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El canil

El canil

5.0
5 Capítulo
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Cristina es una mujer romántica e idealista, de profesión psicóloga y vocación sumisa. Siempre había tenido la idea de encontrar un Amo que la amara en todas sus dimensiones, no solo como una sumisa con la que jugara ocasionalmente. Pero su mundo se pone de cabeza cuando conoce a Fernando un guapo genio de la neurociencia y un Dominante bastante extricto, quien niega por completo la existencia del amor. Su teoría estaba bien fundamentada (según él) en toda su vida y teniendo 4 sumisas como su propiedad jamás se había enamorado. Hasta que la conoció... ¿Podrá Cristina superar sus miedos para entregarse a ese encantador hombre? ¿Podrá el transformar sus creencias y vivir realmente lo que es el amor dentro de una relación D/s? Eso solo el tiempo lo dirá.

Capítulo 1 Introducción

Hay veces en que la realidad supera la ficción, que eso que nunca creíste posible sucede, cosas que uno apenas puede imaginar se presentan como parte de tu realidad, que esas cosas que ves en las películas o libros y piensas "eso jamás pasaría de verdad" Te das cuenta de que sí pasan y que, incluso, son mucho más intensas de lo que esa película describió alguna vez.

O ¿acaso nunca te ha pasado que eso que dijiste que nunca harías terminas haciéndolo? Aquella situación en la que nunca creíste que te verías envuelta termina siendo parte de tu día a día, aquello que prejuiciabas e incluso repudiabas, termina convirtiéndose en lo que más amas, en una parte muy importante de tu vida y tu alma. Como dicen por ahí, nunca digas nunca, porque puede que un día termines mordiendote la cola como una serpiente desorientada.

Es que la vida es mucho más complicada de lo parece, ningún día es igual al otro, nunca sabes lo que puede pasar, a veces, empiezas a escribir una historia con una idea fija y en el trayecto tu propio cuento da un giro totalmente inesperado, algo que ni siquiera podías imaginar, hay cosas que crees que no son para ti, solo porque no las conoces o te dan miedo, el miedo puede ser algo muy poderoso, por miedo puedes negarte cosas realmente fantásticas, puede privarte de cosas que no sabías que tan placenteras eran, hasta que las pruebas y cuando las experimentas, te sorprende y te das cuenta de que son mejores de lo que te habías imaginado, que de hecho son bastante buenas.

Eso fue lo que me pasó cuando lo conocí, me topé con él por mera coincidencia, me atrajo desde el principio, al menos físicamente, pero no compartía sus ideales, lo que él proclamaba como una verdad absoluta, era totalmente distinto a lo que yo creía, a mi forma de ver el amor y las relaciones de Dominación sumisión, sin embargo él eran tan odioso como encantador, era ese tipo de persona que podías odiar y amar al mismo tiempo, ese tipo de personas que te sorprende con todos sus matices. Luego, cuando me enteré cual era el tipo de relación que tenía con sus sumisas o, como él las llamaba, sus perras. Me convencí de que él no era para mi, él era todo lo contrario a lo que yo buscaba en un Dominante, no necesitaba a alguien que todo lo que buscaba en una relación D/s era placer sin ningún vínculo amoroso, que solo pensaba en sus sumisas como objetos o, a lo más, como una mascota paciente que siempre está ansiosa de jugar con él, no, definitivamente yo no era así, eso no era lo que yo quería.

Sí, era sumisa y buscaba complacer a mi Amo, mi placer era provocar placer, complacer y obedecer, pero también era una idealista y romántica empedernida, mientras él declaraba abiertamente de que el amor no era más que una farsa, un invento de hollywood, una mentira que nos había inculcado la sociedad, un estado que rayaba en la adicción o, incluso, sinopsis con alucinaciones, el cual era provocado por las células conocidas como Dopamina que se situaban en nuestro cerebro creando la potente ilusión de que no podíamos alcanzar la felicidad por nosotros mismos, que necesitábamos desesperadamente a otra persona para sentirnos plenos, completos, alegres y en paz, siendo un hombre de ciencia rechazaba firmemente la creencia de un “felices para siempre”, por lo cual su única finalidad al formar una relación con alguien más solo era el placer.

Aunque no podía negar que había mucha coherencia entre sus palabras y sus acciones, aunque sus principios no eran lo que yo llamaría “honorables”, tenía una gran virtud, era honesto, quizás incluso en exceso, siempre era totalmente sincero con lo que él deseaba de sus parejas y lo que él les podía ofrecer, en vez de jugar al típico juego de galán de película romántica solo para lograr una noche de sexo ardiente, eso era una de las cosas que siempre me gustaron de él, valoraba su honestidad, no solo con sus parejas, si no, con todo el mundo y le importaba un pepino si a la gente le parecía bien o mal su forma de ser. Aún cuando lo que decía no fuera para nada de mi agrado, mucho menos coincidían con mis creencias, tenía que reconocer que había algo atrayente en él, quizás demasiado atrayente.

Pero era tal como él siempre decía: “No me interesa que pienses que mi visión es mejor que la tuya, ni siquiera busco que coincidamos en eso, la cosa es simple… ¿Buscas placer?, yo también, eso es todo en lo que necesitamos coincidir”

Al principio me chocó un poco su honestidad abrumadora, era tan franco que rayaba en lo desubicado e insolente… sin embargo esa actitud pedante, fría (salvo en la cama), exageradamente franca, de algún modo captaba la atención de muchas mujeres, las cuales, literalmente, estaban dispuestas a cualquier cosa por formar parte de la manada que le pertenecía, cuando yo lo conocí tenía cuatro “perras” bajo su cuidado y él tenía la idea de ir sumando más.

Como psicóloga no pude evitar sentirme atraída por tan curioso fenómeno… No lograba comprenderlo ¿Por qué esas chicas estaban dispuestas a lo que sea por un par de noches de placer? ¿Qué tan bueno en la cama podía ser alguien como para generar algo así en tantas personas?, ¿En serio esas chicas eran felices así o, simplemente, habían renunciado a la idea de felicidad a cambio de muchos momentos de placer carnal? ¿O había algo que yo no estaba viendo? Quizás, solo quizás él no era un troglodita obsesionado con el sexo, no lo sabía, él me confundía y no me gustaba esa sensación.

No podría descansar hasta descifrar el misterio que se escondía en él y sus cuatro perras, tenía que encontrar esas respuestas… o, al menos eso fue lo que me decía para convencerme a mi misma de ir a su encuentro, aunque el hacerlo me llevará a terrenos desconocidos y peligrosos para mi.

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