Volvió la cabeza y vio a Marina Bryant, la hermana de su esposo. Una vez que empujó a la enfermera, entró furiosamente y miró a Loraine como si quisiera matarla.
"¡Eres una asesina, Loraine! Por tu culpa, Keely está sufriendo una ruptura renal y sigue en coma. ¡Solo espera y verás! ¡Marco nunca te lo perdonará!".
La voz aguda de Marina hizo que Loraine evocara lo sucedido.
Hoy era el tercer aniversario de su matrimonio con Marco Bryant. Pero nadie de la familia Bryant lo había recordado, ni siquiera su esposo. Incluso la dejaron sola en la casa.
Hoy Marco había traído a Keely, su amante, de regreso al país.
A pesar de su fiebre, Loraine había arrastrado su cuerpo enfermo a la cocina para preparar una cena a la luz de las velas. Desafortunadamente, se convirtió en la cena de bienvenida para Keely.
Esta última fue a la cocina con la excusa de ayudar a Loraine, pero la verdad era que quería obligarla a divorciarse de Marco. Cuando ella no aceptó, Keely se apuñaló a sí misma, como si estuviera loca.
Loraine intentó detenerla, pero también resultó herida por el cuchillo y perdió tanta sangre que se desmayó.
Mientras recordaba, se obligó a sentarse débilmente.
"Yo no lastimé a Keely".
Sin embargo, Marina no le creía en absoluto. "¿Todavía quieres negarlo?", preguntó burlonamente. "Tú y Keely eran las únicas en la cocina. Si tú no fuiste, ¿quién lo hizo? ¿Estás diciendo que ella se apuñaló a sí misma? Debes estar celosa porque Marco la trajo de regreso. Tienes miedo de que ella te reemplace como la señora Bryant, ¿verdad? ¡Por eso quieres matarla!".
Loraine sabía que la familia Bryant nunca la había querido, pero no esperaba que la trataran de esa forma.
"Marina, soy la esposa de Marco y también tu cuñada. ¿Cómo puedes pensar así de mí?".
"En ese entonces, la abuela estaba muy ansiosa por tener un nieto", espetó ella con un tono desdeñoso. "Pero Keely tuvo que irse al extranjero para recibir tratamiento, así que mi hermano no tuvo más remedio que casarse con otra. De lo contrario, una mujer como tú, sin dinero ni educación, jamás podría haber formado parte de nuestra familia. No eres más que pueblerina. No pudiste concebir un niño en estos tres años. Ni siquiera puedes compararte con una criada o una cocinera. Ahora que Keely ha regresado, ¿crees que Marco todavía querrá estar contigo? Además, como la lastimaste, solo hiciste que él te odiara aún más".
Loraine se puso pálida. Era como si la hubieran apuñalado en el corazón. El dolor era insoportable.
Marina no necesitaba recordárselo. Loraine era plenamente consciente de que Marco amaba a Keely, no a ella. Pero tenían tres años de matrimonio, por lo que aún esperaba que él se diera cuenta de sus sacrificios.
En ese momento, Marco entró a la habitación.
Era alto y fuerte, con rasgos faciales delicados, cejas elegantes y ojos penetrantes. Su cuerpo musculoso aumentaba su encanto, haciéndolo verse mucho más guapo. Era como un dios griego en una pintura de óleo.
Loraine alzó la mirada, como si él fuera su última esperanza.
"Marco, yo no le hice nada a Keely. Por favor, créeme".
Pero él la miró con condescendencia. "Es suficiente, Loraine. No quiero seguir escuchando tus excusas. Cometiste un error, así que mereces ser castigada y debes disculparte con Keely".
"¿Disculparse? ¿Crees que una simple disculpa sería suficiente? ¡De ninguna manera!", gritó Marina. "El riñón de Keely está lastimado por su culpa. ¡Pídele que le done el suyo!".
Marina se volvió hacia los guardaespaldas detrás de su hermano. "¡Atrápenla y llévenla a la sala de pruebas!".
De inmediato, todos rodearon a Loraine, la ataron de manos y pies, y se la llevaron.
"¡Suéltenme! No tienen derecho a hacerme esto". Pero no importaba lo mucho que Loraine llorara y forcejeara, no pensaban dejarla ir. "Marco, por favor, ayúdame", suplicó mirándolo.
Realmente esperaba que él hiciera algo. Sin embargo, para su consternación, se quedó inmóvil y completamente indiferente. Parecía estar de acuerdo con la decisión de Marina.
Loraine estaba desesperada.
Ahora entendía por qué Keely se había apuñalado a sí misma. Quería demostrarle a ella que su matrimonio era solo una farsa y que no significaba nada para su esposo.
Marco creería cualquier palabra que pronunciara Keely, pero nunca a Loraine.
Era evidente que entre ellos no había amor.
Loraine sintió invadida por un terrible cansancio.
Con el corazón roto, se dio cuenta de que ya no podía aferrarse a ese miserable y ridículo matrimonio.
Entonces, cerró los ojos y sonrió con amargura. "Marco, divorciémonos".
"¿Qué dijiste?", preguntó él.
Tenía una expresión incrédula.