/0/5880/coverbig.jpg?v=20220423235717)
El jefe se encapricha con la asistente de la directora de las delegaciones de la empresa de su padre, mientras que ella evita todo contacto con él ya que no quisiera vivir un romance con su propio jefe, pero eso no evitó que lo hicieran, pues poco a poco ambos fueron tomando una relación nada normal, sin tener en cuenta que durante todo ese tiempo uno por el otro iban a sentir algo más que una relación fuera de la cama.
Qué pesadita que es mi jefa.
Sinceramente, al final tendré que pensar lo mismo que media empresa; que ella y Miguel, el guaperas de mi compañero, tienen un lío. Pero no. No quiero ser mal pensado y entrar en la misma ruleta en la que todas mis compañeras han entrado. El cuchicheo.
Desde enero trabajo para la empresa Zimmerman, una compañía de fármacos alemanes. Soy la secretaria de la jefa de las delegaciones y, aunque mi trabajo me gusta, me siento explotada muy a menudo. Vamos... que sólo le falta a mi jefa atarme a la silla y echarme un chusco de pan para comer.
Cuando por fin termino el montón de trabajo que mi querida jefa me ha ordenado tener listo para el día siguiente, dejo los informes sobre su mesa y regreso a la mía. Cojo el bolso y me voy sin mirar atrás. Necesito salir de la oficina o acabaré saliendo en las noticias como la asesina en serie de jefas que se creen el ombligo del mundo.
Son las once y veinte de la noche... ¡Vaya horitas!
En la calle llueves a mares. ¡Perfecto! Chaparrón de verano. Llego hasta la puerta y, tras echarle valor al asunto, corro hacia el parking donde me espera mi amado León. Entro en el garaje como una sopa y, tras darle al botón del mando, mi auto pestañea sus luces dándome la bienvenida. ¡Es más mono...!
Rápidamente me meto en él. No soy miedosa, pero no me gustan los parkings y menos aún si son tan solitarios como éste a estas horas. Inconscientemente, comienzo a recordar películas de terror en las que la chica camina por uno de ellos y un desalmado vestido de negro aparecer y la acuchilla hasta morir. ¡Joder, qué mal rato!
En cuanto estoy dentro del coche, cierro los pestillos, abro el bolso, saco un pañuelo de papel y me seco la cara. ¡Estoy empapada! Pero justo cuando voy a meter las llaves en el contacto... ¡zas!, se me caen. Maldigo a oscuras y me agacho para buscarlas.
Toco el suelo con la mano. A la derecha no están. A la izquierda tampoco. Vaya... encuentro el paquete de chicles que busqué hace días. ¡Bien! Sigo toqueteando el suelo del coche y por fin las encuentro. Entonces oiga unas risas cercanas y miro a mi alrededor con cuidado para que no me vean.
¡Oh, Dios mío!
Entre risas y colegueo veo acercarse a mi jefa y a Miguel. Parecen divertidos. Eso me pone de mala leche. Yo currando hasta las once y pico y ellos, de parranda. ¡Qué injusticia! De pronto, mi jefa y Miguel se apoyan en la columna de al lado y se besan.
¡Vaya tela...!
¡No me lo puedo creer!
Semiagachada en el interior de mi automóvil para que no me vean, contengo la respiración. Por favor... ¡por favor! Si se dan cuenta de que estoy ahí, me muero de la vergüenza. Y no. No quiero que eso ocurra. De repente, mi jefe suelta el bolso y sin ningún miramiento toca con decisión la entrepierna de Miguel. ¡¡¡Le está tocando el paquete!!!
¡Por todos los santos! Pero ¿qué estoy viendo?
¡Dios! Ahora es Miguel quien le mete mano a ella por debajo de la falda. Se la sube, la empuja hacia arriba contra la columna y se comienza a refregar contra ella. ¡¡Qué fuerte!!
¡Ay, madre! ¿Qué hago?
Quiero marcharme. No quiero ver lo que hacen pero tampoco puedo salir de allí. Si arranco el coche, sabrán que los he pillado. Así que, agazapada y sin moverme, no puedo dejar de mirar lo que hacen. Entonces, Miguel vuelve a apoyarla en el suelo y la obliga a dar la vuelta. La coloca sobre el capó del coche y le baja las bragas, primero con la boca y luego con las manos. ¡Joder, le estoy viendo el culo a mi jefe! ¡Qué horror! Y en aquel momento escucho a Miguel preguntarle:
-Dime, ¿qué quieres que te haga?
Mi jefa, como una gata en celo, murmura entregada por completo a la causa.
-Lo que quieras... lo que tú quieras.
¡Qué fuerte, por Dios, qué fuerte! Y yo en primera fila. Sólo me faltan las palomitas.
Miguel vuelve a empujarla sobre el capó. Le abre las piernas y mete la boca en el sexo de ella. ¡Ay, madre! Pero ¿de qué estoy siendo testigo? Mi jefa, doña Tiquismiquis, suelta un gemido y yo me tapo los ojos. Pero la curiosidad, el moro o como se llame me puede y me los destapo de nuevo. Sin pestañear veo cómo él, tras relamerse, se separa unos centímetros de ella y le mete un dedo, luego dos y, tira de él mientras mueve sus dedos a un ritmo que, para qué negarlo, haría suspirar a cualquiera.
-¡Síiiiiii! -escucho gemir a mi jefa.
Respiro con dificultad.
Me va a dar algo.
¡Qué calor!
Me guste o no, ver aquello me está poniendo frenética, y no precisamente por estar de los nervios. Mis relaciones sexuales son normalitas, tirando a predecibles, así que lo cierto es que ver aquello en vivo y en directo me está excitando.
Miguel se baja la bragueta de su pantalón gris. Saca un más que aceptable pene de su interior... ¡Vaya con Miguel! Y me quedo ojiplática cuando veo que se lo clava de una sola estacada. ¡Me muero! Pero de placer... Vamos, justo por lo que está jadeando mi jefa.
Mis pezones están duros y, de pronto, me doy cuenta de que me los estoy tocando. Pero ¿cuándo he metido mi mano por el interior de la blusa? Rápidamente saco mi mano de ahí, pero mis pezones y el centro de mi deseo protestan. ¡Ellos quieren más! Pero no. Eso no puede ser. Yo no hago esas cosas. Minutos después, tras varios gemidos y bamboleos, Miguel y mi jefa se recomponen. ¡Olé! ¡Ya han terminado! Se meten en el coche y se marchan. Respiro aliviada.
Cuando por fin vuelvo a quedarme sola en el parking, me incorporo de mi escondrijo y me siento en el asiento de mi coche. Las manos me tiemblan. Las rodillas también. Y noto que mi respiración está acelerada. Exaltada por lo que acabo de presenciar, cierro los ojos mientras me tranquilizo y pienso cómo seria tener sexo de ese calibre. ¡Caliente!
Diez minutos después, arranco el coche y salgo del parking. Me voy a tomar unas cervezas con mis amigos. Necesito refrescarme y refrescar mi calenturienta... mente.
Todo el mundo pensaba que Lorenzo quería de verdad a Gracie, hasta el día de la operación de corazón de su hija. Para sorpresa de Gracie, Lorenzo donó el preciado órgano que necesitaba su hija a otra mujer. Desolada, Gracie optó por el divorcio. Impulsada por su necesidad de venganza, Gracie se unió al tío de Lorenzo, Waylon, y orquestó la caída de Lorenzo. Al final, este se quedó sin nada. Consumido por el remordimiento, él suplicó por una reconciliación. Gracie pensó que era libre de seguir adelante con su vida, pero Waylon la retuvo con un abrazo. "¿Pensaste que podías abandonarme?".
Scarlett nunca pensó que su apacible vida sufriría en un día cambios tan grandes. ¡Su mejor amiga Megan era su hermanastra! Megan y su madre planeaban quitarle a Scarlett todo lo que tenía, incluyendo su riqueza, su estatus, su padre e incluso su novio. Le tendió una trampa a Scarlett para destruir su virtud. Pero, ¿por qué el hombre que yacía junto a Scarlett no era el que Megan encontró? Despiertos, los dos desconocidos empezaron a rastrear la identidad del otro. Pero la identidad de este hombre conmocionó a Scarlett. ¡Era el director ejecutivo más rico Ryke Méndez!
Elena, antes una heredera mimada, lo perdió todo de repente cuando la verdadera hija le tendió una trampa; su prometido la ridiculizó y sus padres adoptivos la echaron. Todos querían verla caer, pero ella desveló su verdadera identidad: heredera de una inmensa fortuna, famosa hacker, top diseñadora de joyas, autora secreta y doctora talentosa. Horrorizados por su glorioso regreso, sus padres adoptivos le exigieron la mitad de su nueva fortuna. Elena denunció su crueldad y se negó. Su ex le suplicó una segunda oportunidad, pero ella se burló: "¿Crees que te lo mereces?". Entonces, un poderoso magnate le propuso amablemente: "¿Puedes casarte conmigo?".
La mala influencia de la mejor amiga de Mina Manson la lleva a cometer muchos errores una noche donde su vida cambia totalmente ya que debido a una escapada nocturna con su amiga termina drogada y ebria y lo peor de todo en brazos de un extraño. Paolo Scarton, un CEO arrogante de carácter fuerte y dominante quien no se deja impresionar por cualquier mujer y menos si la conoce en un club nocturno, pero extrañamente esa noche sucede algo que él no se esperaba. Conoce a Mina en un club nocturno y esta joven castaña lo impresiona desde el primer momento que la ve. Por desgracia su primera impresión fue todo lo que él imaginaba, Mina estaba drogada esa noche por culpa de su supuesta mejor amiga. Para mala suerte de la joven se mete en problemas con un sujeto, pero afortunadamente Paolo logra salvarla y sacarla de aquel embrollo. Pero ambos terminan teniendo sexo oral en el coche de Paolo y es cuando el CEO se queda impregnado de esa joven a quien la catalogaba como una cualquiera. Pero Mina era diferente y Paolo lo descubre cuando él termina follando con ella una tarde que la secuestra luego de salir de la universidad, ese día se da cuenta de que era virgen, desde entonces, su obsesión por ella se intensifica. Pero se le dificulta poder estar con ella cuando se da cuenta de los padres de la misma son complicados, cuando la mejor amiga de Mina es una envidiosa y cuando su mano derecha se encapricha de su chica.
Su vida era perfecta hasta que conoció al hermano mayor de su novio. Había una regla en la manada Night Shade: si el Alfa rechazaba a su pareja, perdería su posición. Y la vida de Sophia estaba relacionada con esa ley, pues era una Omega que salía con el hermano menor del Alfa. Bryan Morrison, el Alfa actual, no solo era un hombre de sangre fría, sino también un encantador hombre de negocios. De hecho, su nombre era suficiente para poner a temblar a las demás manadas, pues era conocido por ser muy despiadado. ¿Y si por un giro del destino su camino se entralazaba con el del Sophia?
Tras quedar ciego en un accidente, Cary fue rechazado por todas mujeres de alta sociedad… excepto por Evelina, quien se casó con él sin dudarlo. Tres años después, él recuperó la vista y pidió el divorcio: “Ya perdimos demasiado tiempo. No dejaré que desperdicie ni un año más conmigo”. Evelina firmó los papeles en silencio. Todos se burlaron de su "fracaso"... hasta que descubrieron que la doctora milagrosa, la magnate de joyas, la genio de las acciones, la hacker legendaria y la verdadera hija del presidente… ¡era ella! Cuando Cary volvió a pedir perdón, un hombre despiadado lo corrió: “Ahora es mi esposa. Lárgate”.