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La danza del engaño

La danza del engaño

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Después de la muerte de su padre, Sophia se ve envuelta en un torbellino de emociones cuando su madre anuncia su próxima boda. Determinada a vengarse, decide arrebatarle a su prometido antes de la glamorosa ceremonia, embarcándose en un peligroso juego de seducción. Sin embargo, lo que comienza como un acto de revancha pronto se convierte en una obsesión peligrosa que amenaza con consumirla por completo y llevarla a su propia perdición.

Capítulo 1 Prólogo

Sophia ensayaba con sus compañeras del club de danza, entregada a la coreografía, cuando su teléfono sonó inesperadamente. El tono de llamada estridente rompió la armonía del estudio. Apresuradamente, buscó su teléfono en su bolso y, con una mirada de sorpresa, vio el nombre de su papá parpadeando en la pantalla. Una sensación de inquietud la recorrió mientras respondía la llamada.

"¿Papá?", indaga Sophia, con su voz temblorosa.

"¿Es usted la hija de Daniel Anderson?", pregunta una voz extraña al otro lado de teléfono.

Sophia sintió un nudo en el estómago. "Sí, soy su hija. ¿Usted quién es?"

Hubo una pequeña pausa. "Lamento tener que darle esta noticia por teléfono…”

“¿Dónde está mi padre?”

“Su padre ha sufrido un grave accidente”

“¿Cómo está?”, pregunta con la voz llorosa.

“Lamentablemente, llegó al hospital sin signos vitales. Necesitamos que venga para identificar su cuerpo".

Sophia se paralizó. Sus compañeras, preocupadas por su reacción, se acercaron, pero ella lentamente aleja el teléfono de su oreja, con lágrimas corriendo por sus mejillas. La noticia la golpeó como un rayo. Sus ojos se llenaron de dolor y asombro, y por un momento, se sintió incapaz de articular una palabra.

—¿Sophia, estás bien? — pregunta Max, su compañero de baile.

Sophia finalmente, tras unos segundos se recompuso lo suficiente como para apagar el teléfono y, en un gesto automático, se limpió las lágrimas con la mano.

—Estoy bien — pronuncia. Tomando su bolso, se enderezó y se volvió hacia sus compañeras — Continúen sin mí.

—¡Sophia! — la detiene Isabella —Parece que viste a un fantasma ¿Qué dijo tu padre? — pregunta, con cierta insistencia, su mejor amiga.

—Debo irme—, murmuró en voz baja, luchando por mantener la compostura. —Papá tuvo un accidente. Te llamo luego.

—Voy contigo.

—No es necesario.

—si es necesario, eres mi mejor amiga, no voy a dejarte conducir en este estado. ¡Vamos!

Con paso inestable, junto a Isabella abandonó el estudio de danza, sintiendo un abismo de dolor y pérdida en su corazón.

Llegó al hospital en un estado de shock. Mientras se dirigía a la sala de urgencias, su mente estaba llena de pensamientos confusos y de dolor. Cuando finalmente llegó a la sala de emergencias, el médico encargado le confirmó la noticia más devastadora: su padre había fallecido en el accidente en la carretera. Las palabras del médico resonaron en sus oídos como un eco incesante, y su corazón se rompió en mil pedazos.

Lidiar con la pérdida de su padre era una carga abrumadora que no podía afrontar sola, aunque tenía a Isabela para apoyarla en ese camino, no era suficiente. Cuando se calmó un poco, toma el teléfono para llamar a su novio.

“¡Gabriel!”

“¡Muñequita!, ¿estás llorando?”

“Pasó algo terrible…”

“No me asustes, ¿Dónde estás? Por favor no llores, cálmate cariño y háblame. Tú puedes, respira profundo”.

“¿Puedes venir al hospital?”

“¡Por dios santo! ¿Qué sucedió?”

“Es papá… él… murió”

“Voy para allá. Tranquila.”

Con la ayuda de Gabriel y el apoyo de Isabela, tomó las decisiones necesarias para retirar el cadáver y hacer los arreglos funerarios. El proceso fue doloroso, pero lo enfrentó con entereza, sabiendo que era lo que su padre hubiera querido.

Después de hacer las llamadas necesarias y llenar los formularios, Sophia marcó el número de su madre, más por un impulso que una necesidad. Ha pasado meses desde la última plática telefónica que tuvieron.

Cuando Cassandra respondió, las palabras apenas pudieron escapar de su garganta.

“Hola mamá” saluda llorosa.

“¿Qué sucede Sophia?”

Con una voz temblorosa, le dio la noticia de la muerte de su padre, esperando que su madre compartiera su dolor y tristeza en este momento de pérdida, si bien llevaban años separados, quizás ese amor que un día sintieron aún prevalecía.

Sin embargo, la respuesta de su madre fue gélida e insensible.

—Todos tenemos que morir algún día. La vida que llevaba tarde o temprano le pasaría factura.

—Fue en la carretera.

—Espero que no haya sido ebrio, solía embriagarse hasta perder el conocimiento y luego terminar culpando a terceros por las consecuencias.

—No lo estaba, desde que se separaron no ha vuelto a beber.

—Me gusta la manera en que me lo recuerdas.

—Quizás porque bebía para sobrellevarte.

—No lleguemos a ese tema, Sophia. En verdad es cansado tener que recordar episodios desagradables.

Sophia da un respiro y frunce el ceño para ahogar su rabia, quiere gritar e insultar, pero intenta ser cordial, al menos por esta vez.

— Supongo que no podrás asistir al entierro, será en dos días.

—Es imposible que deje mi trabajo por un vuelo apresurado. Tengo mil cosas que hacer más importantes, que ir al entierro de un hombre que solo me dio días interminables de dolor.—le dice su madre.

—Entiendo. Creí que querrías verme.

—Tú eres la que quiso este alejamiento. Si te hubiese quedado conmigo…

—Tú no compartías mis sueños y debo recordarte que fuiste tú la que nos abandonó.

—Yo también tenía sueños de progresar y no podía quedarme al lado de alguien tan mediocre como tu padre. El día que lo entiendas, dejaras de culparme por esta distancia innecesaria.

—Lamento el haber irrumpido en tu perfecta vida, con una noticia poco grata.

—¡Que flojera! No te hagas la víctima de nuevo, que no voy a sentirme culpable esta vez.

—Hasta pronto, mamá — corta la llamada.

Sophia se quedó sin palabras, sintiendo una mezcla de incredulidad y dolor. Su madre había dado la espalda a su familia, y esta indiferencia la hirió profundamente.

—No fue buena idea llamarla, ¿verdad? —le dice Gabriel, abrazándola, mientras ella llora sin consuelo.

—No sé en qué pensaba cuando lo hice.

—Es tu madre y tu deber de hija hizo que tomaras ese teléfono para informarle lo ocurrido.

—Creí que después de tantos años querría verme, o al menos acompañarme en ese día. Había olvidado cuando depreciaba a mi padre, lo culpaba por su miseria, cuando él lo único que hizo fue desvivirse por ella, entregarle todo. Incluido soportar sus infidelidades y justificar sus desplantes. Mi padre era un hombre maravilloso, nunca bajó la cabeza y dejó que sus malas vibras lo tumbaran.

—Todo estará bien, tienes que ser fuerte, eso es lo que tu padre hubiese querido — la abraza aún más fuerte— no estás sola, me tienes a mí, a mi familia, a tus amigos, nunca estarás sola.

—No será lo mismo.

—Sé que dolerá por un tiempo, pero vamos a superarlo, juntos. Llegaremos al fondo de su accidente, moveré cielo y tierra para que la policía encuentre al responsable y pague por ello.

—Ya dijeron que es imposible que eso suceda, no hay cámaras de vigilancia y las que existen, pues, no funcionan.

—La justicia existe, amor. No lo olvides.

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