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Historia
La serenidad de los olvidados: operación colada

La serenidad de los olvidados: operación colada

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Capítulo 1 Él

Palabras:1158    |    Actualizado en: 07/04/2024

ba en ese submundo en el que le había tocado existir en aras de unas de las operaciones policiales, si fi

qué el

jefe de los sin techo: el que controlaba lo que en a

de los sin techo que al igual que el Capi prefería de la libertad que le otorgaba pasar la noche en «su casa» y no en el albergue municipal, apurada la noche tocando su viola antes de que pasara la primera ronda nocturna de la policía local. Salían de su instrumento notas de algunos movimientos de Gloria, de Vivaldi, que acariciaban los rincones de la galería de melodías sacras. Seguir sacando de su instrumento música era su gran éxito. Para el Viejo no hubo derrota en su vida, pues a pesar de todo, lo que más amaba seguía formando parte de su existencia; su sonri

erda y el otro en la del glúteo derecho; una gorra con visera del Sevilla FC, que ya se la podían haber conseguido del Real Betis balompié porque el Capi era del Betis y no veas las de rencillas futbolísticas que tenía que soportar sobre todo cuando el Sevilla ganaba y el Betis perdía; y uno

culo». Le decía el inspector jefe con el ceño a medio fruncir, a mitad de camino entre receloso y cauto, tras rec

ostrado con creces tu valía y profesiona

e, por su historial de antecedentes policiales, pudieran ser precursores de actos delictivos durante la celebración de la Exposición Universal del 92 dañando la imagen de la ciudad en su próxima y futura proyección internacional. Bautizada com

n gravedad a la hora de adecentar la imagen de una ciudad; los carteristas, tironeros y perpetradores de robos con intimidación en vías públicas tenían tanta o más relevancia. Por último, y una vez que todo lo anterior se hubiese satisfecho —más que

iobras policiales, que también, sino por ser, en su esencia, una medida adoptada algo más que discutible. A la sazón, algunas voces de responsables de rangos intermedios y algo más alt

ones necesarias; no se podían permitir un fracaso ni siquiera parcial en la Operación Colada, estaba en juego el prestigio de una gran ciudad que, si bien ya lo tenía, la organización de una exposición universal en pleno siglo XX era una oportunidad excepcional para multiplicarlo en aras a la construcción de una metrópolis más cosmopolita y vanguardista. Podrían haber opt

iones limpias y silenciosas: Qu

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