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Laura es una joven doctora con objetivos claros y con un ardiente deseo de encontrar un amor tan apasionado como el que tuvo alguna vez con el ahora doctor Esteban, resurgirá de nuevo el amor que se tuvieron? O el deseo de venganza de Laura será más fuerte está vez
Hace tiempo que me siento muy bien, no puedo quejarme, le comentaba a Elena mientras intentaba convencerme de que todo estaba bien. "¿Ha pasado algo nuevo? ¿Alguien nuevo en tu vida? ¿Qué ha pasado con Adrián?" preguntaba con curiosidad Elena, quien, por cierto, es una de las amigas más curiosas que he tenido en estos años; me conoce mejor que yo misma, diría yo.
-Él resultó ser igual a los demás, el mismo tipo de patán que me encuentro siempre. Al principio, todo pinta de maravilla, me lío con él y termina ghosteándome como todos, después de desecharme como si fuera basura -dije, frustrada, cuando me llaman-: Dra. Laura, la necesitamos en el quirófano 2. Hay un paciente que necesita una laparotomía de emergencia, y el Dr. Esteban necesita que usted lo asista. Ese nombre retumba en mi cabeza una y otra vez: "Dr. Esteban". Me quedo helada, no puedo creer que haya vuelto y, de todos los hospitales de la región, eligió este justo donde yo trabajo.
-Dra., por favor, apresúrese -me repite la licenciada Luz, sacándome de mis pensamientos y haciéndome reaccionar.
-Sí, sí, me preparo y ya voy -le respondo, y ella se retira conforme.
-¿Estás bien? -me dice Elena, acariciándome el hombro levemente, haciéndome sentir su apoyo.
-Sí, le respondo.
-Ella, incrédula, me contesta: ¿Estás segura de que podrás asistirle a Esteban en esa cirugía?
-Claro, es mi trabajo. Además, ya ha pasado bastante tiempo de eso -le digo.
-Hablamos más tarde, Elena. Me iré a preparar.
Me dirijo al área médica para dejar mis cosas. Tengo una agotadora guardia de 24 horas y, encima de todo, debo asistir a mi ex en una cirugía. Vaya manera de comenzar el día.
Ya en quirófano, despejo totalmente mi mente de cualquier pensamiento que pueda interferir en mi trabajo. Asisto al Dr. Esteban. Realizamos el procedimiento con total éxito; logramos controlar la hemorragia que sufría el paciente debido a un traumatismo abdominal por un accidente automovilístico. Termino exhausta, pero no puedo negar que amo mi trabajo. Felicito a todos por su apoyo y asistencia, incluso a Esteban, demostrando así que sé cómo separar lo laboral de lo personal, quien asiente con la cabeza sin decir nada.
Procedo a ir al vestidor y cambiarme para seguir con mi largo día, que pretendo sobrellevar con muchas tazas de café. Al volver de mi compra habitual de un café cargado, veo a Esteban conversar con los familiares del paciente.
-Le agradezco mucho, Dr., por haber salvado a mi hijo -decía una mujer de semblante dulce, como una madre.
-No es nada, señora. No solo fui yo, de hecho, ahí viene la Dra. Laura, quien fue la que me asistió en esta cirugía. Ella es una de las mejores cirujanas de trauma... Gracias, Dra., por todo. Para eso estamos, señora. Cualquier consulta que tenga, no dude en preguntarme -le contesto con amabilidad, mientras ella procede a retirarse.
-Mientras tanto, trato de huir lo más rápido posible antes de entablar cualquier conversación incómoda.
-Aguarda, Laura. Quisiera conversar contigo un rato. Hace bastante que no nos vemos -me dice Esteban con una sonrisa tan hermosa, pero que no volverá a envolverme nunca más.
En cambio, yo le respondo lo más seriamente posible:
-Dra. Laura para usted, Dr. Esteban. No lo olvide. Y si tiene que mencionar algo sobre el paciente, debería hacerlo a las licenciadas encargadas de su postoperatorio, no a mí.
Procedo a marcharme sin dejarle responder. Luego de entrar en razón, me doy cuenta de que fui muy grosera y no puedo evitar sentir vergüenza.
En lo que veo a la Dra. Elena correr a toda prisa, esquivando a todos en el pasillo como si fuera una niña pequeña jugando a ver quién llega primero, se detiene bruscamente junto a mí, apoyando su mano contra la pared mientras recupera el aliento para someterme a su interrogatorio matutino.
-¿Y qué tal todo? ¿Qué se dijeron? ¿Reavivaron las llamas del amor?
-El paciente se encuentra bien, la cirugía fue un éxito -respondo, sabiendo que no se refiere a eso en específico.
-Sí, sí, qué bueno. No es que no esté feliz por el chico a quien operaron, no esperaba menos de ti, querida. Todos tus procedimientos son un éxito. A lo que me refiero es que quiero todos los detalles más íntimos, por más oscuros que sean, de tu encuentro con el ex amor de tu vida.
-Elena, no digas eso, podrían escucharte. Ya sabes que aquí las paredes escuchan mejor. Vamos a comer algo y ahí te lo platico a detalle, como a ti te gusta -digo, mientras pongo los ojos en blanco y la agarro del brazo. Nos vamos a recoger mi almuerzo, ya que Elena nunca trae nada preparado y prefiere comprar.
-Después de la cirugía me encontré con él en el pasillo hablando con la madre del paciente. No te voy a negar que sentí cierta ternura al verlo convivir tan de cerca con los familiares de los pacientes. Tú bien sabes que eso es lo que más me gustaba de él, la cercanía que tenía con la gente, aunque luego recordé todo lo que me había hecho y se me pasó. Pero, Laura, cuéntame, ¿qué fue eso tan malo que te ha hecho Esteban para que ahora no lo quieras ver ni en pintura?
Me sumerjo en mis pensamientos y comienzo a rememorar todo lo que vivimos cuando éramos novios. Ambos éramos estudiantes y los mejores de la clase; además, estábamos profundamente enamorados y éramos muy felices, o al menos eso creía yo. Recuerdo el día en que nos conocimos: fue a través de amigos en común. Su mejor amigo era el novio de una de mis amigas más íntimas en ese entonces. Fue el 4 de agosto de 2018, el día del cumpleaños de mi amiga Jessica, quien nunca escatimaba en gastos para sus celebraciones. Por eso, esa fecha era la más esperada por todos en el instituto.
Ese día me arreglé como de costumbre: un vestido de seda rojo que resaltaba el tono de mi piel, con un escote en la espalda y una elegante caída en la falda. No usé ningún accesorio, ya que no era fan de ellos; mi cabello era muy rizado y me llegaba hasta la cadera. Siempre me gustó usarlo al natural y así lo usé esa noche. Llegué a la casa de Jessica, que por cierto estaba hermosamente decorada. La temática era una fiesta neón. Me salió una sonrisa, ya que ella siempre me sorprende con sus ocurrencias. Aunque debo admitir que esta vez se lució, todo estaba muy bonito.
Toda la fiesta transcurrió con normalidad: bebimos, comimos, bailamos y nos divertimos mucho. A Jessica se le ocurrió la fantástica idea del "juego de la botella". Nos reunió a las diez personas que quedábamos, ya que todos se habían ido, alrededor de una botella de fernet vacía. Ella dijo que, como hoy era su cumpleaños, sería su juego con sus reglas. Todos empezamos a reír. Esto solo se le puede ocurrir a Jessica, murmuran algunos. Prosiguió a girar la botella mientras todos estábamos expectantes. Jessica detuvo la botella bruscamente y la posicionó justo frente a mí y al tipo tímido que es amigo de su novio. Esteban se llamaba.
-¡Jessica, no seas pesada! -dije mientras ella repetía "mi juego, mis reglas".
Esteban solo se reía, creo que por nerviosismo. Ella le dijo que ya sabía lo que seguía. Mis mejillas se pusieron rojas de la vergüenza cuando él se levantó y se acercó a mí, intentando besarme. Agarró mi cuello, pero yo giré la cabeza bruscamente, negándome a su beso. Todos se sorprendieron. No iba a permitir que un tipo presumido me robara un beso así, sin más. Pero tampoco quería quedarme con las ganas de besarle, así que fui yo quien lo agarró de la camisa y le di un beso. La sorpresa en la sala aumentó aún más. Él correspondió al beso mientras Jessica se acercaba y decía: "Basta, es solo un juego". Mis mejillas se sonrojaron de nuevo por la vergüenza, y cada uno volvió a sus asientos, lanzándonos miradas furtivas para disimular.
-Laura, llamando a tierra -dice Elena, chasqueando los dedos para sacarme del trance en el que me había sumido al recordar los viejos tiempos.
Sacudo la cabeza y le respondo:
-Sí, sí, te escucho.
Elena me pregunta:
-¿Qué te estaba diciendo hace cinco minutos?
Sin saber qué responder, digo:
-Tienes razón, no escuché nada porque estaba sumergida en mis pensamientos.
Elena, con tono de chantaje, me
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