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Las vueltas de mi vida

Las vueltas de mi vida

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Qué pasaría si todo lo que tienes lo pierdes. Si tus sueños y deseos se esfuman por arte de magia. Y tienes que comenzar de nuevo, en una edad madura con dos hijos a cuestas. ¿Te echas a morir? o ¿te enfrentas a la vida con más fuerza? Esta es la historia de Selena, una mujer común y corriente, de treinta y ocho años, ama de casa, con dos niños y un matrimonio de ocho años. Ella era feliz, hasta que un día lo pierde todo, obligada a comenzar de nuevo, consigue trabajo en una gran empresa siendo esto el comienzo de una gran historia. El mundo da muchas vueltas y la vida la recompensará con grandes cosas.

Capítulo 1 Primer Capítulo

Un rayo de sol se coló por la ventana y el despertador comenzó a sonar estrepitosamente, haciendo que me despertara disgustada.

Apenas hacía un par de horas que había podido conciliar el sueño esperando a Javier que llegó a altas horas de la madrugada con la corbata a un lado, el saco en el brazo y con un olor a alcohol.

Estire mis piernas y los brazos entre las sábanas, para luego apagar ese ruido molesto y repetitivo. Miró a Javier que duerme placenteramente a mi lado, le tocó el brazo para que se desperté, pero su reacción fue darse la vuelta y darme la espalda.

Sigilosamente me levanto hacia la ducha, dándome un baño de prisa, me mudo con ropa ligera y cómoda, para luego bajar a realizar desayunos y almuerzos para el nuevo día que empieza.

Ya en la cocina tuesto el pan y encendiendo la cafetera. Mientras espero a que el agua hierva, escucho el canto alegre de los pájaros posando en las ramas de los árboles del jardín, cierro los ojos por unos segundos para disfrutar de su melodía, hasta que el insistente gorgoteo de la cafetera hace entrar en razón.

Sirvo mi taza de café y caminó hasta el comedor donde tenía listo el pan y el pinto para la familia.

— Mamá ¿Dónde están las medias? —pregunta Greivin desde su cuarto.

— Hijo, está en la última gaveta del ropero.

— Mamá ¿has visto mi libro de comunicaciones? — vocifera Brayan desde las escaleras

— No, no lo he visto.

La tranquilidad que había hace apenas unos minutos se disipó por completo al despertar los niños.

— ¡Vengan a desayunar! —Grito para que ambos me escuchen

— ¡Ya voy! —responden en coro.

Giró mi cuerpo hacia la cocina, dispuesta a no rogar más, sabía que siempre bajaban en carrera, daban unos cuantos sorbos al café y tomaban una tostada entre los dientes, para llevarla de camino.

— ¡Aquí estás! —exclama Javier. Haciendo que derrame el café que llevaba en la mano.

— ¿Qué quieres? —gruñó

— ¿Estás bien? —pregunta él, mirando el desastre que cause por su culpa.

— ¿Lo preguntas por mi vestido chorreado? o ¿Por lo tarde que llegaste anoche?

— Olvida mi pregunta Selena. En definitiva, usted no cambia.

— Ahora el ofendido es otro. ¡Claro está! Él llega tarde y yo tengo que estar feliz.

— Sabes que si llego a esas horas, fue porque estaba en una reunión.

— Lo se, pero me molesta no poder pasar tiempo contigo, disfrutar como pareja, así como lo hacíamos antes. ¿Te acuerdas?

— Después tendremos tiempo para eso, por ahora tienes que aguantar hasta que el negocio crezca, —dice, tomando el bolso de mano y dirigiéndose a la puerta principal.

— Te amo —digo sin obtener respuesta.

Se monta al auto, saca su mano por la ventana y dice adiós, a lo que yo respondí de la misma forma.

Detrás de él iban los niños corriendo a toda prisa hasta el carro.

— Hasta luego mami, nos vemos en la tarde... Te amamos.

— Yo también los amo...

Otro día más y la misma rutina de siempre, hacer desayunos, se van para la escuela y al trabajo y yo me quedo aquí, limpiando y ordenando la casa.

Cómo extrañaba la vida de antes de casarme, todo era tan diferente, yo trabajaba en lo que fuera para conseguir dinero, salía con mis amigos y me sentía libre, importante y valiosa.

Si bien tenía días difíciles, sentía que los podía afrontar sin ninguna pena. Vendía frutas, verduras, artículos para el hogar, en la calle o de puerta en puerta para ayudar a mi hermano más pequeño.

Éramos pobres pero con un gran corazón, si alguien necesitaba de nuestra ayuda, sin pensarlo mi madre o mi padre se ofrecía casi de inmediato.

Bueno en realidad no es que con Javier me vaya mal, de hecho estos ocho años me ha tratado como una princesa, dándome lo que necesito, viviendo en uno de los mejores residenciales del país y compartiendo con la alta sociedad.

Pero de unos meses para acá él ha cambiado mucho, está distante, distraído, casi no habla conmigo, está más al pendiente del teléfono y de su trabajo. Los viernes es casi seguro que llega tarde y los sábados siempre tiene algo que hacer en la oficina.

Entiendo que él tomó las riendas del negocio de su padre y es el único proveedor de la familia por lo que tiene que trabajar más. Se que no es nada fácil pero si tan solo nos dedicara un ratito los fines de semana, no lo extrañaría tanto.

***

— ¡Amor la cena está lista! —mirando la mesa perfectamente preparada con la comida caliente y los platos en su lugar.

Él se sienta en su silla favorita y espera que le sirva la comida, mira de reojo el ramo de flores que se encuentra en el centro de la misma, sin decir una palabra saborea el plato servido, por lo que decido preguntarle sobre el trabajo a lo que responde con un si con la cabeza.

Al terminar de comer se levanta tranquilamente, dejando a su paso una mesa con platos sucios y desordenados. A lo que yo recojo sin protestar, los lavo y seco como de costumbre.

Ya pasadas las horas, escuche que se metió a la ducha, abro la puerta despacio, tratando de no hacer ruido y levantó el celular que estaba en la mesita del baño. Por varios minutos trate de adivinar la contraseña, pero se notana que la había cambiado, haciendo que lo coloque de nuevo en el mismo lugar.

— ¿Que haces? —pregunta Javier asomándose por entre las cortinas del baño.

— Nada, simplemente quería ver si había paños limpios _ recogiendo disimuladamente la ropa del suelo.

— Está bien... —responde tranquilamente, levantando el celular a la carrera, y desapareciendolo de mi vista.

— ¿Necesitas algo? —pregunto abriendo la puerta para salir.

— No, gracias. —respondió él.

Entro a mi habitación con lágrimas en los ojos, veo la cama de fondo lanzándome sobre ella, hundo mi cara sobre una de las almohadas y me pongo a llorar.

Necesitaba sacar la ira que llevaba adentro y sabía que esa era la única forma de hacerlo sin ser escuchada por los niños. las voces de mi interior se intensifican en mi cabeza, criticando mi mal actuar.

Mientras maldigo mi mala suerte una idea se me viene a la cabeza, me levanto a toda prisa, dirijo mis pasos hacia el closet y busco entre todas las prendas ahí guardadas, el pequeño babydoll transparente color blanco que hacía mucho que no usaba.

Lo miro con ilusión y deseo, muerdo mi labio inferior y pienso en lo bien que se veía en tiempos pasados. Una leve sonrisa sale de mi rostro y la idea de seducir a mi marido hace que me excita de emoción.

Espero a que el baño se desocupe para ingresar. Suelto el cabello, maquillo mi rostro y me dispongo a colocar la diminuta braga y el vestido transparente, rocío unas gotas de colonia, doy mi última mirada al espejo. A pesar de mi avanzada edad, todavía tenía mis encantos.

Envuelvo mi cuerpo con una toalla y corró hasta la habitación, caminó sensualmente hacia donde está él acostado, hago un baile erotico por unos minutos, él me mira de reojo, dejando notar su indiferencia colocando de nuevo la cabeza en la almohada, dispuesto a seguir durmiendo.

Si bien pude irme y dejarlo solo como respuesta ante su reproche, decido seguir intentandolo, ingresando despacio entre las sábanas blancas y acercándome a su cuerpo para comenzalo a masajear.

Él se vuelve hacia mí, me mira por largo rato y sin decir una palabra me da la espalda de nuevo.

Le doy besos por el cuello, orejas y rostro, mis manos tocan su pecho y estómago. Hasta llegar a su miembro, él se queda inmovil, mientras saboreo con la lengua su oreja, tratando de encender la llama de la pasión.

Sin mucho preámbulo me lanzó sobre él, obligandolo a enderezarse y mirar mi cuerpo por completo. Con ambas manos quitó el vestido para tirarlo a un costado de la cama. Dejando al descubierto mis grandes atributos.

— Tengo sueño Selena, mañana tengo que madrugar. Buenas noches

— ¿Acaso no me deseas? —pero mi pregunta no tuvo respuesta.

Disgustada busco el camisón raso que se encuentra junto a los pies nuestros, cubro mi cuerpo para dormir hasta el otro dia.

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Recién lanzado: Capítulo 5 5. PARTE   11-11 13:49
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