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Belinda pensó que, tras el divorcio, separarían sus caminos para siempre: él podría vivir su vida como quiera, mientras ella podría dedicarse a disfrutar el resto de la suya. Sin embargo, el destino tenía otros planes. "Cariño mío, estaba equivocado. ¿Podrías volver conmigo?". El hombre arrogante, al que una vez ella amó profundamente, bajó humildemente la cabeza. "Te ruego". Belinda apartó con frialdad el ramo de flores que él le había regalado y respondió fríamente: "Es demasiado tarde".
"Lo siento, señorita Nelson, no podrá quedarse con el bebé", le dijo la doctora con suavidad.
Belinda Nelson estaba sentada en un consultorio médico, con los ojos fijos en la pantalla de su celular mientras asimilaba las graves noticias y se desplazaba distraída por las novedades.
En la pantalla aparecía la imagen de un hombre y una mujer saliendo del aeropuerto uno al lado del otro. Esta mujer, Cathy Miller, era una emergente estrella del mundo del espectáculo, que regresaba hacía poco de un periodo educativo de tres años en el extranjero. La acompañaba Kristopher Cox, director general del Grupo Cox, empresa líder en Nawrin.
Nadie lo sabía, pero en realidad él también era el esposo de Belinda y el padre de su hijo nonato. Los comentarios en Internet los elogiaban a él y Cathy como una pareja perfecta, ajenos al hecho de que Kristopher había estado casado en secreto durante los últimos tres años.
Con el corazón entristecido, Belinda bloqueó el celular y miró a la doctora. "Entonces, el bebé... ¿no sobrevivió?".
Esta, con una simpatía evidente en sus ojos, negó con la cabeza. "Señorita Nelson, dado su estado actual, su cuerpo no pudo sustentar al feto durante mucho tiempo". Deslizó el aviso de interrupción del embarazo por la mesa hacia ella. "Ya ha fallecido. Debemos proceder pronto con el aborto para proteger su salud".
Belinda volvió a consultar su teléfono y una sonrisa amarga se asomó en sus labios al ver las conversaciones en Internet sobre la pareja de famosos. "Por favor, arregle la operación".
Ella había deseado tener un hijo más que nadie. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, no logró mantener el embarazo. Puede que el niño intuyera que Kristopher no sería amable con él tras el fallecimiento de Belinda y por eso decidió no venir a este mundo. Estaba bien, ahora ella podría dejar esta vida sin preocupaciones.
Mientras se encontraba en la mesa de operaciones, la doctora preguntó una vez más si había algún familiar. Justo en ese momento, la chica escuchó a las enfermeras que estaban afuera.
"Estoy tan celosa de Cathy. Desaparece durante tres años y, en cuanto vuelve, tiene a su lado al CEO del Grupo Cox".
"Ella fue el primer amor de Kristopher. Ella se mudó al extranjero hace tres años, y él la esperó todo ese tiempo. ¡Su lealtad hacia ella es admirable!".
"¿Pero no escuchaste los rumores de que está casado?".
"¡Son puras mentiras! Él la adora, nunca podría casarse con nadie más...".
La conversación de las enfermeras atravesó el corazón de Belinda como un puñal. Cerró los ojos con fuerza y murmuró: "Hay demasiado ruido".
Entonces, la doctora salió por la puerta, gritando hacia el pasillo. Luego el silencio envolvió la habitación.
Cuando ella regresó, Belinda levantó la mirada con serenidad e indicó: "Sin anestesia, por favor".
Estaba decidida a soportar la agonía de que le arrebataran a su hijo. Se dijo a sí misma que eso era lo que se merecía tras años de ciega devoción hacia Kristopher. Aunque la terrible experiencia en el quirófano duró apenas media hora, el dolor parecía interminable, el sudor le empapaba el cuerpo a medida que su vínculo con Kristopher y su hijo nonato se desvanecía.
Cuando Belinda salió tambaleándose de la sala de operaciones, se encontró con Kristopher, cuya mirada estaba llena de furia. Él avanzó con rapidez y la agarró por los hombros, con su apuesto rostro deformado por la rabia. "¡Belinda! ¿Cómo pudiste decidir terminar con la vida de nuestro hijo sin informarme?".
Al levantar la cabeza, con el sudor empañándole la vista, la joven se percató de que detrás de él había una mujer vestida de blanco. Era Cathy.
Con un gesto de amargura, Belinda murmuró: "Parece que tomé la decisión correcta".
Kristopher no había llegado solo, sino que había traído a esa mujer para permitirle ser testigo del peor momento de Belinda, sin importarle la posible angustia que esto le causaría a su esposa.
¿A qué podía aferrarse ella en esta situación?
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Belinda pensó que, tras el divorcio, separarían sus caminos para siempre: él podría vivir su vida como quiera, mientras ella podría dedicarse a disfrutar el resto de la suya. Sin embargo, el destino tenía otros planes. "Cariño mío, estaba equivocado. ¿Podrías volver conmigo?". El hombre arrogante, al que una vez ella amó profundamente, bajó humildemente la cabeza. "Te ruego". Belinda apartó con frialdad el ramo de flores que él le había regalado y respondió fríamente: "Es demasiado tarde".
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