Mi Accidente con el Millonario

Olivia Jones

Me encuentro en medio de la bulliciosa recepción de la boda de mi mejor amigo, Bruno, haciendo mi mejor esfuerzo para mantenerme calmada y organizada. Como decoradora de interiores y planificadora de bodas, estoy acostumbrada a lidiar con el estrés y la emoción de los eventos importantes, pero esta boda es especial. Mi mejor amigo merece una boda que sea tan perfecta como él, y haré todo lo que esté a mi alcance para lograrlo.

Mientras discuto los detalles finales del catering con uno de los encargados, siento una mano en mi hombro. Me giro para encontrarme con una de mis ayudantes, Sarah, con una expresión ansiosa en el rostro.

-Livie, Bruno quiere verte de inmediato, -me dice.

Sus palabras me hacen levantar una ceja, y una mezcla de emoción y curiosidad se apodera de mí. Como siempre, Bruno es una fuente inagotable de sorpresas. Con una sonrisa, le digo al encargado de catering que continuaré nuestra conversación más tarde y me dirijo hacia la habitación donde se esta preparando mi amigo, para su boda.

Bruno y yo hemos sido amigos desde hace años, desde el primer año de preparatoria, cuando nos conocimos en circunstancias inusuales. Cuando teníamos doce años, en el primer año de la preparatoria, un bravucón más grande que nosotros comenzó a molestarme. Aparecido como un acto de magia, llego un chico delgado, con una cara de enojo e indignación, listo para defenderme de mi bravucón.

Jamás olvidaré ese momento. Bruno, a pesar de su naturaleza notablemente amanerada, logró lanzar un puñetazo al matón que me acosaba. El matón, sorprendido por la valentía de Bruno, retrocedió, y desde ese día, nos hicimos inseparables.

Nuestra amistad creció con los años, y aunque podríamos parecer una combinación improbable, lo cierto es que nos complementamos perfectamente. Bruno es la persona más amable y sincera que he conocido, y su personalidad cálida y alegre siempre me ha atraído. Por mi parte, tiendo a ser más seria y enfocada en mi carrera, lo que hace que nuestra amistad sea equilibrada y especial.

Mientras camino hacia donde me espera, reflexiono sobre todo lo que hemos compartido a lo largo de los años. Nuestras risas, nuestras lágrimas y nuestros secretos compartidos han fortalecido nuestro vínculo, y siempre he estado allí para apoyarlo en cada uno de sus empeños, incluyendo esta boda.

La emoción crece en mi pecho mientras toco la puerta de su habitación. Nuestras vidas están a punto de cambiar, vamos a dejar de ser un loco par, para convertirnos en la chica solterona que acompaña a la feliz pareja de recién casados.

-No, Liv, esto no se trata de ti. Hoy todo gira alrededor de Bruno. -Me digo a mi misma, intentando olvidar mis preocupaciones de solterona.

Entro en la habitación de Bruno y lo encuentro caminando de un lado a otro, visiblemente alterado. Preocupada, le pregunto a mi amigo qué le sucede, notando el estrés en sus ojos.

-Bruno, ¿qué pasa? ¿Por qué estás tan nervioso? -le pregunto con preocupación.

Bruno, con la mirada perdida en el suelo, me revela lo que lo atormenta:

-Livie, la boda se ha arruinado. Mi padre no llegará a tiempo a la ceremonia, y no tengo a nadie que me lleve al altar. -Su voz tiembla al decirlo.

Al enterarme de la importancia que este gesto tenía para Bruno, comprendo la magnitud de la situación. Bruno no supo quién era su padre durante muchos años, y fue solo hace dos años que su madre finalmente reveló la identidad de su progenitor. Aunque yo nunca conocí al hombre, sé que Bruno y su padre estaban entablando una buena relación.

-Tranquilo, Bruno, encontraremos una solución. ¿Has intentado comunicarte con tu padre? -le pregunto, tratando de calmarlo.

Bruno suspira profundamente y asiente.

-Sí, he estado llamándolo, pero su teléfono está apagado. Él estaba en un viaje de negocios y su vuelo se retrasó por una estúpida tormenta, ahora me dice que llegara para al final de la ceremonia. Esto significa mucho para mí, apenas estoy conociendo al hombre, y quería que fuera parte de esto.

La idea de que su padre no pueda llevarlo al altar llena de preocupación a mi amigo y, en ese momento, también a mí.

Miro a Bruno, quien está al borde de un colapso mental. Lo veo sentarse en uno de los bordes de la cama, luciendo derrotado, lo acompaño y tomo una de sus manos en señal de aliento. Sé que debo ayudarlo a encontrar una solución, así que le sugiero:

-Bruno, ¿qué tal si le pides a tu padrastro que te lleve al altar?

Inmediatamente, Bruno hace un gesto de asco exagerado que me hace reír un poco. Mi amigo siempre ha tenido gestos dramáticos.

-¡Livie, ni siquiera podría soportar esa idea! -dice Bruno con dramatismo.

Asiento comprensivamente y le sugiero otra opción:

-¿Y qué tal si hablas con tu madre? Quizás pueda hacer algo al respecto.

Bruno frunce el ceño y me responde:

-No me agrada la idea. Antonia, mi querida madre, no está muy de acuerdo con todo esto del matrimonio gay, a pesar de que soy muy feliz con Jackson. Además, quería que fuera mi padre. Sería un momento trascendental para ambos. Entiendo que no es su culpa, pero después de perderse tantos años de mi vida, ¿no podría esforzarse un poco?

Mientras Bruno expone sus preocupaciones, recuerdo que lo único que sé sobre el padre de mi amigo es que se llama Konstantine, que es un empresario millonario en el sector metalúrgico y que siempre está de viajes de negocios.

Me preocupa ver a Bruno tan angustiado, y sé que encontrar una solución para este problema es crucial para él. Pero, ¿cómo podemos resolver este dilema y asegurarnos de que su padre esté presente en este día tan especial?

Miro a mi amigo y justo ahora empleador, con el ceño fruncido por la preocupación, y le pregunto con sincera intención:

-Bruno, ¿hay algo que yo pueda hacer para que Konstantine llegue a tiempo para la boda?

Él, con una pizca de sarcasmo, responde:

-Sí, Livie, ¿tienes un jet supersónico guardado en el garaje? Eso podría ayudar. Podrías ir al otro lado del país y buscar a mi padre, para regresar a tiempo.