/0/3497/coverbig.jpg?v=6448da2b366d2ed0b5d59d0a8f76c957)
EXTRACTO DEL LIBRO. "Quítate la ropa, Shilah. Si tengo que decirlo de nuevo, será con un látigo en la espalda", sus frías palabras llegaron a sus oídos, provocando que le recorriera un escalofrío por la espalda. La chica sostuvo su vestido con fuerza contra su pecho, sin querer soltarlo. "Soy virgen, mi rey " su voz era demasiado débil para decir con claridad las palabras, que apenas se escucharon. "Y tú eres mi esposa. No lo olvides. Te pertenezco desde ahora y para siempre. Y también puedo optar por poner fin a tu vida si así lo quieres. Ahora, por última vez, quítate la ropa". * * Shilah era una joven que provenía de los hombres lobo, también conocidos como los pumas. Creció en una de las manadas más fuertes, pero desafortunadamente, no tenía habilidades de lobo. Ella era la única de su manada que era un lobo impotente y, como resultado, su familia y otros siempre la intimidaban. Pero, ¿qué sucede cuando Shilah cae en manos del frío Alfa Dakota, el Alfa de todos los demás Alfas? También era el superior y líder de los chupadores de sangre, también conocidos como vampiros. La pobre Shilah había ofendido al rey Alfa al desobedecer sus órdenes y, como resultado, este decidió asegurarse de que ella nunca disfrutara de la compañía de los suyos al tomarla como su cuarta esposa. Sí, cuarta. El rey Dakota se había casado con tres esposas en busca de un heredero, pero había sido difícil ya que solo dieron a luz niñas: ¿Era una maldición de la diosa de la una? Era un rey lleno de heridas, demasiado frío y despiadado. Shilah sabía que su vida estaría condenada si tenía que estar en sus brazos. Tanbíen tenía que lidiar con sus otras esposas aparte de él. Ella fue tratada como la peor de todas, ¿qué pasaría cuando Shilah resulta ser algo más? ¿Algo que nunca vieron?
INTRO
La mujer jadeaba con fuerza mientras corría por el bosque oscuro; sus piernas veloces recorrían largas distancias en una fracción de segundo. Si no fuera por el sonido de las hojas crujiendo bajo sus pisadas y el del grupo de hombres persiguiéndola, ella estaba completamente segura de que lo único que se habría escuchado sería su imperturbable respiración.
"¡Más rápido! ¡Vamos!".
"¡Nos está dejando atrás! ¡Síganla, rápido!".
Los hombres gritaban detrás de ella, la cual, pese a estar asustada, no hizo ningún intento por mirarlos.
De repente, la pequeña que sostenía contra el pecho, envuelta en una tela gruesa, gimió en sus brazos; debía estar cansada de tanto movimiento brusco al correr.
"Lo siento, mi niña. Lo siento", susurró la mujer, acelerando el paso.
¿Cómo podría despistar a los hombres que la seguían? El bosque estaba extremadamente oscuro, con solo el tenue reflejo de la luz de la luna que la ayudaba a vislumbrar el camino.
De pronto, un ligero sollozo le recorrió la garganta.
En ese instante, sintió un dolor agudo en la pierna que la tiró al suelo. "¡Aaargh!", gritó, ante la oleada de aflicción insoportable que la azotó de golpe.
Como consecuencia, el bebé se le cayó de los brazos y rodó por el suelo, soltando también un llanto acorde con la tensa situación.
"No... ¡No!", chilló la madre desesperadamente, al mismo tiempo que se agarraba la pierna herida.
Se dio cuenta entonces de que le habían disparado una flecha, y no una cualquiera, sino una flecha envenenada con Sitos, uno de los venenos más efectivos de brujas. Nadie podía sobrevivir a eso... Era imposible.
Aun en esa condición, solo era capaz de pensar en su bebé. Su bebé...
Tratando de ignorar el dolor, se arrastró hasta donde estaba la pequeña, acercándola y colocándola junto a su pecho mientras su espalda impactó contra el suelo en un golpe sordo. Era obvio que aquellos hombres ya la estarían alcanzando a esas alturas.
"Tu lucha ha terminado", escuchó a una voz decir repentinamente; una familiar y amenazadora voz femenina.
Sabía que era ella, que la flecha envenenada tenía que venir de ella.
Entonces alzó la vista para comprobarlo, y pudo verla allí de pie en la oscuridad, luciendo un vestido negro tan largo, que podría barrer el suelo con él.
"Lura, por favor...", suplicó la mujer tendida en el suelo, con una mueca de dolor en el rostro.
"¿De verdad crees que puedes escapar de tu juicio?", continuó la otra mujer, esta vez más contundente.
"¿Acaso pensabas que eras lo suficientemente inteligente como para escabullirte del castigo por tu imprudencia y necedad?".
Ante la acusación, se le formó un nudo en la garganta a la madre, quien rogó:
"Mi hija no tiene nada que ver con esto... Por favor, no le hagas daño".
"¡Tu hija tiene que ver con todo esto!". Un rayo rompió el cielo ante el furioso reproche de Lura.
"Ayita, tu hija es una maldición. Se convirtió en maldición el mismo día en el que simpatizaste con uno de nuestros enemigos, y fruto de esa unión, nació ella. ¡Rompiste una de nuestras reglas sagradas! ¡De modo que tú y tu hija híbrida tienen que pagar por ello!".
"Ella no será un problema. Ya me he asegurado de eso. Por favor, Lura, tienes que escucharme...".
"Eres una bruja, Ayita; y una de nuestras mejores. No deberías haberte enamorado del enemigo y, lo que es peor, tener descendencia con él. Me decepcionaste enormemente".
"No, por favor...".
"¡Se acabó la charla, Ayita!". Su grito enérgico provocó otro estruendo en el cielo.
Para entonces, los hombres que perseguían a Ayita por fin habían llegado al lugar donde yacía indefensa; todos se pararon allí mirando la intensa interacción.
"Como Reina de las Brujas Oceánicas del Oeste que soy, por la presente, condeno a muerte a Ayita y a su hija", declaró la mayor autoridad, alargando la mano hacia ella.
En ese momento, la recién condenada supo que su vida llegaría a su fin si ella no hacía nada para detener su inminente destino; no le quedaba otra que plantarle cara a Lura y luchar contra ella. Sin embargo, ya envenenada, usar sus poderes definitivamente extraería toda la energía vital en su interior y la mataría. A la vez, no podía pensar en nada más que en su hija... No tenía elección.
De esa forma, justo cuando la otra se disponía a usar la varita, ella dejó escapar un fuerte grito que causó una tormenta.
Esta vibración sacudió el cielo por completo, además de los árboles y todo a su alrededor.
Lura soltó un grito agónico y de asombro: "¡Ayitaaaa!". Acto seguido, canalizó los poderes de la varita hacia su oponente rápidamente, si bien resultó ser ya demasiado tarde, pues un viento implacable la arrastró, llevándola tan lejos que se estrelló contra un árbol que también había sido arrancado por la corriente.
El mismo destino sufrieron los hombres que aguardaban detrás.
Ayita estaba segura de que nadie sobreviviría a tal golpe.
Pocos minutos después del grito, todo el lugar se quedó en calma, excepto por los tenues sonidos de los grillos y el llanto agudo de la pequeña.
La mujer ya podía sentir cómo las fuerzas la abandonaban, tanto que apenas podía sostener al bebé en las manos.
"Te amo, mi niña", murmuró débilmente, hasta que, poco a poco, se le cerraron los ojos finalmente.
CAPÍTULO 1
23 AÑOS DESPUÉS
"¡Date prisa, Shilah! Eres demasiado lenta", gritó una chica con voz ronca desde la mesa donde estaba sentada.
"Es tan lenta que parece un caracol". Shilah, de 23 años.
Ella no refutó nada mientras bajaba las viejas escaleras que crujían bajo sus pies, de camino al comedor donde el resto de su familia estaba sentaba cómodamente, algunos ya comiendo.
"¡Espero que le hayas echado suficiente salsa!", exigió la otra, aunque sin recibir contestación de la ingenua chica.
Esta última bajó la vista al suelo y caminó hacia el comedor, en donde se encontraban seis personas: su padre, su madre, tres hermanastras y solo un hermanastro.
"Siento haber tardado tanto. Tuve que calentarlo", explicó ella cuando finalmente se paró frente al comedor. Ina, la que había pedido la salsa, se la arrebató bruscamente de las manos, y le espetó de manera cortante: "Sí que deberías sentirlo".
Después comenzó a comer, con un mechón de pelo cayéndole sobre el ojo izquierdo.
Había unos siete asientos alrededor de la mesa, con solo seis de ellos ocupados, y a pesar de ello, Shilah sabía que el séptimo sitio no era para ella.
"Creo que eso es todo por ahora. Puedes irte", anunció su madrastra abruptamente, indicándole a la joven que se marchara, y eso fue exactamente lo que hizo, tras una reverencia humilde y obediente.
"¿Por qué no se une a nosotros para comer? ¿Al menos hoy?", preguntó Vanessa, su segunda hermanastra. Ante esto, Shilah dejó de caminar y se quedó quieta, esperando para escuchar una respuesta.
Comer con ellos... eso habría estado bien.
"Pero, ¿qué pasa contigo, Vanessa? ¿Por qué íbamos a comer en su compañía? Esta es una mesa para lobos de verdad, no para una chica vacía, haciéndose pasar por uno de los nuestros", interrumpió Ina, cuyas palabras destrozaron el corazón de la aludida.
"Ina....", le advirtieron sus padres.
"¿Qué?", se burló la primera. "No dije ninguna mentira, ¿cierto? Es la cruel realidad, y es bien sabida por todos. Shilah es la única que no se ha transformado. La única que no tiene ni una sola aptitud. No es más que una tonta, como si fuera una simple humana. Si no fuera por el hecho de que papá afirma que es la hija de su primera esposa, habría jurado que no es de esta familia. ¡Desde luego, no del linaje de los lobos!".
"Ya basta, Ina", intervino el padre, y se volvió hacia la chica de la que hablaban, la cual ahora lucía absolutamente pálida.
"Deberías irte", dijo, dirigiéndose directamente a ella.
Y tras tragar saliva, esta se dio la vuelta y siguió alejándose.
No pudo evitar sentirse apesadumbrada en su interior, a la vez que abrumada por unas lágrimas que aún no estaba lista para dejar escapar. Sin embargo, se le acumulaban en los bordes de los ojos, de forma que tuvo que caminar con cuidado por miedo a tropezar.
"¿Qué te ocurre, Pia? Parecía que no te sentías cómoda antes", escuchó decir a su madrastra detrás suya.
No se molestó en volverse para observarlos, ya que aún podía oírlos con claridad.
"Yo... Creo que estaré bien. No es nada, solo me encuentro un poco mareada", respondió aturdida la hija menor de la familia.
La escalera estaba un poco lejos de donde se encontraba ella.
No obstante, no se molestó en escuchar más de las conversaciones familiares cuando por fin llegó a estas, y sin dudar empezó a subir al piso de arriba.
Primero se dirigió a la cocina, tomó su comida y luego se fue hacia su remota y solitaria habitación.
No era el dormitorio típico que contenía una buena cama, un armario, algunas sillas bien colocadas y demás. Para nada. Lo único bueno que tenía la habitación de Shilah era la cama.
Para cuando llegó, ya había perdido el apetito por completo, así que dejó el plato de madera sobre la mesa y se acercó a la cama para sentarse.
Una cosa agradable que sí tenía su cuarto, y que le encantaba, era que la cama estaba tan cerca de la ventana, que le permitía poder disfrutar del aire fresco sin tener que levantarse.
La chica se quedó un rato mirando por la ventana, deseando que sus preocupaciones pudieran esfumarse y desaparecer con el viento, cosa que, lamentablemente no era posible.
Por desgracia, solo había una persona con la que podía hablar: su única amiga.
Entonces se volvió a sentar más cómodamente en la cama, agarrando la muñeca que estaba ahí encima.
Exacto, tristemente esa era la única amiga que tenía.
La joven sonrió débilmente mientras le acariciaba el escaso cabello amarillo; sus ojos de mentira estaban mirándola... o en cualquier caso, eso quería creer ella.
"Hoy no me dejaron comer a la mesa con ellos, como de costumbre", expuso.
"Vanessa intentó convencerlos, aunque no le hicieron caso", continuó.
Justo después, hizo una pausa y exhaló profundamente.
"¿Por qué soy tan desdichada y desafortunada?", se preguntó en voz alta, la cual se le quebró un poco.
"Ojalá.... Ojalá alguien pudiera explicarme por qué soy la única sin habilidades propias de loba, porque, pese a ser una en teoría, no me siento como tal. ¿Será que estoy maldita o algo así?".
Luego hizo otra pausa y aspiró.
"Ojalá mamá estuviera viva, y así tal vez no tendría que pasar por esto".
De repente, la puerta se abrió de golpe con la irrupción de Ina, lo que dejó a Shilah sorprendida. ¿Por qué habría entrado así? ¿Acaso ya había terminado de comer?
La otra chica tenía una expresión poco amigable cuando entró en la habitación mirándola a ella, quien todavía sostenía la muñeca en la mano.
"¿Qué sucede? ¿Algún problema?", decidió preguntar la chica.
"Aunque hubiera algún problema, tú nunca serías uno para mí", se burló Ina en respuesta.
"De todos modos, solo vine a decirte que te prepares porque me vas a acompañar al mercado para ir a comprar algo de comida, puesto que el Rey Alfa ha declarado mañana un Día Sin Movimiento. No me hagas esperar".
Y con eso, se dio la vuelta y la dejó sola de nuevo.
'El Rey Alfa...', pensó Shilah mientras miraba a la muñeca.
El Alfa Todo Superior, al que temía toda criatura viviente en la zona.
Se preguntó qué iba a pasar al día siguiente y por qué el Alfa lo había declarado "Día Sin Movimiento", aquel en que todos debían permanecer en el interior, sin salir de casa en ningún momento.
Anoche pasé una noche erótica con un desconocido en un bar. No soy una mujer al azar. Hice esto porque estaba muy triste ayer. El novio que había estado enamorado de mí durante tres años me dejó y se casó rápidamente con una chica rica. Aunque actúo como si nada hubiera pasado delante de mis amigos, estoy muy triste. Para aliviar mi estado de ánimo, fui solo al bar y me emborraché. Accidentalmente, me encontré con él. Él es más que atractivo e increíblemente sexy. Como el deseo controlaba mi mente, tuve una aventura de una noche con él. Cuando decidí olvidarme de todo y seguir adelante, descubrí que mi aventura de una noche se convirtió en mi nuevo jefe. Un tipo posesivo.
Llevaba dos botellas de whisky y 3 semanas de insomnio, no comía bien, tampoco había parado de llorar. Me sentía hundida en un infierno que nunca imaginé experimentar. ¿Quién con un buen juicio creería que la persona que más amas en este mundo podría hacerte vivir semejante pesadilla? Nunca nadie se esperó que él me enseñara cómo tocar el cielo, solo para luego arrastrarme hasta lo más profundo del inframundo. ¿Cómo puedes explicar que la persona que amas te traicione y te mienta durante tanto tiempo? Antes de conocer a Amílcar Ferrer, el señor que se convirtió en el dueño de mi cielo, yo era una mujer soñadora con un futuro por perseguir. Pero todo eso quedó en el pasado. Este hombre, un exitoso empresario y el soltero más codiciado de todo el país, por alguna casualidad o maldición de la vida, posó sus ojos en mí. Descubrir que mis cinco años de amor están multiplicados por dos fue un golpe duro. Algunos llaman a todo esto destino, pero yo solo puedo decir que fue lo que me tocó vivir. Ahora estoy atrapada en un torbellino de engaños, dolor y desconfianza. Mi corazón está roto y mi mente llena de preguntas sin respuesta. Mi nombre es Rose Dewit, una mujer que tuvo su cielo pero fue arrastrada al inframundo por la persona en quien confiaba más. Mi historia es un relato duro y sin escrúpulos sobre el amor, la traición y la lucha por encontrar la verdad en medio del caos. ¿Seré capaz de encontrar el camino de vuelta a la felicidad o me sumergiré aún más en este abismo de oscuridad? Solo el tiempo y mi fuerza interior podrán responder eso.
Acusada de asesinato, la madre de Sylvia Todd fue considerada una traidora por toda la manada, condenando a Sylvia a vivir el resto de su vida sola y humillada como una humilde esclava. Lo único que quería la chica era demostrar la inocencia de su madre de alguna manera, pero el destino nunca parecía estar de su lado. A pesar de todo, Sylvia nunca perdió la esperanza. Como el futuro rey licántropo de todos los hombres lobo, Rufus Duncan poseía un gran poder y estatus, pero tenía una inexplicable reputación de ser cruel, sanguinario y despiadado. Sin que todo el mundo lo supiera, había sido maldecido hacía mucho tiempo y se veía obligado a transformarse en un monstruo asesino cada luna llena. Aunque el destino no siempre favorecía a los dos, unió a Sylvia y Rufus como pareja predestinada. ¿Se hará justicia para la madre de Sylvia? ¿Podrán ella y Rufus desafiar todas las normas sociales y permanecer juntos? ¿Tendrán estas dos almas desafortunadas un final feliz?
"¡Ahh!". Ella solo podía gemir, a pesar de que no amaba a ese hombre; de hecho, lo odiaba. Las manos del hombre recorrían todo su cuerpo. Ella jadeó cuando él comenzó a bajarle el cierre del vestido. Este terminaba en su cadera, así que terminó con la espalda y la cintura descubiertas. "No me toq... ¡mmm!". El hombre movió sus dedos por su espalda descubierta y presionó su cabeza contra una almohada. Los toques le provocaron escalofríos a la chica. "Haré que te olvides de sus toques, besos y todo lo demás. Cada vez que toques a otro hombre, solo podrás pensar en mí". ---- Ava Adler era una omega nerd. Los demás la molestaban porque pensaban que era fea y poco atractiva. Pero Ava amaba en secreto a un chico malo, Ian Dawson. Él era el futuro Alfa de la manada Mystic Shadow. Sin embargo, a él no le importaban las reglas ni las leyes, solo le gustaba coquetear con las chicas. Ava no era consciente de la arrogancia de Ian hasta que su destino se entrelazó con el del joven. Él la descuidó y la hirió profundamente. ¿Qué pasaría cuando Ava se convirtiera en una bella capaz de conquistar a cualquier chico y, al verla, Ian se arrepintiera de sus decisiones? ¿Y si ella tenía una identidad secreta que aún no había descubierto? ¿Y si cambiaban las tornas e Ian le suplicaba que no lo dejara?
Una joven novicia, obligada por su madrastra, se prepara para ser monja, mientras su hermanastra, busca casarse con un hombre rico, incentivada por su madre, para recuperar la vida de lujos que antes llevaban. Un hombre, rico y poderoso, enamorado de una mujer casada, obligado por su familia, busca una esposa, que sirva para recibir su herencia, mientras sigue con la mujer que ama.
Ella se casó en secreto con una superestrella; sin embargo, su estado civil se mantuvo en conocimiento público. Ella lo amaba como a un perro, tan leal, tan sin vergüenza, pero él la alejaba constantemente solo por su egoísta razón de tomar venganza contra su madre. Después de su divorcio, ella accidentalmente se acostó con un atractivo desconocido cuyos ojos azules exudaban un atractivo sexual extremo, atrayéndola a una inevitable atracción fatal. Él era tan tranquilo y gentil, prometiéndole la felicidad eterna. "¿Ms. Cathryn Riley, se casará conmigo?" Su expresión era seria y sincera. Los dedos delgados del hombre sostenían una caja redonda de terciopelo rojo muy delicada y hermosa; dentro había un anillo de diamante exquisito. Asustada emocionalmente, ella le respondió, "He sido divorciada una vez. Espero que no me haga divorciar por segunda vez de nuevo." Keith sonrió y respondió suavemente, "Mi mundo nunca se ha centrado en nadie. Pero en los días venideros, mi mundo se centra en ti". Ella estaba tan conmovida que no pudo evitar llorar lágrimas de felicidad. Estar con él le trajo una alegría eterna y su promesa eterna reemplazó su sufrimiento por el matrimonio fracasado.