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Samantha es una de esas típicas chicas soñadoras, de esas que se congelan en cualquier sitio mientras visualizan su vida entera, de esas que suspiran imaginándose en hacer algo más que repartir cafés y es por eso que soñar en llegar a ser la nueva escritora vuelta tendencia de New York no es una locura para ella, ni para nadie que la conoce. Porque no hay nadie que se lleve lo que sea a su paso por cumplir sus sueños como lo hace; Samantha. Pero bueno, toda escritora tiene su propia historia ¿no? Y ella no será la excepción. Jack Ayguer; el pequeño inconveniente con chaqueta de cuero y unos verdosos ojos traviesos. El extraordinario rockero que llega a darle el cliché a esta historia ¡ah sí! Lo olvidaba; y el mejor amigo de la infancia de Samantha. Sí, aquí viene nuestro problema andante.
Recuerdo que cuando tenía cinco años siempre me sentaba en el desayunador a la hora de la merienda, mientras mi mamá preparaba mi leche chocolatada y mis galletas de fresa la escuchaba casi recitar todas esas hermosas y predecibles historias de amor que un día había leído con la intención de ser la protagonista de alguna de ellas.
Aún recuerdo como danzaba de un lado a otro al compás de la historia, cantando a susurros de vez en cuando junto a varias sonrisas todas esas historias con sus respectivas princesas y príncipes cada escena romántica llena de desafíos para que después llegara el esperado y casi predecible final: viviendo juntos por fin. Amándose y cuidándose hasta el fin de los tiempos, porque sus corazones eran como el metal y el imán siempre predecibles a quedar unidos. Siempre esperaba aquella tan usada frase, la que un día mi mamá había inventado cuando se dio cuenta de lo mucho que su amor por papá había crecido dentro de ella y de lo sumamente necesario que resulta ser que el amor deba existir en la vida de cada uno de nosotros.
Aquello había sido como una pequeña tradición de todos los días después de clases, después ella ya no solo recitaba las historias que se sabía de memoria ya que ahora se sentaba enfrente mío y me leía otras historias, luego ya no solo éramos nosotras dos ya que con el tiempo un pequeño pelinegro nos acompañaba todas las tardes. Compartíamos todo como mejores amigos inseparables incluyendo todas esas tardes de cuentos, es por eso que estoy segura que ni aún después de años olvidaremos la importancia que mamá nos ayudó a darle al tal sentimiento nombrado: amor.
Y es por eso que a veces llego a creer que mi amor por la lectura y escritura nació de ahí, junto con las esperanzas de algún día poder vivir mi propia historia o como me gusta nombrarlo: mi propio cliché.
Pero no me desilusioné tanto, ya que mucho tiempo después esa tan esperada historia de amor había tocado a mis narices, con fuerza, sin previo aviso y con la compañía de letras y melodías a su alrededor. Tampoco debíamos olvidar aquellos verdosos ojos y chaqueta de cuero que lo acompañaban en su regreso.
Jack Ayguer, el nuevo problema andante que se había colado a mi vida en la más difícil época de ella.
Aunque debía admitir que después de haber salido de Australia jamás creí que lo volvería a ver, tenía la idea de que todos en algún momento de nuestras vidas tomamos caminos separados exactamente lo que habíamos hecho nosotros, aunque se dice por ahí que cuando das por sentado al 100% algo es aún más difícil que suceda.
Yo había olvidado ese detalle... Lo que ocasionó que nuestro reencuentro no solo me tomara para nada preparada, sino también siendo inconsciente de la cantidad de problemas que aquel rockero y encantador chico traía consigo.
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Samantha tiene una manera muy especial de ver las cosas, comenzando desde sus principios como oyente de las más famosas historia de amor y tomando un descanso en su tan anhelado sueño de convertise en una de las mejores escritoras de New York.
Toda su atención se mantenía puesta en su última pero aún más importante meta, después de todo una escritora sin lectores era como un cantante en medio concierto sin auditorio, un equivalente de casi: nada. Y es que aunque ser escritora no siempre requiere de tener fans sin el apoyo, la presión y comentarios de otros; jamás sabrías que tan bueno o malo eres para eso. Pero eso Sam lo tenía muy claro. Su meta era llegar a ser grande y nadie podría estropear su perfecto plan... Bueno, a excepción de un misterioso chico con aires de rockero que llega {una vez más} a su vida sin previo aviso.
La cosa es que Sam había olvidado lo mucho que se puede crecer en unos años y lo poco que se puede olvidar a alguien, sobretodo si esa persona era nada más y nada menos que su mejor amigo de la infancia.
Y es justamente ahí donde los problemas: empeoran aún más.
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DEDICACIÓN
A mi antigüa yo.
A esas personas que aparecen de la nada y dejan una marca en tu vida por siempre.
A todo aquel que sigue esperando su cliché y hermosa historia de amor.
Y a todas esas personas que luchan por sus sueños, porque una vez un ser humano dijo: santas chalupas, los sueños sí se hacen realidad.
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