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Historia

Capítulo 5 ¿Quién eres

Palabras:1555    |    Actualizado en: 03/10/2023

rde. Los segundos, se le hicieron una eternidad, hasta que por fin se cambió de color. Sí, aunque no fuera con n

con preocupación—. No e

—preguntó Adam, sin enten

eso era la novedad, ya que desde que su madre se la dio, siempre

Lo siento —dijo Adam, pasando cerca a su hermana—. Nuestra madre te espera. Quieres saber el res

su alma. Todos los males y las adversidades, se le habían juntado en solo día. Esa era su pulsera de la suerte. ¿Qué es lo que haría? ¿Dónde podía conseguir tanto d

a compañía minera. No era tan alto, como un rascacielos, si no, que se extendía a lo anch

ero, quien tenía los lentes y había cagado el maletín con el dinero, Jareth Davies. Estaba ac

los demás, al unísono, mientras rea

había nada de buenos, sabiendo que se había retrasado por un

h, con una sonrisa astuta—. Si tomamos las escalera

que esperab

capaz de sus empleados. Sin necesidad de ordenárselo, era él

s dos restantes, que habían solicitado la dama de compañía. Eran amigos del círculo social, pero rivales por el dominio de la compañía.

cia para él, y mucho más, si no había tenido que hacer nada. Sabía que era muy estricto y puntual; eso era una señal, de que iba por buen camino. Las jugadas maestras llevaban tiempo de preparación y hasta años de espera. Todavía estaba joven, no

e forma servicial, con una

licidad a Jareth, en tanto levantab

—. Tenemos que preparar la celebrac

Toda la atención de los socios e inversionistas, se posaron

comienzo a la reunión—. Director Dessert. —Saludó a su padre, quien se encontraba

su puesto y Jareth se

las hacía con voz diestra, dominio sobre hombres que eran mayor y más experimentad

Ahora es tu turno, Hadriel. —Hizo una seña con su mano, para que ella le entregara un contrato—. Firmaré el poder, para ceder mis acciones a mi hijo. Él se e

nada, más que aceptar su derrota ante la increíble habilidad e inteligencia del hijo de Harvey. La compañía estaba dividida en dos bandos, en las cuales,

, de que no podría verse involucrado en ninguna polémica o escándalo público, de pequeña, mediana o gran escala. Esto, porque la empresa no sería bien vista, si su mayor dirigente, protagoniza algún acto boch

nversionistas, socios y miembros de la jun

el doctor. No había evidencia de llanto en su bello rostro

enía treinta y seis años, y era un diestro y confiable

su madre. Por lo que sus conversaciones, solo eran específicas de los síntomas, alimentos y medicamentos, que debía darle. Si él se lo hubiera propuesta, era seguro que hubiera aceptado. Pudieron haber

en, con voz neutra—. No, hasta que yo consiga el din

rio y comprensivo—. Sí, es lo que has d

o nunca llegaron a ser más nada. Volvió al cuarto de su madre, Dahlia Harper; llevaban el apellido de su amada madre, y n

dre moría, ella también lo haría. ¿Dónde estaban los príncipes, cuando la princesa más lo necesitaban? Aunque, no era un miembro de la realeza, más bien, era la cenicienta. Pero, hasta ella, había encontrado a su héroe. Aunque, por su edad, lo que debía encontrar, era a u

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