img El amor en la sociedad rusa de finales del siglo XX  /  Capítulo 6 Capitulo 6 | 66.67%
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Historia

Capítulo 6 Capitulo 6

Palabras:2975    |    Actualizado en: 16/05/2023

ntes de la batalla. Su corazón palpitaba con fuerza y le era imposible concentrar sus pensamientos en nada. Sabía que esta noc

la infancia, la memoria de Levin unida a la del hermano difunto, nimbaba de poéticos colores sus relaciones con él. El amor que experi

no podía culpar a Vronsky, que se mostraba siempre sencillo y agradable, sino a sí misma, mientras que con Levin se sentía serena y confiada. Mas,

ó con alegría que estaba en uno de sus mejores días. Se sentía tranquila, co

enas había bajado al sa

no Dmitrie

do tampoco. «Ahora...», pensó Kitty, sintiendo que la sangre le afl

o aspecto. No se trataba ya de ella sola, ni de saber con quién podría ser feliz y a quién daría su preferencia; comprendía ahora que era forzoso herir crue

endré que decirle que no le quiero? ¡Pero esto no sería ve

cuando sintió l

verdad y no me sentiré cohibida ante él. Sí, es mejor que pase... Ya está aquí», se

como si implorase su cle

do el salón vacío. Y cuando comprobó que, como esperara, na

ó Kitty, sentándos

sola –explicó él, sin sentarse y s

guida. Ayer se can

y sin separar de Levin su mir

arla. Kitty se rubor

tiempo permaneceré en Moscú,

o sabiendo cómo habría de contes

a... quería decirle que... des

Al darse cuenta de que lo más grave ha

. En el fondo se sentía alegre y su alma rebosaba

rle una impresi

iendo a Levin la mirada de sus ojos límpidos y francos y viend

e... No es

antes y cuán necesaria era para su vida!

–dijo Levin, sin mirarla. S

ue los dos jóvenes estaban solos y que en sus semblantes se retrataba una profunda tur

le ha dicho que n

bitual sonrisa con que recibí

en el pueblo. Él se sentó también, esperando que llegase

amiga de Kitty, casada el invi

omo siempre sucede cuando una casada siente cariño por una soltera, su afecto se manifestaba en su de

ky a principios del invierno. No simpatizaba con él. Su mayor

u superioridad, bien cuando interrumpe su culta conversación conmig

ia me encanta. Me satisface muc

ud de lo que ella tenía por sus mejores cualidades: el nerviosismo y e

izadas por el hecho de que dos personas mantengan en apariencia relaciones de amistad sin que por

ton atacó inmedi

corrompida Babilonia! –dijo, tendiéndole su manecita amarillenta y re

ha encenagado usted? – preguntó,

en, repuesto ya, se amoldaba maquinalmente al tono habitual, entre burlesco

me las apunté! ¿Has

nveniencia, Levin prefirió cometerla a permanecer toda la noche viendo

la Princesa, reparando en

e no podrá ser mucho, pues, según teng

vo, Princesa –repuso él–.

ado. «Es extraño que no empiece a desarrollar sus tesis... Pero yo le llevaré

En nuestra aldea de la provincia de Kaluga los aldeanos y las aldeanas se han bebido cuanto

en aquel momento.

da puedo decirle –repuso él, dirigiendo su mirada a la puerta

Vronsky» ,

ahora su mirada en Levin. Y Levin comprendió en aquella mirada que ella amaba a aquel hombre, y lo comp

ía quedarse para saber a qué

cer sus cualidades. Otras, en cambio, sólo ven, aunque con el dolor en el corazón, las cualidades

hermoso y simpático. Todo en su semblante y figura era sencillo y distinguido, desde sus negros cabellos, muy cort

Princesa y luego a Kitty. Al aproximarse a la jov

e sonrisa de triunfador q

on respetuosa amabilidad, tendiéndole

nas palabras, se sentó sin mirar a L

cesa–. Constantino Dmitrievich Levin;

rechó la mano de Levin,

en una comida – dijo con su risa franca y espontánea

ia y odia la ciudad y a los ciud

a usted gran efecto, puesto que ta

dicho lo mismo poco antes. Vronsky miró

? –preguntó–. En invierno d

ocupaciones. Y, además, uno nunca se aburre si sabe

lo –indicó Vronsky, fingiendo no haber

ría sido capaz de vivir siempre en una

ia, con sus campesinos calzados con lapti, como después de pasar una temporada en Niza un invierno con mi madre. Como ustedes saben, Niza es

ativamente al uno y al otro, con mirada afectuosa y tranquila

a Nordston iba a hablar,

illería pesada que reservaba para tales casos: la enseñanza clásica de la juventud y el servicio mili

ofreció oportunidad; a cada momento se decía «ahora me puedo ma

la condesa Nordston, que creía en los espíritus, co

! – dijo, sonriendo, Vronsky–. Jamás he encontrado nada de

. Y usted, Constantino D

nta? De sobra sabe lo

onocer s

dad culta no está a mucha más altura que los aldeanos, que creen e

s ¿usted

o creer,

yo misma l

cuentan que han visto

e digo no es verdad?

tty, ruborizándose–. Lo que dic

on su jovial y franca sonrisa, acudió para desviar la co

imos la existencia de la electricidad y no la conocemos, ¿por q

on siglos antes de llegar a una aplicación práctica. En cambio, los espiritistas parten de la base de que los veladores les

chaba con atención a Levin, visibl

añaden que actúa en determinadas circunstancias. A los sabios corresponde descubri

o de que siempre que usted frote resina con lana se produce cierta reacc

quiere decir que no se tr

Vronsky, comprendiéndolo, en vez de replicar, trató de cambiar

bar ahora, Pr

o dejar de complet

a existencia de una fuerza desconocida es muy desacertado. El caso es que

ompletase su pensamie

celente médium –dijo la condesa Nordsto

ra replicar; pero se p

Y dirigiéndose a la madre de Kitty, preguntó–: ¿Nos lo perm

vin, se cruzaron sus miradas. Ella le compadecía con

», le dijo con los o

usted y a mí mismo» , c

tante en que todos se sentaban en torno al velador y Levin se disponía a salir,

tá usted aquí? ¡No lo sabía

e puso a hablar con él. No había reparado en Vronsky, que se había pu

evin. Notó también la frialdad con que el Príncipe saludó por fin a Vronsky y cómo éste le contemplaba con

itrievich. Queremos hacer unos expe

tido el juego de prendas –opinó el Príncipe mirando a Vronsky y adivinando que era él qui

ojos tranquilos. Luego empezó a hablar con la condesa No

d, ¿verdad? –p

jó de hablarle, Levin salió pr

sión feliz y sonriente del rostro de Kitty al contestar a Vr

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