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Historia

Capítulo 3 Nada nuevo bajo el sol

Palabras:1316    |    Actualizado en: 26/02/2024

so. Parpadeé lentamente mientras giraba la manija de la biblioteca, recomponiéndome. Cuando empujé la puerta, la vi. De perfil para mí, la chica estaba sentada en uno de los sillones de

otro lado. Esperando mi respuesta, dio un paso atrás, sutilmente encogiéndose de hombros en una postura sospechosa, pareciendo a la defensiva. —Nadie te preguntará nada. Primero, que su presencia es meramente decorativa. Las conversaciones serán exclusivamente conmigo. En segundo lugar, todos mis socios comerciales saben que solo tengo relaciones con putas — agregué y sus ojos se abrieron como platos. Increíble. ¿La mujer optaría por un trabajo como este y se ofendería si yo hablara del tema directamente? Siempre he sido directo en todos mis tratos. Ella era sólo una de ellos. — Yo… creo que puede haber un malentendido aquí, señor. Yo no soy una prostituta. — Su voz era temblorosa pero decidida, haciéndome sonreír. Chica petulante. Adorable. Sabía que a algunas chicas no les gustaba la palabra "puta" o "puta", prefiriendo términos más sutiles. Lo cual, para mí, era una tontería. Las sutilezas eran una pérdida de tiempo. — Escolta, lo que sea. Vayamos al salón ahora mismo. — Le ofrecí mi brazo y ella lo aceptó, aunque parecía reacia. — Los invitados llegarán pronto. Recuerda, quédate a mi lado en silencio y no tendremos ningún problema. CAPÍTULO 3 - "Tu falta de filtro me fascinó" MICHAEL SWARTZ El cóctel fue un éxito. Decenas de personas circulan por la sala, bebiendo champán servido en bandejas de plata por los camareros. ¿Atentamente? Yo prefería que las fiestas se hicieran en otros lugares, pero Gabriel insistió en hacerlas en casa dos o tres veces al año, diciendo que los eventos en la mansión Swartz serían buenos para fortalecer los vínculos entre nosotros y los Directores del Banco. La banda tocaba música tranquila y agradable, como telón de fondo de las animadas conversaciones que fluían en el ambiente, con sonrisas, colores y perfumes que agitaban mis sentidos. Bela permaneció en silencio, caminando a mi lado, como un perfecto accesorio decorativo valorado en diez mil reales, mientras yo interactuaba con los invitados, circulando casualmente por la fiesta. —¿Aún tienes ese cigarro cubano tuyo, Michael? — Theo apareció frente a mí, sonriendo de reojo. Con su cabello rubio peinado hacia atrás, parecía un hombre serio. Quien ve piensa. — ¿O vas a decir que se acabó para no darme uno? — Todavía lo tengo, mendigo. Busque a Hugo, él puede conseguir la caja en mi oficina — respondí y la sonrisa de mi amigo se amplió. Al posa

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