img La serenidad de los olvidados: operación colada  /  Capítulo 2 Él. Ella. | 11.76%
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Historia

Capítulo 2 Él. Ella.

Palabras:1619    |    Actualizado en: 07/04/2024

e se encontraba Quino, tenía una perspectiva visual suficiente para ver con claridad que al que se veía venir era a él, al Capi, hacié

n su misma dirección y a intervalos hacía amagos de querer agarrarlo justo cuando parecía que en sus inestabl

ue por su gran corazón a la hora de relacionarse con los demás; el Capi, lo poco o mucho que pudiera tener, lo compartía si hiciera falta, pudiendo incluso privarse de la ingesta de una buena borrachera, ya planeada, por motivo de prestar a quien fuera necesario algunas perras para satisfacer su almuerzo ese dí

pesetas, el dueño de unos de los bares del centro de la ciudad por hacerle recados, despejar algunas mesas de la terraza de vasos y platos y arreglar algún que otro desaguisado de pequeña índole, como cambiar la zapata de un grifo, sustituir

incorpo

por aquí… Y vienes

te le brindara la oportunidad de poder reiniciar su aventura. Mientras tanto, sobrevivía en la indigencia desde hacía ya varios meses. Tenía la esperanza Anika, de que la exposición universal que se celebraría en la ciudad en la próxima primavera, le diera la oportunidad de encontrar trabajo y poder reconducir («¡en bici ya

después de un día bueno o malo, qué más da, y socializar entre ellos. Es de suponer que la otra media botella de Rioja se la habría bebido Anika, sin duda gentilmente ofrecida por el Capi, porque sus ojos chispeaba

s… que habrías sucumbido al f

0 cm, situada al extremo izquierdo del poyete, en la parte inferior, en la superior se ubicaba el Viejo que, como todas las noches después de cansar sus hábiles manos tocando su viola,

ositando en la parte inferior del poyete un

a. Compartiremos

nvitado —indicándole con la palma de la mano, ni sucia ni limpia, el luga

tú no

si puedes ser mi hija…

n anfitrión

conducir hacia el camino de la eficiencia infiltrado en aquel grupo de indigentes y

e daban, podía mantener largas conversaciones con él, sustrayendo de ellas información valiosa que, después de hilar los

r respuesta un par de ronquidos graves, secos, como de oso cavernario. Anika, llena de ternura al ver a su reciente amigo rendido a Morfeo, se dirigió a su lecho y lo arropó con su par de mantas, que esperaban, en la noche fría, a ser utilizadas. Quino le ofreció a Anika su mantita fina como papel Smoki

ándolo con los

e visto nun

mpre yo en la s

Ala

más siempre. Mucho bohemio allí..

rtes

o también de prostit

eñalando al caballete que acab

oy yo,

en Sevilla. Porque,

ora tengo sueño. Vino muy bueno tenía el Capi. Yo he be

al Capi, bostezando ampliamente al aterrizar en ella. Quino la acurrucó con su mantita como papel smoking mie

n los bajos de la galería comercial habían planchado la oreja, se marchaba a su casa.

de elefante enjaulados cualquiera duerme aquí... Me gusta pasear por las calles vacías y quietas de la noche». Le decía Quino a los chicos para j

ino, para ser un sin techo». Le dijo

sos hábitos, pero, no sabía por cuánto tiempo. Quizá, pensaba, era hora de arriesgar

o sé si ha sido casualidad o si es que es más lista que

los ojos dormidos de Anika y es

on total veracidad, pa

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