/0/13462/coverbig.jpg?v=2af703665bd0653d2e16c1bd95ef001b)
Liam, un joven ambicioso y decidido, está a punto de perder su empresa. Cuando se entera de que podría salvarla casándose con la hija de su padre empresario, decide aceptar la oferta. Pero, a medida que conoce a Elena, una joven inteligente y atractiva, empieza a sentir una atracción inesperada por ella. Al mismo tiempo, Elena siente que la relación se está poniendo más profunda, y se pregunta si Liam siente lo mismo que ella. ¿Qué ocurrirá si Elena descubre la verdad sobre el contrato? ¿Y sí Liam, se entera el secreto de Elena? ¿Se perdonarán?
Matrimonio entre curvas.
-Cásate con mi hija –dice sin rodeos, Liam lo contempla como si le hubiera salido dos cabezas más.
-Ahora si... enloqueciste –murmura.
-Piénsalo, salvare tu empresa... y el legado de tu padre. El cual, no supiste manejar.
-¡No es de tu incumbencia yo...!
-Te avisé que esos chinos no eran de confianza –regaña a Liam, quien lo observa con enojo.
-Es mi jodida vida, no eres mi padrastro –espeta con enojo, y se acerca al hombre dando dos pasos. Eduardo, no se intimida ni un pelo. Sus ojos vagan a las expresiones llenas de ira, por parte de Liam.
-Me preocupo por ti... –menciona y Liam estalla en una carcajada.
Narrador.
La fiesta, se encuentra en su máximo apogeo. Las luces brillan, los invitados son iluminados. La música, le da al ambiente un ligero toque de elegancia y sensualidad. Hay muchas telas brillantes, aromas y colores vibrantes. En el medio de la pista, se encuentra Elena. Una joven dama, de 26 años. Sus ojos grises, observan todo maravillado; no le es permitido asistir a este tipo de eventos. Pero Elena, es testaruda; convenció a su padre y su asistencia fue exitosa. Sus dientes blancos, aparecen bajo un manto estrellado de luces incandescentes. Toma su vestido, avanza. El color dorado, encandila a la envidia de algunas invitadas; Elena no se percata.
A la distancia, visualiza a Liam. Elena, siempre esperó encontrarse en cada fiesta con él. Cuando era más pequeña, su aspecto; no era el más deseable. Sufría de sobrepeso y acné, junto con enormes gafas cuadradas. Ahora, después de mucho ejercicio y dieta;se sentía segura. Sin embargo, las curvas seguían ahí.
Elena suspira, observa a su amor imposible, con una media sonrisa. Sus pasos, se vuelven torpes, hasta toparse con una figura masculina. Gabriel, un millonario, interesante para la mayoría de las solteras; siempre había tenido como objetivo: conquistar a la hija del millonario mas importante.
-Hola bonita... -comenta y Elena, desvía la vista hacia Liam; ya no está.
"¿Dónde estará?", se pregunta.
-¿Elena? –la pregunta despierta a Elena, quien frunce el ceño. Casi olvidando su compañero de baile.
-Lo lamento... -murmura cabizbaja. Gabriel, le da una vuelta, sosteniendo su cintura. Estan girando por toda la pista de baile, con elegancia. Pero cualquiera que los presenciara, supondría que la dama se siente incómoda.
-Te noto distraída –menciona y Elena niega.
-Claro que no su alteza –espeta con respeto. Gabriel, es un duque.
-No me digas así... siento que estamos en el 1800 –bromea y ella sonríe.
-Lo lamento... -vuelve a repetir. Baja el rostro, Gabriel. La toma de la cintura, para girarla. Elena, siempre tomó clases de baile. Es algo que le apasiona.
"¿Cómo será bailar con Liam?", esa pregunta se forma en sus pensamientos. A continuación, sus pensamientos son interrumpidos; por la cercanía del cuerpo. Gabriel, la toma de la cintura y de la nuca: está listo para besar a Elena.
"¿Este... será mí primer beso?", piensa.
De pronto, una mano se atraviesa entre ambos cuerpos.
-¿Puedo bailar con usted? –Liam Cole, sorprende a la pequeña mujer. Abre los ojos sorprendida, nunca en su vida hubiera esperado algo así.
Con una sonrisa, la cual no pudo disimular, asiente.
"¡Compórtate Elena!", se regaña.
-Claro... -menciona menos ansiosa, y Liam la lleva lejos del duque; quien está echando chispas por la intervención.
Liam observa a la joven sonriente, ve con una mueca un trozo de lechuga en su colmillo. Se muerde los labios, sus ojos se desvían por encima de su cabeza. No sabe que palabras buscar, Elena se siente confusa.
"¿No se siente cómodo a mi lado?".
-¿Ocurre algo? –pregunta curiosa.
-Es que... tiene... un... tiene un trozo de lechuga en el diente –menciona y avergonzada Elena, se suelta del agarre masculino. Liam, la aparta del resto. Se acercan al balcón, Elena se frota el dedo en sus dientes.
-¿Mejor? –pregunta dudosa y el asiente, con una sonrisa. Liam, nunca mostraba sus dientes en público.
Elena se queda quieta, observándolo.
"Ya puedo morirme", piensa.
-¿Volvamos? –sugiere su acompañante, Elena sonríe sin poder evitarlo y juntos se dirigen a la ansiada pista.
Sus manos se entrelazan con precisión. La sonrisa presente en ambos, es notable. Se sienten conformes en la compañía mutua. Pero para algunas mujeres, este momento es una blasfemia.
A tres metros de distancia, las hermanas Werns, observan a la pareja bailando con sorpresa. Camille, se acerca al oído de María.
- ¿Viste que espanto? La gorda y el soltero ¡más codiciado! Ja, parece una broma –espeta con rencor.
-Sí... la gorda lo atrapó –masculla entre dientes, María con enojo. Ambas asienten, pero deciden cambiar de tema.
Elena, siente las miradas despectivas de ambas mujeres.
-¿Estas bien? –pregunta Liam. Comienza un tema más movido, ambos sonríen para mover sus atributos. Liam, se queda perplejo, los senos de Elena se tambalean y no puede quitar la vista. Elena, está demasiado entretenida para percatarse de aquella mirada lujuriosa.
Gira su cuerpo, al volver al centro se tambalea. Pero unas manos fuertes, la sostienen de la cintura. Ambos tienen sus rostros, muy cercas. Elena se sonroja, nunca antes se encontró a esa distancia de Liam Cole.
-Qué bonita eres... -murmura, y Elena siente que está en el cielo.
-Tú también... -comenta y él empieza a reírse. Elena lo mira con el ceño fruncido.
-Es decir... gracias por decirme que soy "bonita" -habla divertido, y ella lanza una corta risita, sintiendo alivio.
-Bueno "bonita Liam" –menciona y su acompañante sonríe.
De pronto, la luz se corta. Elena, quien le tiene miedo desde pequeña, se abraza a Liam. El hombre, la sostiene de la cintura. Ambos sienten cuerpos chocando entre sí, el balbuceo es insoportable. Gritos y risas, abundan.
-¡Lo lamento, hemos tenido un corte ahora se regenerará! –exclamaba, Eduardo, el anfitrión.
-Bueno... ¿vamos a la luz de la luna? –sugirió Liam y Elena asintió, su rostro fue iluminado por el entusiasmo compartido.
Ambos se alejaron del tumulto de gente, tomados de la mano. Elena fue la primera en salir, cierra los ojos ante el agradable aire fresco. Liam, al ver su rostro relajado sonríe. Después sus ojos se desvían a las estrellas.
-Es muy bonito sin luz –comenta Elena, y él asiente.
-¿Tienes un sueño? –pregunta y ella niega.
-No –confiesa. Liam frunce las cejas, sin poder creer que una persona no tenga un sueño.
-¿Cómo qué no? Todos tenemos un sueño, un propósito –responde, y Elena se encoge de hombros.
-Yo creo... en disfrutar el presente ¿No es maravilloso? Estamos bajo el manto de estrellas... -pronuncia y después gira en dirección a Liam –y estamos vivos, respirando el mismo aire ¿esto no es perfecto? ¿Para qué quiero un sueño? Quizas nunca se cumpla, y desperdicie el presente pensando en ello.
Liam asiente, la chica, era muy sabia. Aunque, se veía pequeña, pero... con curvas muy bien distrbuidas. Elena, se acerca a la baranda, estira sus brazos y observa abajo. Liam aprovecha para observar la curva perfecta de su trasero redondo.
"Qué pedazo de...", piensa.
-Liam... -le llama y Liam, abre los ojos con sorpresa temiendo haber escuchado sus ardientes pensamientos. Por primera vez, su rostro se sonroja.
-Creo... que... quiero hacer algo –comenta, se acerca a Liam quien observa a la mjer maravillado. Ella le dedica una sonrisa timida, se coloca en puntilla de pie y le da un beso en los labios.
Liam se sonroja, por segunda vez en su vida. Y se da cuenta por primera vez en su vida:
"Ella... va a ser mí esposa", piensa en silencio.
-¿No... te gustó? –pregunta apenada. Liam, no mueve un solo musculo. Se queda en silencio, quieto como estatua.
Niega, entonces la chica, se da la vuelta avergonzada. Algo la detiene. Al girar su rostro, de forma rápida, Liam la toma entre sus brazos y la besa. Elena, incapaz de corresponder por la sorpresa; deja caer sus brazos en ambos lados de su cuerpo. Liam tiene los ojos cerrados y su lengua, quiere probar cada rincón dulce de su boca.
Elena, perdida mueve los labios indecisa. Sin comprender realmente, como actuar. Pronto se percata y sigue el movimiento de Liam. El beso, es hermoso para ambos. Y Elena, al ver un pequeño destello, se separa de Liam.
-Volvió la luz –confiesa cabizbaja y él asiente.
-Sí... ¿vamos a bailar? –propone y Elena con una enorme sonrisa asiente.
Después de unas horas fingiendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa. -¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa. Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía. -¿Qué? ¿Quieres acostarte conmigo? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura bajó hasta sus glúteos y los apretó. Alexa rodó los ojos para darle un empujón. -Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperó recibir un cachetazo de la dama. Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la observó furioso. Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire. -P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó. -¡Soy tu esposa! ¡Te guste o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo: -Bien. Ten, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa. -Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar. -Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se rió de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía.
Isabella, una joven inocente, se ve envuelta en una apuesta con el seductor caballero Alejandro. Si gana, Alejandro la protegerá y la cuidará. Si pierde, ella perderá su virginidad a los ojos de Alejandro.
Observé de reojo al joven que estaba a unos metros delante de mí, Eric. Era el hijo de mi mejor amiga, Laura. Suspiré bajando la vista, pero no pude evitar verle. Ultimamente, para ser sincera podía llegar a jurar que el chico, se veía mas atractivo que antes. A sus veinte años, parecía un hombre sacado de una revista para mujeres maduras. Mis mejillas se tornaron rojas, y tuve que sostener con fuerza mi vestido. Mis ojos se volvieron frágiles ante la imagen que tenía frente a mí. Cuando flexionó sus brazos para sonreírle a mi hija, sentí un nudo extraño en mi garganta. Olivia, tenía la misma edad que Eric. Laura, me pasó un mate y desperté de la ensoñación, de observar la sonrisa de su hijo. -¿Estás bien? –cuestionó bajo una mirada intimidante, asentí enfocando mi vista a los dos. Eric, rodeaba en un abrazo a Olivia, tragué saliva en seco –son adorables. -Lo son –comenté sin titubear, si tan solo un solo sonido de mi voz sonaba insegura, Laura se tiraría sobre mí como una gacela. La conocía demasiado bien para saber que era curiosa, en demasía. -Entonces... ¿saldrás con el ingeniero? –su pregunta, provocó que mi concentración volviera a ella. Suspiré asintiendo, ¿qué le podría decir? De todos modos, ya era demasiado extraño que quisiera quedarme con su hijo en la ciudad. Yo tenía una casa en la capital, y me había ofrecido para que él fuera a vivir allí una temporada, incluso Laura fuera para hacerme compañía. No pretendía comenzar a mirar a Eric con otros ojos.
Una enfermera encuentra a una niña congelada en el exterior de su hospital y la rescata. Después de atenderla, descubre que la pequeña tiene un don mágico que le permite curar heridas y predecir el futuro. La niña la lleva a su manada, y se desarrolla una tensa relación con su cruel padre, el Rey de la Manada.
Unidos por un matrimonio arreglado, Lina y Mateo se encontraron por primera vez en la noche de su boda. Sin embargo, Mateo sólo tenía ojos para su herencia y no para Lina, y la abandonó en cuanto obtuvo lo que buscaba: cuatrillizas. Cinco años después, un anciano de la familia empieza a sospechar que los dos no están enamorados, ejecuta un plan para arruinar la herencia de Mateo si no puede demostrar su amor a Lina. Con la presión de los dos lados de la familia, Mateo hace una propuesta arriesgada a Lina: fingirán ser amantes y recuperarán la herencia. Pero el destino tiene otros planos, y mientras más tiempo pasan juntos, más difícil es ocultar sus secretos y, aún más importante, el creciente amor que los une.
Kiara despierta en una carcel, había sigo secuestrada por unos desconocidos. Esperando no encontrar el peor amo, alguien la salva, un hombre lobo cuyo nombre es Alexander. Emilia, hermana de Alexander descubre que Kiara es su pareja, al parecer reencarnada en una humana. Pero él se niega a creer eso. Ella la cura y le borra la memoria. Vuelve a su vida normal ya la universidad, encontrándose aun profesor muy sensual, Alexander.
Amar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único que Debbie quería era el divorcio. Llevaba tres años casada con Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera había visto la cara. Cuando por fin decidió poner fin a su irónico matrimonio e ir en busca de la felicidad verdadera, apareció su supuesto marido y le pidió que lo intentaran de nuevo. A partir de entonces, Carlos se sentía increíblemente atraído por el espíritu libre y salvaje de Debbie y se enamoró de ella. Él comenzaba a mimarla. Poco a poco, lo que había entre ellos se iba a convirtiéndose en una atracción irrefrenable. Esto es una extraordinaria historia de amor donde descubrirá que, a veces, el amor no está muy lejos de cada uno de nosotros.
Traicionada por su pareja y su hermanastra en la víspera de su boda, Makenna fue entregada a los despiadados príncipes licántropos como amante, pero su propio padre ignoró su difícil situación. Decidida, ella intentó escapar y buscar venganza, pero, sin darse cuenta, captó el interés de los tres príncipes licántropos, que la deseaban en exclusiva entre muchas admiradoras. Esto complicó sus planes, atrapándola y convirtiéndola en rival de la futura reina licántropa. Enredada en deseo y celos, ¿podría Makenna lograr su venganza en el intrincado baile con los tres príncipes?
Yelena descubrió que no era la hija biológica de sus padres. Después de darse cuenta de que intentaban venderla por conseguir una inversión, la enviaron a su lugar de nacimiento. Allí descubrió que en realidad era la heredera de una familia opulenta. Su verdadera familia la colmó de amor y adoración. Ante la envidia de su supuesta hermana, Yelena superó todas las adversidades y se vengó, al tiempo que demostraba su talento. Pronto llamó la atención del soltero más codiciado de la ciudad. Él acorraló a Yelena y la inmovilizó contra la pared. "Es hora de revelar tu verdadera identidad, querida".
"Estuve enamorada del CEO dominante, Credence Scott, durante diez años. ¡Y finalmente me casé con él! Se suponía que yo era una mujer feliz que se casaba con la persona que amaba. Sin embargo, Credence me odiaba. En nuestro matrimonio de cuatro años, rara vez se acostó conmigo y me culpó por matar a su padre. Nunca hice eso. ¡Fue mi hermana, Rosalie, quien me había tendido una trampa! La parte más desconsolada fue que Credence nunca creyó en mí. Bien, será mejor que acabe con mi vida. Pero fue entonces cuando Credence me reveló su ternura... "
Sabrina tardó tres años enteros en darse cuenta de que su marido, Tyrone, era el hombre más despiadado e indiferente que jamás había conocido. Él nunca le sonrió y mucho menos la trató como a su esposa. Para empeorar las cosas, el regreso del primer amor del hombre no le trajo a Sabrina nada más que los papeles del divorcio. Con la esperanza de que todavía hubiera una posibilidad de salvar su matrimonio, le preguntó: "Tyrone, aún te divorciarías de mí si te dijera que estoy embarazada?". "¡Sí!", él respondió. Al comprender que ella no significaba nada para él, Sabrina finalmente se rindió. Firmó el acuerdo de divorcio mientras yacía en su lecho de enferma con el corazón hecho pedazos. Sorprendentemente, ese no fue el final para la pareja. Fue como si Tyrone despejara la mente después de firmar el acuerdo de divorcio. El hombre que alguna vez fue tan desalmado se arrastró junto a su cama y le suplicó: "Sabrina, cometí un gran error. Por favor, no te divorcies de mí. Te prometo que voy a cambiar". Sabrina sonrió débilmente, sin saber qué hacer…
Durante tres años, Shane e Yvonne estuvieron casados, compartiendo noches acaloradas, mientras él aún estaba enamorado de su primer amor. Yvonne se esforzaba por ser una esposa obediente, pero su matrimonio se sentía vacío, construido sobre el deseo más que sobre el verdadero afecto. Todo cambió cuando se quedó embarazada, sólo para que Shane la empujara a la mesa de operaciones, advirtiéndole: "¡O sobrevives tú o el bebé!". Destrozada por su crueldad, Yvonne desapareció apesadumbrada y más tarde regresó, radiante de plenitud, dejando a todos boquiabiertos. Atormentado por los remordimientos, Shane le suplicó otra oportunidad, pero Yvonne sólo sonrió y respondió: "Lo siento, los hombres ya no me interesan".