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Deje de ser la chica buena para convertirme en la mala, la que todos odian, la que todos juegan, a la que todos quieren matar, pero al lado de él, todo es diferente, se ha convertido en mi protector, y en el hombre que más amo en esta vida.
En una aldea muy lejana cerca del monte sinaí, vivía una joven bastante extrovertida. Su nombre era Meiling.
Está chica era bastante particular a las demás. salvó por sus ojos color gris. Estos brotaban chispas de cenizas al mirarlos. Era como mirar unos fuegos artificiales.
Todas las tardes Meiling salía a recoger las dulces y apetitosas manzanas que le proporcionaba el árbol de su abuela.
-Se ven algo maduras-salto tras escuchar la voz de un hombre.
Se volteó mientras buscaba aquella voz tan vibrante y exagerada.
-¿Quien eres?-Respondio ya por fin luego de ver la figura de un hombre apuesto, sus ojos eran de color violeta y sus dientes eran muy blancos, ademas era de tez morena.
-Digamos que un pretendiente-Le dió un mordisco a la manzana-Que está muy enamorado de ti, por cierto.
-Alejate de la aldea-Respondió Meiling mientras sacaba su espada la cual había heredó de su madre quien murió en medio de una batalla.
-Calmada preciosa-El hombre tiró la manzana a un lado.
-Solo respira profundo y déjate llevar-En cuánto terminó esa frase Meiling cayó al piso.
El hombre había usado un tipo de magia como para hacer que nuestra guerrera cayera al suelo.
Sus pasos hacian eco dentro de la mente de la pobre mujer quien agonizaba con todas sus fuerzas para no dejarse desvanecer,pero ya era tarde, sus ojos estaban rotundamente cerrados, solo sintió como esas manos recorrían por todo su delgado cuerpo, no podía moverse estaba estática.
Hasta su voz se fue, era algo extraño y difícil de explicar, lo único seguro es que este tipo posee un poder contundente.
-Solo disfruta pequeña niña-Susurra con cierto morbo en sus palabras.
Meiling se sintió asqueada, era la primera vez que alguien tocaba su cuerpo. Su piel se erizo luego de sentir la lengua de ese mutante encima de sus pechos, una bola de saliva se postró en su boca lista para escupir, pero no podía siquiera abrir la boca. Solo la trago de tope.
¿Qué es esto?
Se preguntó mentalmente, y como si fuera poco el hombre se atrevió a quitar su ropa la cual estaba elaborada con piel de cocodrilo, era de armadura dura.
Y de un rasgo el hombre la partió, al parecer utilizó sus largas uñas.
La lengua del tipo se saboreaba por encima de sus labios, era más bien como si ella fuera un cordero guisado o algo por el estilo.
Saco uno de sus pezones y lo succiona como un bebé tomando su leche.
-Sabes por cuanto tiempo te anhele niña?-Masculla dándole un beso encima de este.
El hombre hizo un chasquido en sus dedos y de inmediato la chica abrió los ojos, se sintió abrumada luego de ver el rostro de ese tipo.
Estaba totalmente excitado, por ello Meiling trago grueso.
-¿Por qué eres tan dulce?-Preguntó él, ella negó una y otra vez.
Aún no podía hablar, aunque ella quería decirle mil cosas no podía.
Los besos de aquel hombre quedaban grabados en la mente de ella, se sentía asqueada, hasta quería vomitar.
paso su lengua por encima de los labios de ella, y esto fue lo que detono al hombre, luego la beso con tanta delicadeza, que un gemido escapó del hombre, sus manos acariciaban los muslos de ella, su piel estaba como la de una gallina, y su respiración se agitó, luego abrió las piernas de meiling para meter su mano dentro de su privacidad, acaricio su clítoris hasta frotarlo, está sensación hacia que ella gimiera, y saboreara sus labios, el hombre intensifica sus movimientos haciendo que ella gimiera con más intensidad, hasta llegar a ocasionar un rico orgasmo.
Luego el hombre espabiló tres veces y por fin pudo hablar.
-¡Maldito!-Lo maldijo treinta veces sin parar, maldiciones que si tuvieran poder, quizá el estuviera muerto.
Su garganta dolía hasta afónica quedó pero él le importo un carajo solo reía mientras apretaba las muñecas de la joven.
-¿Ya has terminado?-Su voz coqueta puso nerviosa a Meiling, la mirada de aquel hombre era oscura, pero muy seductora, que hasta cualquier mujer caería enamoradas hacia el.
Ella intentaba zafarse de ese sólido agarre, cabe resaltar que ella era bastante fuerte se podría decir que hasta más fuerte que sansón.
Pero este hombre es extraordinario, tiene una fuerza increíble.
-¿Qué quieres?-Dijo ya vencida.
-Quiero que vengas conmigo-Un susto recorrió por todo su cuerpo, y de inmediato se acordó de las palabras que le había dicho su madre años atrás antes de morir.
"Cuidate hija, en unos años alguien muy fuerte vendrá por ti" *y tendrás que irte a su lado si quieres seguir con vida*
A lo que ella río, era apenas una niña en aquel entonces.
-No sé quién demonios seas, pero... no puedo ir contigo, estás demente-El hombre rio irónico.
-Hice pacto con tu madre, por ello deberás venir conmigo.
-No, mi madre jamás haría algo así.
-Mira niña estúpida, te lo enseñaré.
-Trebol, muéstranos el momento exacto en el cual hice el pacto con la madre de esta estúpida mujer-Meiling quedó impresionada luego de ver cómo de la nada apareció una pantalla enfrente de ellos dos.
Sus lágrimas salieron de golpe tras ver como su madre cruzaba aquel misterioso pacto con ese individuo.
El pacto consistía en qué Meiling sería la esposa de ese hombre en un par de años, con la intención de que el hombre curará el cáncer de sangre que tenía su abuela, lo cual el hombre aceptó sin problemas.
-Lo ves-Interrumpe el hombre y Meiling soltó un suspiro-Tu propia madre te vendió al diablo.
-Mi abuela, ¿cáncer?-El hombre la miró con alegría.
-Tenía cáncer, pero gracias a mis dones espirituales está a salvo.
-¿Que eres?-Cuestionó apartando su rostro hacia las pezuñas del hombre.
-Soy alguien altamente poderoso, si aceptas ser mi esposa juro que te protegeré de los demonios que están en busca de tu poder.
Meiling soltó una carcajada sarcástica.
-¿Poder?-Rie en su interior-Esta pobre mujer apenas puede sostener una espada para acabar con los ladrones de la aldea.
-Muy pronto descubrirás el gran poder que abunda en tus ojos.
-¿Mis ojos?-Ella estaba segura de que ese hombre estaba en sus últimos días de locura.
Sintió una fría brisa que golpeó en su rostro, era el hombre que se había levantado del suelo, su altura era bastante considerable.
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