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El desastre de Merary

El desastre de Merary

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Merary es una chica que ama la naturaleza y siempre se ha sentido parte de ella. Un día cuando un huracán se dirige a su ciudad, descubre su origen, su poder y su destino. ¿Qué hará cuando descubra que existen los brujos, hechiceras y muchas personas con poderes?

Capítulo 1 lluvia

Hoy es uno de esos días donde el cielo está nublado, la gente usa impermeables, paraguas, ropa caliente y huye de cualquier gota que cae del cielo.

Yo también hago lo mismo, solo porque no quiero enfermarme, pero de verdad amo la lluvia.

Son las 6:00 pm, aun no se hace de noche, cerca de mi casa hay una tienda de postres y botanas de todo tipo, tanto dulces como saladas.

Es una de esas tiendas en las que todo niño es muy felíz, y yo también lo soy. Con 20 años, nadie me ve como una niña, pero yo me divierto como una cada que entro a esta fabulosa tienda.

Aviso a mi mamá que iré a comprar mis provisiones de botanas a “Dulceros de corazón”. A ella no le parece una buena idea ya que sabe cuanto me tardo cada vez que voy, pero es que es imposible no querer llevarte todo lo que hay en ese lugar, y muy difícil decidir que botana es la indicada.

Le prometí que regresaría en 30 minutos y sólo así aceptó, aunque la condición fue que activara mi ubicación en tiempo real, pues el día estaba muy feo y quizás me toque estar dentro de la tienda cuando la lluvia sea más fuerte.

Hago lo posible por cumplir con lo acordado pero como siempre estoy indecisa y trato de apresurarme a elegir mis botanas preferidas.

Al salir de la tienda, ya son las 6:45 pm y estaba lloviendo un poco más que cuando entré, solo traje mi paraguas pero con una lluvia así de fuerte, solo logré cubrir mi cabeza y el pecho por pocos minutos.

Como la lluvia venía acompañada de aire, mi paraguas no resistió así que tuve que regresar a casa mojada.

Mi mamá por supuesto me regañó, me dijo el típico “te lo dije” y pues sí, si me había dicho pero ni modo de regresar el tiempo.

Estaba mojada y regañada, pero felíz porque ya tenía lo que quería. Me mandó a bañar para que no me afectara el agua de lluvia y me dio un medicamento.

Salgo del baño y me pongo mi pijama, ya no faltaba mucho para anochecer, así que quería evitarme un paso.

Tomé un libro y me recosté en la cama, después de un tiempo, me aburrí de leer y me levanté a dejar el libro en su lugar.

Sabía que con esta lluvia no iba a pasar mucho tiempo antes de que cortaran la luz, así que busqué algo que hacer, recordé que tenía un rompecabezas y lo coloque en el piso para armarlo.

No duré mucho antes de que eso también me aburriera, lo dejé a la mitad y me levanté del piso.

Me acerco a la ventana, estoy recargada en ella, ya es de noche y está lloviendo un poco más fuerte. A lo lejos se escucha la televisión, mi papá está viendo las noticias y la más alertante para nosotros es que se acerca un huracán a nuestra ciudad.

—¡Merary! Fíjate si tienes velas en tu habitación, por el huracán quizás corten la luz eléctrica —gritó mi papá desde la sala.

Yo sé perfectamente dónde están, así que no necesito buscarlas.

—Aquí tengo, no te preocupes —contesté también gritando, la casa no es muy grande así que con hablar fuerte nos escuchábamos perfectamente.

Estoy viendo fijamente un árbol que está frente a mi ventana, la lluvia es cada vez más fuerte, me fascina ver las gotas caer, apago las luces y la habitación queda casi en la penumbra, solo la iluminan los relámpagos en el cielo, de vez en cuando veo a los lejos los rayos, escucho el estruendo de las nubes al chocar, me siento en paz con todo ese sonido, no siento miedo, no siento preocupación, no siento frío; solo paz.

Dice mi mamá que yo nací un día lluvioso y quizás por eso amo tanto la lluvia.

Después de 5 minutos observando aquel frondoso árbol, veo como le cae un rayo, la luz que emite me deja ciega por un momento.

¿Han escuchado sobre la velocidad de la luz? Bueno pues… Es muy veloz. Así como vino, se fue.

Froté mis ojos para dejar de ver esa luz, aún veía bolitas blancas, parecía venado espantado. Cerré y abrí los ojos muchas veces, hasta que logré ver bien de nuevo, miro fijamente el lugar donde impactó el rayo y… ¡Pobres rosales de la vecina! Hasta a ellas les tocó.

Yo en mi intento por ver mejor como se veía la tierra al ser impactada por un rayo, abro la ventana y una ventisca entra helándome un poco los pies.

Corro a ponerme algo calentito, porque no quiero cerrar la ventana, la lluvia se disfruta mucho más con las ventanas abiertas. Lo siento por aquellas personas en situación de calle, ellos no deben pasarla nada bien.

Pero desde mi pequeña trinchera, puedo observarla, olerla, tocarla y sentirla, sin dañar mi salud y eso me hace muy felíz.

Espero no verme como una persona horrible por amar algo que puede perjudicar a otros.

Me retiro de la ventana, solo por un momento para poder agarrar una paleta, regreso y de nuevo sigo observando la lluvia, quizás muchas personas crean que es muy aburrido verla por tanto tiempo, pero para mí es algo terapéutico, me permite sentirme relajada y en sintonía con mi cuerpo y mente.

Cada vez que avisan sobre las lluvias, voy a la dulcería, compro suficiente botana para no salir en días y me asomo por la ventana, ese olor a tierra mojada es muy placentero.

Definitivamente los días lluviosos son mis preferidos.

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