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Un chico misterioso Una chica soñadora Un bosque oscuro Un secreto Y una Inevitable atracción... ¿Qué malo podría suceder?
Él observaba sus creaciones con fascinación. Su experimento había funcionado y no podía creerlo. Era la primera vez que lograba transformar humanos en bestias letales. A pesar de su fascinación, una sombra de lástima se cernía en su interior. Los tres habían sido niños inocentes, sin familia, sin un hogar. Al llegar a la organización, intentó cuidarlos como si fueran sus propios hijos, pero el jefe insistía en que no debía tratarlos con empatía; eran meros experimentos.
Con el tiempo, los niños crecieron y un fuerte lazo se formó en su corazón. Para él, eran sus hijos; los alimentó, les enseñó a defenderse, a ser fuertes. Sin embargo, su destino estaba marcado: serían armas letales y nada más.
Era un científico excepcional y ellos, su mayor creación, valían miles de dólares. Ya no eran humanos, sino criaturas sin sentimientos, armas que fortalecerían a la Organización.
Allí estaba él, contemplando sus perfectas y letales creaciones dentro de las cápsulas. Dormidos, desnudos y sin memoria, lucían poderosos tras el cristal, llenándolo de orgullo y satisfacción. Habían estado en esas cápsulas durante un año. Recordaba cómo sus cuerpos se retorcían de dolor, cómo sus músculos se tensaban y sus respiraciones se volvían pesadas. Ese dolor no desaparecía de su mente y lo peor era que no pudo hacer nada para impedirlo; de lo contrario, estaría muerto. Se arrepentía del sufrimiento que habían soportado sus 'hijos', porque, aunque ahora eran armas humanas, aún los amaba como tales.
Su observación se interrumpió cuando la puerta del laboratorio se abrió abruptamente y el jefe de la Organización entró. Se tensó al instante. El hombre, de porte intimidante y amenazador, lo miró impasible. Vestido elegantemente, parecía un hombre de negocios, pero tras esa fachada se ocultaba un ser sin escrúpulos, lleno de maldad, a quien solo le importaban el dinero y el poder. Se detuvo frente a las cápsulas y sonrió victorioso al ver el progreso de los Lycans, como los había llamado.
-¿Ya están listos para conocer el mundo? -preguntó el hombre, dando una calada a su cigarrillo con tranquilidad. El Doctor Louis, nervioso e intranquilo, cruzó sus manos detrás de su espalda para ocultar su nerviosismo.
-Sí, están listos.
-¿Cuál es el más fuerte de los tres? -inquirió su jefe, aún observando los experimentos.
El Doctor Louis sabía cuál de los tres era el más fuerte desde que el niño llegó al orfanato. Lo confirmó cuando, al inyectarle la sustancia que los convertiría en monstruos, el niño no mostró dolor; solo apretaba los dientes y su cuerpo se retorcía, pero nunca gritó como los otros dos. Era el más fuerte.
El Doctor Alfred Louis se acercó a su jefe y, colocándose a su lado, señaló la segunda cápsula.
-Connor, él es el más fuerte. Su fuerza vital es muy poderosa y tiene más resistencia que Mason y Jason.
El jefe, sorprendido, notó que Connor, aunque alto y musculoso, no tenía tanta masa muscular como los gemelos, pero aun así era el más fuerte.
Carter sonrió con satisfacción, una sonrisa que al Dr. Louis le pareció horrenda. Trabajaba para él solo porque no tenía otra opción.
-Abre las cápsulas -ordenó Carter. El Dr. Louis, nervioso, se posicionó frente a la computadora y tecleó los dígitos que abrirían las cápsulas. El agua comenzó a descender y a burbujear. Carter estaba ansioso, pero al Dr. Louis le temblaban las manos de miedo, temiendo sus reacciones al despertar.
Cuando el agua descendió por completo, los Lycans abrieron los ojos y, confundidos, se miraban unos a otros, respirando pesadamente. Connor frunció el ceño al mirar al Dr. Louis con incredulidad. Este se alteró pero fingió calma ante Carter.
Los Lycans comenzaron a quitarse los chupones que cubrían su cuerpo y salieron de las cápsulas por orden de Carter, actuando de manera extraña. El Dr. Louis los había criado y formado en bestias.
-Quiero verlos en acción -pidió Carter. Dos ayudantes del Dr. Louis entraron con batas para cubrir la desnudez de los chicos.
Ya vestidos, Carter y el Dr. Louis salieron del laboratorio con los Lycans hacia el patio trasero, seguidos por hombres armados. Rodeados por una verja eléctrica de seguridad, los guardias apuntaban sus armas a Connor y a los gemelos bajo la luz de la luna llena.
-Bien -dijo Carter a los Lycans-. Veamos qué pueden hacer. Y si intentan escapar, morirán.
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