/0/13247/coverbig.jpg?v=6365fc57b1c43c13836080c8f2e42337)
Elizabeth es una estudiante universitaria de veinte años. Tras tener dos tumores en la cabeza, y que su vida pendía de un hilo, queda ciega. Abandona su carrera a causa de ello. Ahora ella solo puede ver oscuridad, ya que no puede hacer nada por sí misma, sin que se tropiece con algo o salir a la calle sola. Su mundo se desvaneció desde aquel momento. Ella ya no tiene esos tumores, pero no le importa. Tiene algo mucho peor. Su vida se limita a estar en su casa o en su cuarto durante todo el día. Ella está harta de eso; de vivir de esa manera en solo una inmensa oscuridad. Harta de llorar cada noche por no poder ver nada, por la impotencia. Y lo daría todo por volver a ver el rostro de sus padres y hermanos. Tiene suerte, pues siempre hay luz al final del túnel.
De repente tu mundo se queda sin luz y sin colores, que lo único que ves es el color de la oscuridad -negro-. Ya no ves lo que comes, por donde caminas, a las personas con las que platicas, ni un mundo de cosas a las que te enfrentas día a día.
Solo una inmensa oscuridad me rodea, y no puedo hacer nada para cambiarlo -eso es obvio-. Hace unos meses todo era completamente diferente, y ahora, todos los días solo siento una horrible frustración que se riega por todo mi sistema, y junto con ello, viene el dolor y la desesperación.
Aún siento las lágrimas saladas deslizándose por mis mejillas, hasta llegar a mi boca. Y el horrible nudo en mi garganta se apreta con demasiada fuerza. Ya no quiero seguir llorando, pero es inevitable no hacerlo. Nuevas lágrimas salen de mis ojos, y muerdo mi labio inferior con tanta fuerza, que incluso siento el sabor de mi sangre.
Quiero gritar con todas mis fuerzas, y a la vez, solo quiero dormirme en un profundo sueño para no despertar jamás y terminar con mi tortura.
Fui librada de aquellos tumores en mi cabeza, sin embargo. Quedé ciega a causa de ello. Y la noticia fue desgarradora, y solo provocó un dolor mayor que cuando me enteré que mi vida pendía de un hilo.
Los doctores no pueden hacer nada para devolverme la vista. Lo único que pudieron decirme fue, que terminaría por acostumbrarme a esta vida. Y por supuesto eso no me consoló, solo logró hundirme más y más en una gran depresión, tortuosa y devastadora. La que claramente ahora mismo estoy viviendo.
-Elizabeth -La voz de mi hermana, Carol, llena mi audición-, El desayuno está listo, ¿vienes?
-No -Contesto con más brusquedad de la pretendo-. No tengo hambre.
-Ayer tampoco quisiste comer, tienes que...
-¡No! -La corto de inmediato-. ¡Ya te dije que no!
Un silencio tenso y tirante le siguen a mis palabras. Sé que se ha rendido de insistir, y ahora sólo puedo escuchar sus pasos alejarse tras el rechinar de la puerta cerrándose.
Coloco mis manos frías en el suave material del colchón debajo de mí. No puedo verlo, sin embargo, puedo por lo menos sentirlo. Antes de esto, jamás le había tomado tanta importancia a las pequeñas cosas de nuestro alrededor.
Recuesto mi cabeza en la almohada, y trato de dormir. Y solo hay un completo silencio, y el sonido de mi respiración ya tranquila. No es hasta que el estruendo de la puerta siendo bruscamente golpeada, me levanta de mi lugar de un salto.
-¡¿Cómo que no bajarás a comer, Elizabeth?! -la voz de mi hermano Sebastián, suena molesta.
-Como lo oíste -respondo.
Mi cabeza duele. «¿Por qué simplemente no me deja en paz?»
Cada paso se escucha más cerca, y puedo sentir que, posiblemente, se encuentra acuclillado frente a mí. Una mano es posada sobre las mías, que permanecen sobre mis rodillas. Para luego ser apretada en un gesto conciliador.
-Elizabeth -La voz de Sebastián, suena como una suplica-. Necesitas comer algo...
-No tengo hambre, y no puedes obligarme a hacerlo -digo, visiblemente irritada.
-Eso lo sé perfectamente, no puedo obligarte a nada -su voz se quiebra ligeramente-, Pero eres mi hermana, y mi deber es cuidar de ti. Y no voy a permitir que te sigas haciendo esto, Elizabeth.
Sobre el tacto de sus manos, mis manos se cierran en puños, y clavo mis uñas en la carne blanda de mis palmas. El nudo en mi garganta vuelve, y se aprieta con más fuerza aún que la anterior. Las lágrimas nuevamente se agolpan en mis ojos, puedo sentirlas, pero no me atrevo a derramar ninguna. Tampoco me atrevo a responderle nada a Sebastián. No tiene caso. Quiero llorar, pero trato de evitarlo lo más que puedo. Y sinceramente, no sé cuánto tiempo más aguante toda la frustración acumulada en mi interior.
Puedo sentir un lugar vacío frente a mí, y eso solo quiere decir que Sebastián se ha levantado de donde estaba. Al parecer mi silencio lo dijo todo.
-Si cambias de opinión -dice después de un rato-. Estaremos abajo esperándote -Y antes de darme tiempo a protestar, oigo la puerta cerrándose. El gran silencio en que se suma la habitación, me hace darme cuenta que estoy sola.
Vuelvo a retomar lo que estaba haciendo -intentar dormir- pero es casi imposible. Simplemente, no puedo. Mis mejillas se sienten húmedas, y no me di cuenta en que momento comencé a llorar de nuevo.
No me quiero sentir así, ya no quiero llorar. Y no quiero seguir atrapada aquí. Necesito salir...
Necesito tomar aire fresco, para ya no sentirme tan miserable. Para dejar de pensar de que todos sienten lastima de mí todo el tiempo. Necesito hacer algo más, que estar aquí encerrada. Por que es muy claro, que yo no quiero estar el resto de mi existencia encerrada en una habitación, por el simple hecho de que no puedo ver.
Me levanto de la cama, y con mis manos comienzo a buscar mis zapatos que dejé por aquí en algún lugar. Cuando los encuentro, antes de ponérmelos los tocos para asegurarme bien en cuál va en el pie izquierdo, y cuál va en el pie derecho. Una vez hecho, mi siguiente tarea es buscar la puerta.
No tardo en encontrarla, así que me apresuro en abrirla y salir de aquí. Muchas veces he caminado por aquí, y me sé casi el pasillo de memoria. Así que sé, de antemano que hay una escalera, y tengo que ir a la derecha para bajar en ella.
Bajo con sumo cuidado tomandome del barandal, y cuando siento que no hay ningún escalón más continuo caminando. Más adelante encuentro la puerta principal, y toco la pared en busca de mi bastón para poder salir, y una vez que lo encuentro, pongo mi mano sobre la perilla y salgo.
Aun no he escuchado que alguien me grite preguntado a donde voy. Y, me siento aliviada, eso quiere decir que no me vieron. Así que continuo caminando fuera de mi casa.
[...]
El aire helado de la mañana pega en mi rostro, he avanzado más lejos de mi hogar. Y realmente no sé exactamente a dónde voy, o a dónde quiero ir. Sin embargo, no me detengo. Sigo avanzado, porque prefiero estar perdida aquí afuera, que estar encerrada en mi habitación asfixiándome en esas cuatro paredes. Prefiero esto, a estar ahogándome en mi lamento.
No sé cuanto tiempo llevo caminando, pero sé que es demasiado, ya que mis piernas comienzan a doler y el cansancio recorre mi cuerpo. Y ahora que recuerdo, olvidé tomar mis gafas oscuras antes de salir, de todas formas no me importa mucho eso ahora.
Sigo avanzado sin un rumbo aparente, y un claro calor toca la piel de mi cuerpo. Deduzco que el sol está saliendo, así que sin más, tomo otro rumbo para tratar de encontrar alguna sombra que me cubra. Entonces, giro a la derecha y mi camino solo es guiado por mi bastón entre mis dedos. El camino es tan amplio que aún no choco con nada. Continuo caminando con normalidad hasta que la bocina de un auto siendo tocada me hace dar un brinco en mi lugar.
Toda mi sangre se drena en mis pies cuando oigo como las llantas de un auto derrapan bruscamente contra el asfalto, pero por el sonido tan chillante que este produce, sé que aún no ha podido frenar y el sonido se escucha cada vez más fuerte cerca de mí, incluso puedo decir que todo está pasando en cámara lenta aunque no pueda ver nada.
Yo solo me quedo aquí parada donde quiera que esté, y caigo en la cuenta, de donde estoy cuando alguien a la lejanía grita "¡Cuidado!" a todo pulmón. Es en ese entonces que sé, que estoy en medio de la carretera apunto de ser atropellada.
Después de tres años de matrimonio sin amor, la traición de Neil hirió profundamente a Katelyn. Ella no perdió tiempo y rápidamente se deshizo de ese canalla. Tras el divorcio, se dedicó a su carrera profesional. Alcanzó la fama como diseñadora, doctora y hacker brillante, y se convirtió en un icono venerado. Neil, consciente de su grave error, intentó en vano reconquistarla, solo para presenciar su magnífica boda con otro. Mientras sus votos se retransmitían en la mayor valla publicitaria del mundo, Vincent deslizó un anillo en el dedo de Katelyn y declaró: "Katelyn es ahora mi esposa, un tesoro de valor incalculable. Que todos los que la codicien tengan cuidado".
Sabrina tardó tres años enteros en darse cuenta de que su marido, Tyrone, era el hombre más despiadado e indiferente que jamás había conocido. Él nunca le sonrió y mucho menos la trató como a su esposa. Para empeorar las cosas, el regreso del primer amor del hombre no le trajo a Sabrina nada más que los papeles del divorcio. Con la esperanza de que todavía hubiera una posibilidad de salvar su matrimonio, le preguntó: "Tyrone, aún te divorciarías de mí si te dijera que estoy embarazada?". "¡Sí!", él respondió. Al comprender que ella no significaba nada para él, Sabrina finalmente se rindió. Firmó el acuerdo de divorcio mientras yacía en su lecho de enferma con el corazón hecho pedazos. Sorprendentemente, ese no fue el final para la pareja. Fue como si Tyrone despejara la mente después de firmar el acuerdo de divorcio. El hombre que alguna vez fue tan desalmado se arrastró junto a su cama y le suplicó: "Sabrina, cometí un gran error. Por favor, no te divorcies de mí. Te prometo que voy a cambiar". Sabrina sonrió débilmente, sin saber qué hacer…
Nerea Jones es una chica acabada de graduar de la universidad que sale al mundo dispuesta a abrirse camino en el mundo empresarial, pero, esto no es tan fácil como ella lo cree. Su situación económica hace que se vea obligada a aceptar trabajar de niñera para uno de los CEOS más importantes, temidos y guapos de Seattle, Alex Black. Su vida se entrelazará con la de él conviviendo en la misma casa. Ella no tiene idea de que le tocará vivir un infierno a manos de este chico prepotente y egoísta cuando los sentimientos comiencen a tocar la puerta de su corazón. Ser profesional no va resultar tan sencillo como ella se espera.
"Tú no perteneces aquí. Lárgate". Hanna, la hija legítima de Wheeler, regresó sólo para ser expulsada por su familia. Su prometido la engañaba con la hija impostora, sus hermanos la despreciaban y su padre la ignoraba. Entonces, se cruzó con Chris, el formidable líder de la familia Willis y tío de su prometido. "Hagamos como si nunca hubiera pasado", dijo ella. Sin embargo, a pesar de la esperanza de Hanna de separarse, Chris insistió en que fuera responsable. Él amenazó con revelar los verdaderos talentos de Hanna como doctora sobresaliente, guionista brillante y cerebro de un famoso estudio de diseño, obligándola a casarse. Una vez le pidieron a Chris que protegiera a alguien. El destino los reunió en circunstancias delicadas. Él había planeado mantener su promesa y proporcionar un refugio seguro, sólo para descubrir que Hanna estaba lejos de ser la delicada mujer que parecía. Era ingeniosa y astuta...
-Nuestro amor nos llevará a terminar como Romeo y Julieta. - ¿Juntos? - ¡No! Muertos. -Tú siempre tan romántica. -Y tú, tan estúpido. -Ya hablo doña perfecta. -Aunque te cueste reconocerlo, así que no pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo. Me retiro antes de que se me pegue lo malo, con permiso joven Sanz. -Hasta nunca B-R-U-J-A fea. Espero que choques en tu escoba voladora y te destroces el rostro para no volverte a ver la cara de mustia amargada que tienes. -Qué tus buenos deseos se te multipliquen insecto -grito la chica al salir corriendo de la casa para tratar de llegar lo más pronto a la parada y alcanzar el último autobús que la llevaría de regreso a la Universidad de Barcelona, donde estudiaba. Esto era tan solo una pequeña pelea a la que se tenía que enfrentar cada vez que se encontraban en la residencia de la familia Sanz o donde coincidieran, en donde había sido contratada como niñera del menor de los hijos de la familia. - ¿Podrás algún día dejar tranquila a "Mi Vale"? Sigue por ese camino y me voy a asegurar que papá te quite todas las tarjetas, congelé todas tus cuentas y de pasada te ponga a trabajar para que dejes de estar molestando a mi chica. - ¡Mocoso! Nadie pregunto tu opinión, ¡Cuidado y abres la boca o me desquitaré contigo! Deberías de estar de mi lado y no de un espantapájaros como ese que no es parte de tu familia y a duras penas conoces. -Mira, quien habla, el chico más estúpido que puede existir en toda la ciudad, si no fuera por tu cara bonita, nadie se fijaría en ti. Te aseguro que en esa cabeza no hay ni gota de masa encefálica de la cual puedas presumir como ella. - ¡Basta! Lárgate a tú cuarto o voy a acabar contigo en menos de un segundo. - ¡Huy! Ya se enojó el niño bonito. Te estaré vigilando, no vuelvas a molestar a Vale. Si ella se marcha por tu culpa, me aseguraré de cumplir todo lo que te he dicho y sabes que no bromeo HER-MA-NI-TO. ¿Quién se atrevía a desafiarlo de esa manera? ¡Claro!, otro Sanz, uno que por lo menos conocía el amor y respeto a las personas sin importar su clase social o personalidad. Para este chico todas las personas eran iguales, hasta que demostraran lo contrario.
Cheryl, una huérfana ordinaria, logró casarse con el hombre más poderoso de la ciudad. Era perfecto en todos los sentidos, excepto en una cosa: no le gustaba ella. Tres años después de su matrimonio, finalmente quedó embarazada, en el mismo día en que su esposo le entregó los papeles de divorcio. Parecía que se había enamorado de otra mujer, y por alguna razón que ella desconocía, él creía que ella también se había encaprichado de otro hombre. Justo cuando ella pensaba que su relación estaba llegando a su fin, él no quería que se fuera. La mujer ya estaba dispuesta a renunciar, pero él le confesó su amor. ¿Qué iba a hacer Cheryl en esta maraña del amor y del odio, mientras estaba embarazada?