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Los dos son deportistas. Los dos quieren escapar. Los dos son solteros. Los dos odian a su familia. Los dos están solos en el mundo. A los dos los unió el destino. Ella: Asmática, tímida, vulnerable. Él: Rebelde, solitario, violento. ¿Qué pasará cuando los dos descubran lo mucho que necesitan al otro? ¿Fingir estar juntos? Un plan que cambiará sus vidas para siempre, y sus sentimientos de manera irremediable.
Energía, eso se sentía en el aire. Los dos la sentían, nerviosos miraban hacia la multitud expectante que los vería. Ella, asmática, casi al punto de no poder respirar. Él, molesto debido a su interminable lucha en contra de su familia, a la cual no aguantaba.
Los competidores se colocaban en la línea de salida para enfrentarse a su destino, a las suficientes yardas que los esperaban.
El silbato sonó, y todos comenzaron a correr intentando que el corazón no se les saliera por la garganta.
Para ella lograrlo era muy difícil, su asma le impedía hacer mucho esfuerzo, pero su voluntad la impulsaba a ir por más. Para él era una tarea simple, pero su rebeldía lo obligaba a ir en segundo lugar, a pesar de que sabía que podía ganarle al chico que corría delante de él.
En el ambiente se escuchaban los alientos de la multitud, que luego de unos segundos se podía sentir el ritmo que provocaban sus gritos y exclamaciones.
A ella le recordaba a una canción con la cual entrenaba, lo que hizo que acelerara el ritmo y que su respiración mejorara, en resumen, le generó la confianza que le faltaba. A él le recordaba a todas sus peleas, lo que hizo que se mareara por los diversos malestares emocionales que le traían esos eventos pasados y como resultado, comenzó a bajar la velocidad.
No se parecían en casi nada excepto en una cosa: los dos querían escapar de la vida que les había tocado vivir.
Ella quería explorar el mundo sin que nadie la frenara, por eso había elegido correr carreras escolares. Él quería escapar de su familia y ser libre, correr lo hacía sentir vivo y en libertad.
Dentro de sus cabezas, resonaba un ritmo pegadizo acompañado de un leve "¡Oh!", era uno de esos momentos de la vida los cuales pareciera que suceden con música. Poco a poco se iban acercando entre ellos, y acercándose a la meta.
Segundo y tercer lugar, nada mal para ser novatos.
A punto de pasarlo, ella aceleró su ritmo, pero su asma volvía cada vez más fuerte, quitándole el poco aire que alcanzaba a aspirar.
Él al ver esta situación comenzó a acelerar, pero no podía, estaba cansado debido a que la noche anterior no había descansado bien debido a que su padre le había golpeado la cabeza con una puerta por "accidente" y su ojo había quedado morado.
Restregó este con su mano izquierda e intentó pasar a la joven. Pero no lo lograba, y eso le molestaba, no quería ser pasado por una chica quien además era menor que él, se balanceó suavemente hacia ella dándole un empujón. Ella inmediatamente tropezó y cayó al suelo, pero con esto también lo arrastró a él debido a que tomó su pechera para no caerse, pero al contrario, él cayó encima de ella.
El público al ver esta escena exclamó un "Auch", mientras todos se levantaban de sus asientos expectantes a ver lo que sucedería. Mientras que los dos yacían en el terroso suelo, ella sin poder respirar, él completamente shockeado.
El joven comenzó a escuchar la sonora y desesperada respiración de la muchacha, lo que hizo que reaccionara de inmediato y se quitara de encima, ya habían unas cuantas personas a su alrededor.
-Ey, tranquila -intentó calmar la respiración de la joven-. Traeremos ayuda, ¿sí?
Ella no podía obedecer, estaba desesperada por aire, y lentamente su vista se iba nublando.
***
Abrió sus ojos lentamente y se encontró con un cielo blanco, hecho de cemento, y unos pétalos azotando su rostro, los cuales alejó de forma vaga.
Miró al frente y se encontró con unos ojos cafés los cuales la miraban fijo, por lo que frunció el ceño confundida.
Él la miraba y seguía preguntándose porque había tenido la necesidad de ir a verla al hospital. Ella negó confundida, sin entender qué había sucedido, cuando el sonido de la puerta la obligó a mirar a su izquierda.
-Muy bien, señorita Taylor, al parecer despertó con compañía -exclamó el doctor, un hombre canoso y de baja estatura-. Sólo tuvo un accidente asmático, le sugiero que no entre en pánico ni situaciones estresantes al menos en los próximos días. Esa caída la asustó bastante, parece -sugirió con aire divertido.
Ella sólo le sonrió al hombre y volvió su mirada hacia el joven.
-Entonces... les dejaré tiempo para hablar -dijo, luego de ver la intensidad con la que los dos adolescentes se miraban, sin entender ni un poco la situación en la que estaban.
-Sí, gracias -contestó ella sin quitar su mirada del chico-. ¿Quién eres? -preguntó cuando el médico salió de la sala.
-Callum, Callum Scott -contestó él, sintiéndose un poco incómodo-. Me gustaría saber tu nombre, si no es molestia -prosiguió, metiendo sus manos en los bolsillos de sus desgarrados jeans.
-Olivia Taylor -contestó, frunciendo el ceño-. ¿Tú fuiste el que me empujó en la carrera? -preguntó un poco molesta, luego de recordar la razón por la cual estaba en ese hospital.
-Sí -contestó él, alzando sus cejas y encogiéndose de hombros-. Por eso vine a verte... Pero me sorprendió ser el único que lo ha hecho -la miró expectante.
-Mis padres se ocupan mucho de su trabajo... y mi hermano vive a dos ciudades, un ataque de asma es un asunto poco importante, especialmente si me ocurre a mí -explicó con desinterés, lo cual sorprendió a Callum.
-¿No te molesta contarle eso a un completo extraño? -rió extrañado.
-¿No te molesta ese ojo morado que tienes? -preguntó la chica interesada, con las cejas en alto.
-Problemas familiares... mis padres aman a mi hermano y me odian a mí. A veces mi padre se pone un poco violento conmigo -explicó, intentando no tener un ataque de rabia.
-Esto es extraño -rió la joven.
-Sí, nunca soy tan...
-Honesto con alguien que no conoces -completó la frase la adolescente-. Lo sé, yo tampoco -soltó una risita incómoda.
-Qué accidente tan peculiar -sonrió él.
-Los accidentes no existen -habló ella de manera pensativa, haciendo que él la mirara fijamente.
-En realidad, no es que no te haya visto antes, siempre te veo entrenando en la pista, o leyendo en la biblioteca -habló Callum, rompiendo el silencio.
-Sí... yo siempre te veo tomando el autobús en la parada frente a la escuela, o escuchando música bajo los árboles del jardín mientras todos estamos en clase -los dos rieron.
Un portazo interrumpió su conversación. Una mujer alta y delgada, con un peinado extravagante y vestido negro ajustado, entró a la habitación como si fuese la estrella de un show.
Con exageradas acciones, se arrodilló al lado de la chica.
-¡Hijita! Me alegro tanto de que estés bien, estaba MUY preocupada -sollozó falsamente, antes de notar la presencia incómoda de Callum-. ¿Y... tú eres?
-Callum Scott, señora Taylor -sonrió falsamente el joven, estrechando la mano de la mujer.
-Como el cantante... -murmuró la chica para sí misma.
La mujer ignoró completamente al chico y siguió actuando como si le importara la joven que estaba recostada en la camilla. Olivia miró con sufrimiento al chico, para volver la mirada hacia su madrastra.
Él, Callum, entendió que era hora de irse, saludó a la chica con su mano sin decir ni una palabra y se marchó de allí.
Al otro día, ella ya estaba en casa, durmiendo tranquila. Él no lo estaba, estaba en el banco de un parque cercano a su hogar, con el uniforme escolar puesto y sus útiles a su lado, durmiendo no muy cómodamente. Una pelea con sus padres debido a su escapada al hospital y ya tenía que dormir fuera de su casa.
O más bien, él lo prefería así.
Sintió que su celular sonaba y lo atendió enojado y con desgano, su padre lo insultaba, él solo se limitó a dejar el aparato en el viejo banco y dirigirse al instituto.
Ella despertó, sintiendo el suave aroma a tostadas que provenía de la cocina, la cual estaba al lado de su habitación.
Se levantó adormilada y se vistió con su falda a cuadrillé y su camisa, zapatos y corbata. Se maquilló levemente, con tonos claros como siempre hacía, pero para remarcar sus ojos utilizó un delineador negro, el cual hacía contraste con sus ojos miel, recogió su flequillo con un broche y dejó su cabello suelto, el cual era color avellana.
Se dirigió a la cocina y desayunó junto a la ama de llaves, sus padres no se despertaban para saludarla, y eso que entraban al trabajo sólo quince minutos después que ella. Saludó a su empleada y se dirigió al colegio.
Corrían, los dos lo hacían, si llegaban tarde deberían pasar dos horas en detención luego de clases. No es que él no tuviera detención igual, lo habían descubierto en el jardín en horas de clase.
Para ella, un sólo castigo era la perdición, sus padres odiaban que ella llegara tarde a casa.
Se cruzaron en la entrada y alguien los tomó de sus mochilas.
-¡Alto ahí! -se escuchó una voz gruesa y ronca-. ¿Tarde de nuevo verdad, Scott? -preguntó el hombre.
-Sí -contestó Callum de manera seca.
-¿Y tú cómo te llamas, princesa? -prosiguió el adulto con desprecio y arrastrando sus palabras.
-Olivia Taylor -contestó tímida e insegura la chica.
-Bien, los dos a detención luego de clases, no tendrán tiempo para almorzar y no me interesa si se desmayan de hambre -explicó, para luego soltarlos y empujarlos para que siguieran su camino.
Él se dirigió maldiciendo a su curso, era su último año de secundaria, pero sus 17 años no le alcanzaban. Ella se dirigió asustada al suyo, tenía sólo 15 años y se sentía encerrada en su clase, nadie era como ella.
Se sentía tan anormal.
El timbre sonó, agudo y puntual a las 12:30 de la mañana, marcando la salida de todos los estudiantes, todos excepto ellos.
Qué casualidad que ellos han sido los únicos con detención ese día.
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