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"¡Nunca dejes que nadie te trate así!". Lo aprendí de la manera difícil. Durante tres años, viví con mis suegros. No me trataron como a su yerno, sino como a un esclavo. Aguanté todo gracias a mi esposa, Yolanda Lambert. Ella fue la luz de mi vida. Desafortunadamente, mi mundo se vino abajo el día que la sorprendí engañándome. Nunca he estado tan roto. Revelé mi verdadera identidad para poder vengarme de ellos. Yo no era otro que Liam Hoffman, ¡el heredero de una familia con billones de dólares en activos! Los Lambert estaban completamente conmocionados después de la gran revelación. Se dieron cuenta de que habían sido tontos al tratarme como basura. Mi esposa incluso se arrodilló y me rogó que la perdonara. ¿Qué crees que hice? ¿La perdonaré o la castigaré? ¡Descúbrelo en el libro!
Con una bolsa de papel en la mano, Liam Hoffman estaba caminando hacia la recepción de Decoración Sunrise, una compañía que estaba ubicada en la ciudad de Ninverton.
Dentro de la bolsa había una taza de café, por lo que estaba teniendo mucho cuidado de no derramarla.
"Este es el café que ordenó el señor Dennis Caldwell, ¿dónde debo dejarlo?", él le preguntó a la recepcionista.
Por su parte, la mujer observó a Liam de arriba abajo antes de agregar disgustada: "Sígueme".
De hecho, Liam era un conductor de Uber. No obstante, ese día en particular y de forma inesperada, recibió una orden de entrega con un pago bastante generoso. ¡Se trataba de doscientos dólares! Y él no lo dudó ni un segundo.
Con eso en mente, el hombre siguió a la recepcionista hasta que llegaron a la puerta de una oficina.
Tan pronto como Liam puso su mano en el pomo de la puerta, pudo escuchar el gemido de una mujer desde adentro.
Parecía ser una voz muy familiar. Él podría jurar que se trataba de su esposa.
Atónito, el hombre se negaba a creer lo que estaba escuchando. En el fondo, quería pensar que había oído mal.
Liam hizo todo lo posible por convencerse a sí mismo de que estaba equivocado. Pese a eso, no pudo evitar acercarse, para pegarse más a la puerta y escuchar mejor.
"Dios... Dennis, para con eso...".
"Vamos, no seas así, déjame besarte. De todos modos, tu inútil esposo nunca te ha besado, ¿o sí?".
Cuando Liam escuchó la conversación dentro de la oficina, se quedó estupefacto.
Cuando salió de su letargo, él se animó a llamar con fuerza a la puerta, gritando: "¡Abran ahora mismo!".
Al verlo así, la recepcionista preguntó con ansias: "Oye, ¿qué te pasa?".
En ese mismo momento, la puerta se abrió con un fuerte golpe.
Entonces, un hombre desconocido se presentó frente a Liam.
Este último no pudo evitar enfocarse en las marcas de lápiz labial en la mejilla derecha del tipo.
Enfurecido, tiró la bolsa al suelo y empujó al hombre, a la vez que echaba un vistazo dentro de la oficina.
Allí, avistó a una mujer de piel tersa y figura curvilínea, quien vestía medias de seda negra. Ella se estaba abotonando la camisa a toda prisa y con muchos nervios.
"¡Yolanda Lambert!", Liam rugió su nombre con gran cólera.
Al final, resultó que él tenía razón. La mujer nerviosa dentro de la oficina no era otra que su esposa.
Cuando se dio cuenta de eso, Liam sintió como si una roca gigante estuviera presionando su pecho, haciéndole difícil de respirar.
Posó sus ojos en la mujer y espetó enojado: "Hemos estado casados por tres años, y durante todo ese tiempo, he trabajado como conductor de Uber durante el día y cuidado de tu familia durante la noche. No he sido más que buen marido para ti. En todo el tiempo que hemos estado juntos, nunca me has dejado tocarte. A pesar de eso, jamás pensé mal de ti. Siempre me aseguraste de que solo eras una mujer reservada. Pero ahora, ¿de qué se trata todo esto? ¡Cómo te atreviste a engañarme con este hombre en su oficina! ¿Por qué me estás haciendo esto? ¿Qué hice para merecerlo?".
"Cariño, yo... ¿Qué estás haciendo aquí?". Yolanda comenzó a hablar, incapaz de explicarse mientras se abotonaba la camisa, cubriendo su escote expuesto.
En ese momento, Dennis se rio y comentó con orgullo: "Llamas perdedor a tu esposo todos los días. La verdad, tenía mucha curiosidad de verlo por mí mismo, así que le pedí que viniera hoy".
Tras espetar eso, el hombre le lanzó una mirada desdeñosa a Liam.
En ese momento, Yolanda recuperó la compostura.
Al fin y al cabo, era verdad que ella creía que Liam era un perdedor. De hecho, incluso el dinero que él usó para comprar su auto era de ella. ¿Qué derecho tenía él de acusarla de algo?
La mujer se paró entre Dennis y Liam, levantó la cabeza y le agregó con arrogancia: "Ten cuidado con lo que dices, Liam. Yo no te estoy engañando a ti ni a nadie. El señor Caldwell y yo solo estábamos hablando de negocios y nada más".
Apretando los dientes, Liam se mofó de la situación y comentó: "¿Hablar de negocios requiere contacto físico y marcas de lápiz labial en la mejilla?".
Mientras estaba de pie en la puerta, la recepcionista por fin entendió lo que estaba pasando. Con eso, ella miró al tembloroso Liam y comenzó en tono de burla: "Deberías mirarte en el espejo, no eres más que un conductor de Uber. ¿Cómo te puedes comparar con el señor Caldwell, quien es el director ejecutivo de una empresa con un valor de mercado de mil millones de dólares? Incluso si condujeras durante cien años, nunca podrías tener ese capital".
Tras escuchar a la mujer, Dennis se volvió aún más arrogante. Entonces, este puso su brazo alrededor del hombro de Yolanda, tomó la copa de vino que estaba sobre la mesa y se la entregó.
Cuando notó eso, la chica vaciló por un momento. Pero entonces, ella aceptó la copa, para luego, brindar y beber el vino.
Los ojos de Liam estaban fijos en las dos personas frente a él. Jamás creyó poder toparse con tanto descaro y desvergüenza.
Enfurecido, él apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en la carne de sus palmas. Su corazón estaba bañado en una cólera intensa.
Cuando la recepcionista notó su reacción, levantó las cejas y prosiguió: "¿Qué te pasa? ¿Quieres pelear? ¡Guardias!".
Yolanda se volvió hacia Liam con la cabeza en alto y concluyó con frialdad: "Liam, ¿por qué no te vas? ¿De verdad quieres que te golpeen?".
Atónito, el hombre se enfocó en los guardias de seguridad a su alrededor, los cuales contaban con porras en sus manos.
Poco a poco, él decidió bajar los puños antes de afirmar con frialdad: "Yolanda, algún día te arrepentirás".
Dicho eso, él se dio la vuelta y se alejó de la oficina.
Yolanda avistó la espalda de Liam en retirada, pero no dijo nada.
El joven partió del lugar y subió a su auto, con la idea intensa de tomar venganza.
En ese mismo momento, su teléfono sonó.
Tan pronto como la línea se conectó, el mayordomo de su familia, Theo Reed, comentó:
"Señor, su misión de los últimos tres años en la familia Lambert terminó. Su recompensa será la Villa Nube. Por otro lado, a partir de hoy, se levantan sus restricciones".
Tras una pausa, Theo continuó: "Su próxima tarea de capacitación es administrar negocios. Debo informarle que su padre compró el Grupo Kingland y lo nombró director ejecutivo".
"Perfecto", Liam comentó con voz ronca. De hecho, no se sorprendió en lo absoluto.
Enseguida, Theo inquirió: "¿Cómo van las cosas con su esposa, señor? ¿Piensa celebrar una gran ceremonia de bodas para ella con su identidad real?".
Cuando escuchó esa pregunta, el rostro de Liam se oscureció de inmediato. "No, ella no se lo merece".
Amar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único que Debbie quería era el divorcio. Llevaba tres años casada con Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera había visto la cara. Cuando por fin decidió poner fin a su irónico matrimonio e ir en busca de la felicidad verdadera, apareció su supuesto marido y le pidió que lo intentaran de nuevo. A partir de entonces, Carlos se sentía increíblemente atraído por el espíritu libre y salvaje de Debbie y se enamoró de ella. Él comenzaba a mimarla. Poco a poco, lo que había entre ellos se iba a convirtiéndose en una atracción irrefrenable. Esto es una extraordinaria historia de amor donde descubrirá que, a veces, el amor no está muy lejos de cada uno de nosotros.
Los rumores decían que Lucas se había casado con una mujer poco atractiva y sin antecedentes. En los tres años que estuvieron juntos, se mantuvo frío y distante con Belinda, que aguantó en silencio. Su amor por él la obligó a sacrificar su autoestima y sus sueños. Cuando el primer amor de Lucas reapareció, Belinda se dio cuenta de que su matrimonio era una farsa desde el principio, una estratagema para salvar la vida de otra mujer. Entonces firmó los papeles del divorcio y se marchó. Tres años después, Belinda regresó convertida en un prodigio de la cirugía y una maestra del piano. Perdido en el arrepentimiento, Lucas la persiguió bajo la lluvia y la abrazó con fuerza: "Eres mía, Belinda".
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-Nuestro amor nos llevará a terminar como Romeo y Julieta. - ¿Juntos? - ¡No! Muertos. -Tú siempre tan romántica. -Y tú, tan estúpido. -Ya hablo doña perfecta. -Aunque te cueste reconocerlo, así que no pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo. Me retiro antes de que se me pegue lo malo, con permiso joven Sanz. -Hasta nunca B-R-U-J-A fea. Espero que choques en tu escoba voladora y te destroces el rostro para no volverte a ver la cara de mustia amargada que tienes. -Qué tus buenos deseos se te multipliquen insecto -grito la chica al salir corriendo de la casa para tratar de llegar lo más pronto a la parada y alcanzar el último autobús que la llevaría de regreso a la Universidad de Barcelona, donde estudiaba. Esto era tan solo una pequeña pelea a la que se tenía que enfrentar cada vez que se encontraban en la residencia de la familia Sanz o donde coincidieran, en donde había sido contratada como niñera del menor de los hijos de la familia. - ¿Podrás algún día dejar tranquila a "Mi Vale"? Sigue por ese camino y me voy a asegurar que papá te quite todas las tarjetas, congelé todas tus cuentas y de pasada te ponga a trabajar para que dejes de estar molestando a mi chica. - ¡Mocoso! Nadie pregunto tu opinión, ¡Cuidado y abres la boca o me desquitaré contigo! Deberías de estar de mi lado y no de un espantapájaros como ese que no es parte de tu familia y a duras penas conoces. -Mira, quien habla, el chico más estúpido que puede existir en toda la ciudad, si no fuera por tu cara bonita, nadie se fijaría en ti. Te aseguro que en esa cabeza no hay ni gota de masa encefálica de la cual puedas presumir como ella. - ¡Basta! Lárgate a tú cuarto o voy a acabar contigo en menos de un segundo. - ¡Huy! Ya se enojó el niño bonito. Te estaré vigilando, no vuelvas a molestar a Vale. Si ella se marcha por tu culpa, me aseguraré de cumplir todo lo que te he dicho y sabes que no bromeo HER-MA-NI-TO. ¿Quién se atrevía a desafiarlo de esa manera? ¡Claro!, otro Sanz, uno que por lo menos conocía el amor y respeto a las personas sin importar su clase social o personalidad. Para este chico todas las personas eran iguales, hasta que demostraran lo contrario.
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