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Yudith y Max tenían tres años de casados, compartían la misma casa, pero en esos tres años él nunca la tocó. Su actitud hacia ella era fría y distante, como el hielo. De pronto, Yudith se cansó y pidió el divorcio, y ahí se enteró de la dura realidad: Maximiliano Hamilton se había casado con ella por venganza y no pretendía dejarla ir. ¿Podrá Yudith conmover el frío corazón del CEO arrogante y librarse de este matrimonio por venganza?
Capítulo 001
-Señora Hamilton, lamento darle esta noticia. Tiene cáncer de ovarios. Hay que hacerle una operación lo más pronto posible para evitar que se expanda a otros lugares. A pesar de que todavía está en etapa uno, hay muchos riesgos y habrá poca posibilidad de embarazo en el futuro si no se trata a tiempo.
Yudith se quedó tiesa y pálida ante esta noticia.Tener un hijo no estaba en sus pensamientos porque, aunque llevaba tres años casada, su esposo él nunca la había tocado. Por más que se ha esforzado por ser una buena esposa, él jamás la ha notado. Es como si ella no existiera para él. Jamás imaginó que su vida diaria tantos jiros.
-Señora Hamilton, tiene que informarle a sus familiares. Necesitará que alguien cuide de usted después del proceso quirúrgico.
Yudith no emitió ni una sola palabra, tenía la mente tan aturdida. Sin poder asimilar bien esta noticia, solo tomó los resultados que le dio el doctor y salió del hospital en silencio. Luego tomó un taxi para llegar a casa.
Cuando la criada la recibió, la notó muy pálida y con el rostro triste.
-Señora, ¿qué ha pasado? No se ve nada bien. ¿Acaso está enferma? -preguntó la señora Nani.
Yudith asintió con la cabeza en señal de negación.
-Estoy bien -respondió y subió directo a su habitación.
Se sentó en la cama y miró hacia la mesita de noche, donde había una foto de su boda con Max. Pensó que ese sería el día más feliz de su vida, pero en la noche de bodas, Max le dejó claro que no la amaba, que estaba enamorado de alguien más y que solo era su esposa en el papel, pero que en su corazón nunca existiría un lugar para ella. En aquel momento ella no entendía: si amaba a otra, ¿por qué se casó conmigo?
Esa pregunta nunca tuvo respuesta,. En aquel momento sintió dolor en el corazón, pues, sin darse cuenta, se había enamorado de él. Por tal motivo, pensó que con el tiempo, si se esforzaba por ser una buena esposa, tal vez él la llegaría a apreciar un poco. Pero ese día nunca llegó, así que ya perdió toda esperanza. Aguantó todos estos años en esa casa que se acercaba más a una prisión que a un hogar, todo por el bien de su abuelo. Pero ya estaba tan cansada...
Yudith se tumbó en la cama, tenía la mente hecha un desastre. No tenía familia. Creció con sus abuelos, su madre murió cuando era niña y nunca conoció a su padre. Su abuela también falleció hace un par de años, entonces solo quedaba el abuelo, pero ya estaba en una edad avanzada. Por primera vez, Yudith se sintió sola e indefensa.
Así que pensó en decirle a Max. Aunque él no la amara, tal vez podría acompañarla al médico la próxima vez...
Sintió un poco de sueño y se quedó dormida. Cuando abrió los ojos, ya estaba oscuro. Se levantó, fue a ducharse, salió del baño y se puso ropa de dormir. Bajó la escalera y pensó que seguro Max ya había regresado del trabajo. Se encontró con la criada que iba hacia el estudio de Max con una taza de té.
-Señora, la cena ya está lista. En un momento le sirvo -dijo la señora Nani.
-Está bien, no tengo mucha hambre. De todos modos, yo le llevaré el té al señor Hamilton. Puedes retirarte.
Yudith tomó la bandeja con el té y caminó por el pasillo hacia el estudio. Cuando se acercó a la puerta, escuchó la voz de Max. Al parecer estaba en una llamada; su voz sonaba suave y dulce. Era obvio que hablaba con una mujer. Esto le dolió mucho. Él nunca le habló con dulzura a ella, era como un bloque de hielo.
Ella tocó la puerta, que estaba entreabierta. Cuando Max la vio, su expresión cambió al instante. Su mirada cálida se transformó en desprecio.
-¿Por qué estás aquí? -preguntó Max.
Yudith se acercó al escritorio y dejó la bandeja.
-¡¿Acaso estás sorda?! ¡Sal ahora mismo de aquí! -gritó, con mucho odio en su tono.
Yudith tembló, con la mirada baja. No encontraba las palabras para empezar a hablar, pero sabía que quizás no tendría otra oportunidad. Así que se armó de valor, apretó el dobladillo de su blusa y levantó la mirada hacia él.
-¿Podrías acompañarme al doctor la próxima semana? -preguntó con voz temblorosa.
-¿¡Qué?! ¿Por qué me lo pides a mí? ¿Crees que tengo tanto tiempo libre para perderlo contigo? Además, no quiero que Cecilia se entere de que estuve contigo en público. Podría sentirse humillada delante de ella. Tú solo eres una rata, lo que tenga que ver contigo no me interesa en lo absoluto. Recuerda cuál es tu lugar. Además, según recuerdo, nunca he tocado tu inmundo cuerpo. En caso de que estés embarazada, está claro que no es mío. Lárgate y no me molestes más.
Yudith escuchó todas estas amargas palabras, que fueron como si miles de cuchillos atravesaran su corazón. Se quedó en silencio y dos ríos de llanto corrieron por sus mejillas. Se preguntó qué había hecho mal para merecer tanto desprecio. No le estaba pidiendo amor, le bastaba con un poco de amabilidad. Pero, al parecer, hasta eso era algo imposible con este hombre.
Solo quedaba una solución para terminar todo esto. Levantó el rostro y se secó las lágrimas.
-Vamos a divorciarnos -dijo Yudith, con la voz temblorosa.
-¿Cómo? ¿El divorcio? ¿Quién te crees que eres para pedirme el divorcio? -respondió Max, incrédulo.
Yudith lo interrumpió.
-Sé que para ti no valgo nada y no soy nadie. Es cierto, solo soy una pueblerina. Y tienes a alguien a quien amas, seguro piensas casarte con ella en el futuro. Así que esto es lo mejor... Me iré en silencio, muy lejos. Y si no me das el divorcio, de todas formas encontraré una forma de irme.
-¡Yudith, no colmes mi paciencia! -gritó Max, dando un golpe al escritorio con la palma de la mano.
Yudith saltó, nerviosa, parada frente a él, y las lágrimas por sus mejillas volvieron a caer como dos ríos. Pero no se quedó callada.
-¿Por qué? ¡¿Por qué me desprecias tanto?! Está bien, si no me amas, nunca te pedí que lo hicieras. ¿Pero qué te hice para que me trates con tanta crueldad? Si de verdad te parezco tan despreciable e inmunda, ¿por qué no me dejas ir así? Ya no tendrás que verme más -tartamudeó entre sollozos y amargura.
-¿¡Quieres saber la verdad!? -exclamó Max.
-¿Quieres que te diga que eres la hija de la prostituta que sedujo a mi padre y provocó la muerte de mi madre? Como la puta de tu madre está muerta, tú tendrás que pagar por ella.
-¡¿Entiendes!?
Yudith negó con la cabeza, no podía creer lo que acababa de escuchar.
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