bastarda a casarse con alguien de su familia?, ¿crees que te darán los beneficios que te prometieron por enviar a una de sus hijas?"
Ana lo miro sin emoción. Sin perderse como la expresión de Alan se volvió peor ante la mención de esas palabras, tomándola de su brazo como mucha fuerza que le hizo causar dolor.
"Ni se te ocurra abrir esa maldita boca Ana. Porque si te atreves a anunciar que eres una sucia bastarda, entonces será tu madre la que pagará todo. Y también te destruire tu vida y ya no podrás seguir estudiando la maldita carrera que querías"
"..."
Era una pura amenaza llena de odio. Pero de la que Ana sabía que su padre sería capaz de realizar. Ya que ella no tenía poder en nada. Y si Alan quería destruir a su madre y a ella quienes eran simples personas, entonces sería más que capaz. Por eso se quedó callada y apartó la mirada de él.
Todavía no era momento de revelarse en su totalidad.
"...Vamos a entrar a la iglesia de una vez. No sería bueno hacer esperar a los invitados."
"Bien, así me gusta. Solo termina de casarte por la iglesia y quédate tranquila sin actuar descarada. Porque eso es lo que merezco cuando te he criado todo este tiempo."
'Criado mi trasero.'
Ana quería escupirle en la cara. Porque durante veintitrés años, ella no había sido criada por él, y solo había sido descuidada en un sótano en donde sólo recibía todo tipo de maltratos.
Sin embargo, no podía manifestar lo que pensaba. Y solo salió del salón de preparación sosteniendo el brazo de Alan, para entrar a la iglesia y estar bajo todo tipo de miradas. Y en especial, la mirada de un hombre en silla de ruedas con la mitad de su cara cicatrizada. A quien le generaba mucho desagrado a las personas que lo miraban en el altar.
Sintiendo Ana mucha compasión por él mientras caminaba al altar con Alan. Dándose cuenta que la posición de su esposo no era mejor que la de ella.
Al ser fríamente juzgado por su condición y su apariencia.
"Tome maestro Ernest"
Alan le entrego la mano de Ana a Ernets tan pronto como llegaron al altar, para después huir rápidamente por todo el asco que le produjo ver su cara con cicatrices. Empezando Ana en su mente a maldecir su actitud inapropiada.
Pero solo un momento, porque su atención se concentro después en el hombre frente a ella. Que la miraba fijamente sin decir nada. Sonriendo Ana apenada detrás del velo.
"Es la primera vez que nos conocemos. A pesar de que nos convertiremos en esposos en esta ceremonia"
Le dijo en voz baja mientras se inclinaba un poco todavía sosteniendo su mano para romper la tensión entre los dos. Recibiendo una sonrisa torcida de Ernets, por la actitud que le mostraba ella sin nada de temor ni repulsión.
Cosa que le hizo tener una ligera extraña impresión.
"Quiero que esta ceremonia termine rápido. Es molesto estar bajo la mirada de todas estas personas..."
Ernest habló despues de un momento bajando la cabeza con una expresión que denotaba incomodidad. Haciendo sentir a Ana mal.
'Ciertamente debe de ser molesto ¿verdad?'
Lo miro en silencio apretando su mano. Para luego mirar al frente parándose erguida, indicándole al pastor que podía iniciar la ceremonia.
Comenzando asi la ceremonia, bajo muchas risas disimuladas y miradas despectivas. Cosa que Ana ignoró todo el tiempo.
Incluso cuando el pastor se dirigió a ella con la pregunta más importante de la ceremonia de bodas tras intercambiar los anillos.
"¿Acepta usted, estar en la salud, en la enfermedad, en la pobreza, y en la riqueza, con el hombre Ernets Heinz, hasta que la muerte los separe?"
El pastor la miró. Con compasión de ver que se casará con un hombre que no contaba con la capacidad de hacerla su mujer. Pero eso, a Ana no le importó. Y solo respondió sin un momento de duda en su expresión.
"Si, acepto"
Ganándose nuevamente la sorpresa de su futuro esposo, quien sostenía su mano analizando toda su expresión. Hasta que el pastor se dirigió a él, con la misma pregunta, solo que con una mirada de desagrado.
"¿Acepta usted, estar en la salud, en la enfermedad, en la pobreza, y en la riqueza con la mujer Ana Parvis hasta que la muerte los separe?"
Mostro desgana al final. Pero Ernets respondió con una mirada que detonaba timidez. Logrando verse más repulsivo para la gente que lo miraba. Y en especial la gente que tenía una vista absoluta de la mitad de su cara fea.
"Si, acepto"
Aunque honestamente solo estaba concentrado en Ana. Quien le sonrió ampliamente debajo del velo en cuanto acepto.
"Entonces, los declaro marido y mujer, puede besar a la novia"
El pastor alzó sus manos y dijo en voz alta. Oyendose después, las risas no disimuladas de los invitados, porque no había forma de que Ernest pudiera ponerse de pie y hacer tal cosa como besar a la novia.
Ya que era un patético lisiado con una cara monstruosa.
Por eso el pastor entró en si y estaba por decir que no era necesario que lo hiciera. Sin embargo, Ana se inclinó ante Ernest apoyándose en su silla de ruedas antes de que pudiera, viendo como él la mirada con un ligero destello insinuante en su mirada. Por lo que veía que estaba a punto de hacer.
Hablándole de una manera en la que solo ellos dos pudieran escuchar el contenido de sus palabras.
"Esta será mi primera vez...pero ahora que somos esposos es mi deber apoyarte en todo. Así que espero que nos llevemos bien"
"..."
Dejo de apoyarse con una de sus manos en la silla de ruedas y alzo su velo para cubrirlos a los dos debajo de él. Estando nerviosa con su rostro sonrojado, porque esa sería la primera vez que besaba alguien. Así que tomar tanta iniciativa para dar un beso, hacia que las palmas de sus manos sudaran.
Aunque no era tiempo de que dudara. Y bajo la mirada penetrante de los invitados y de Ernerst, tomo la iniciativa de acercar más su rostro y besarlo al cerrar sus ojos. Moviendo nerviosamente sus labios en los de él.
Oficializando su unión como marido y mujer, aunque fuera un matrimonio arreglado.
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