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La familia de Bianca está en la ruina, precisamente por ese motivo, acaba convertida en la mujer del ex marido de su hermana, firmando un acuerdo para salvar su casa familiar. El arrogante CEO ya no tiene corazón desde que la hermana de Bianca lo abandonó, pero la pasión entre ellos es innegable, ¿podrá Bianca romper las barreras de su duro corazón y alcanzar el amor con el CEO?
Bianca se despertó como cualquier día, se vistió, y pensó que su día sería sumamente aburrido, pues ese día tenía clase en la Universidad de periodismo, y no le apetecía en absoluto ir; no tenía ni idea de que no iba a tener que acudir a la clase.
Bajó la escalera de su histórica casa, ubicada en pleno centro de la ciudad, y envidia de muchos, y corrió hacia la cocina, donde siempre solía tomar un poco de fruta fresca y un café con leche.
- Señorita Bianca.- dijo la cocinera mientras la observaba con una expresión que la joven no supo determinar.- su padre la espera en el salón.
- Bueno, ahora iré a verlo.- dijo Bianca, que ya estaba acostumbrada a las llamadas matutinas de su padre.- primero me tomaré un café.
- Lo siento, señorita Bianca.- dijo la cocinera bajando la vista.- pero su padre ha sido más que claro al advertir que quería que lo fuera a ver en cuanto bajara de su cuarto.
- Está bien, si ya está de tan mal humor a primera hora de la mañana... no creo que me quede más remedio que acudir a verlo.
Bianca salió de la cocina malhumorada, y con hambre, pero trató de ensayar la sonrisa falsa que siempre ponía cuando se encontraba con su padre; con el que no tenía muy buena relación, y al que apenas veía, más que en alguna que otra cena, a pesar de que ambos vivían en la misma casa.
Bianca entró en el salón, por la puerta principal, y encontró a su padre sentado a la mesa, que sorprendentemente, estaba perfectamente colocada, con mantel, platos finos y tazas de porcelana. Su padre era un hombre rígido, le gustaba que las cosas se hicieran de un cierto modo... pero hasta para él era excesivo aquel despliegue.
- Papá, me ha dicho Marita que querías hablar conmigo.- A Bianca no se le quitaba de la cabeza el gesto de Marita, la cocinera, mientras le decía que su padre quería verla en cuanto bajara de su cuarto.
- Bianca, toma asiento, por favor.
La chica se sentó lomás alejada que pudo de su padre, que esa mañana estaba especialmente extraño, y la miraba con un gesto aún más raro de lo que era normal en él.
- Padre, llegaré tarde a clase si no salgo en cinco minutos de casa.
Él la miró como si no comprendiera lo que quería decir, y Bianca empezó a pensar que quizá a su padre le hubieran diagnosticado algún tipo de enfermedad grave, y por eso estaba así de distraído.
- Bianca, querida, sírvete un poco de café, creo que hoy no deberías acudir a clase.
Esa frase no hizo más que acrecentar el nerviosismo que ella ya sentía, su padre siempre le echaba la bronca por todo, especialmente, por no acudir a clase, aún cuando fuera por encontrarse enferma.
Aún así, y temerosa de contrariar a su padre, Bianca se sirvió una taza de café, y movió los dedos por la mesa, inquieta por lo que pudiera estar pasando.
- Hoy he recibido una carta.- dijo su padre, mientras ella daba el primer sorbo de café.
- ¿Es eso inusual? Tenía entendido que recibías muchas al día.
- Por favor, no seas insolente, estoy intentando conversar contigo como si fueras una persona adulta, pero parece que eso es imposible.
- Lo siento.- dijo ella bajando la mirada, esa vez, ciertamente, su padre tenía razón. Él estaba claramente agobiado por algún motivo, y no era difícil comprender que se debía a la carta de la que había comenzado a hablarle.
- Como te decía, he recibido una carta, y no es fácil hablar de ello. La carta es de Lois Evans, un nombre que pensé que no volvería a escuchar mientras viviera.
- Debes de estar en broma.
Bianca miró a su padre como si hubiera perdido el juicio, y realmente pensó que quizá fuera así... ¿Louis Evans? ¿Le escribía una carta? A ella no le importaba lo que el maldito bastardo dijera en aquellas líneas, ya que lo único que pensaba que debía hacerse con aquel trozo de papel, era quemarlo.
- Bianca, por favor.- dijo su padre mostrando irritación en su voz.- escucha lo que tengo que decirte. Louis Evans va a venir a esta casa, y quiero que centres todos tus esfuerzos en agradarlo.
Bianca estaba en una especie de estado de negación, mirando a su padre como si fuera un extraterrestre recién llegado a la Tierra, y quisiera llevarla con él al espacio exterior.
¿De verdad pensaba que ella quería agradar al ex marido de su hermana? Vera, su única hermana, había tenido que huir del país después de divorciarse de aquel demonio de hombre, y ahora su padre, le decía que no solo pensaba presentarse en su casa, sino que además él quería que lo recibieran.
- No, me niego. Ese hombre hizo de la vida de mi hermana un infierno, ¿o es que ya has olvidado esa parte?
- Bianca, por favor, si te pido que muestres cierta tolerancia hacia ese hombre, es porque necesito que sea benevolente con nosotros.
- ¿Él? ¿Benevolente con nosotros? No pienso tolerarlo en mi mesa, si él viene, yo no estaré, te lo aseguro. Desde que Vera se casó con él, no volvimos a verla, y cuando se hartó de tolerar sus abusos, tuvo que huir y no volvimos a saber nada de ella, ¿de verdad esperas que comparta mesa con ese desalmado con el que Vera tuvo la desgracia de casarse?
- Si, Bianca, no solo espero que lo hagas, sino que te lo exijo. Eres una consentida, he dejado que te salieras con la tuya durante todos estos años, pero esta vez, ya no puedo tolerarlo. Louis Evans es mucho más que el ex marido de tu hermana, es también la persona que nos dio un préstamo muy cuantioso, que deberíamos haber devuelto hace cinco años, y si no nos mostramos amables con él, puede que exija su inmediata devolución, ¿entiendes lo que quiero decir, hija?
Bianca dudó al ver la voz firme de su padre, y el gesto crispado de su rostro; ciertamente, nunca lo había visto tan enfadado con ella.
- No... no estoy segura, padre.
- Pues te lo resumiré en pocas palabras. Si el ex marido de tu hermana exige que le devolvamos el préstamo que nos hizo antes de casarse, lo perderemos todo, la empresa, esta casa tan bonita, incluso el coche, porque no tenemos ni un centavo.
- Pero... pero eso no es posible, tú siempre has dirigido los negocios muy bien, jamás nos ha faltado de nada en esta casa.
- Lo sé, pero hace diez años, la empresa sufrió un grave revés, nos devolvieron un pedido muy grande, y no pudimos hacernos cargo de todos los costes que habíamos asumido. Louis, que por aquel entonces era el prometido de Vera, se ofreció a prestarnos dinero para que no perdiéramos nuestros bienes.
- Pero, ¿y por qué no se lo has devuelto?
- Pues porque nunca llegamos a recuperarnos del todo, después de que tu hermana se divorciara... bueno, digamos que algunos de nuestros clientes más tradicionales nos dieron la espalda, después tuvimos que arreglar la casa, y el dinero siguió y siguió disminuyendo, pero como Louis nunca lo reclamaba, yo fingí que nada pasaba y seguí gastando para que pudiéramos mantener el mismo nivel de vida que teníamos antes.
- ¡Cielos, padre! Ahora comprendo que estamos metidos en graves problemas.
- Si, querida Bianca, estamos en problemas.
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